La primera vez que lo vi fue a través de la pequeña ventana que había en la puerta de su salón, mi amiga tenía un crush con él y fue a señalarme quien era, entonces no me pareció nada de otro mundo.
En la universidad compartimos algunas veces ciertas materias sin interacciones trascendentes. Al graduarnos busqué al igual que la gran mayoría trabajo, entré a un proceso de selección de varias rondas en el que iniciamos siendo más de 15 cuando sólo eran dos las posiciones disponibles.
Después de unas semanas de mucho estrés y expectativa por fin recibí la llamada; había sido seleccionada. Iba a cumplir 7 años con mi novio del bachillerato y a pesar de que el brinco “natural” era casarnos me tranquilizaba que el tema no estuviera en la mesa formalmente y que nadie en mi familia me presionara para esto; quizá porque sentía que mi vida apenas comenzaba o porque en el fondo sabía que no era con quien quería dar ese gran paso. Así pues llegué al gran lobby de la empresa el primer día que oficialmente daba inicio esa nueva etapa y vaya sorpresa me lleve al descubrir que la otra vacante había sido ocupada por él, el chico de la ventana. Nos encontramos y nos saludamos como los viejos conocidos que éramos pero fue hasta que llevábamos un par de meses trabajando juntos que realmente comenzó nuestra amistad.
Mi extenso noviazgo llegó a su final poco después de mi incorporación al mundo laboral, fue más que obvio que no estábamos en la misma sintonía y que nuestros caminos hacia tiempo ya eran por separado . Por fin me sentí con el espacio y la libertad suficiente para ser yo misma y por fortuna en ese edificio con vidrios en lugar de paredes encontré un nuevo mundo para hacerlo; literalmente.
En México el término Godinez ya es parte del argot popular, lo que comenzó quizá de forma peyorativa ha pasado a ser un concepto neutral con tintes irónicos que define ciertos perfiles de trabajo, hace referencia a cualquier persona que tiene una jornada laboral con horario fijo de por lo general 8 horas, cuyas actividades son monitoreadas de forma constante , pueden pertenecer tanto a la iniciativa privada como en oficinas gubernamentales, en el colectivo general comparten actividades con sus compañeras y compañeros tanto dentro de las oficinas y lugares de trabajo como al salir del mismo, pasan las tiempo en la oficina que su casa ya sea por la dinámica de trabajo o los trayectos, razón por la cual crean nexos y relaciones sociales alrededor de su entorno laboral de manera casi inevitable. Por lo que, retomando mi historia, podría decir que comencé en convertirme en una de ellos.
El chico de la ventana pasó a ser el hombre detrás del cristal, Manuel, ahora ambos compartíamos el mismo piso y nuestras oficinas estaban una al lado de la otra, de forma natural comenzamos a pasar más tiempo juntos y a conversar acerca de nuestras vidas, por un lado poniéndonos al día sobre aquel pasado compartido y por otro convirtiéndonos en cómplices de trabajo y amigos. Mientras él me contaba sobre la chica que había conocido gracias a Gloria de finanzas, yo le mostraba entre risas la tarjeta de las flores que me habían enviado esa semana. Salíamos los jueves después de la oficina con varios compañeros a veces a ver el fútbol otras a la happy hour.
Los dos éramos amigos de Juan, el encargado de compras, mismo que a solas le hablaba de su amor por mi mientras que yo, sin intención de pasar a algo más aceptaba sus invitaciones porque me caía bien y parecía buen tipo, nada más, podría decirse que era el friendzoneo de aquel tiempo porque nunca trascendió , al menos no para mí. Manuel por su parte le compartía todas sus aventuras a la hora de pasarle algún informe o cuando salían por un trago. Así como Juan, tenía en la empresa varios amigos más, gran parte de mi círculo social comenzó a relacionarse con personas del trabajo, clientes, conocidos y familiares de compañeros más algunos otros cuantos pretendientes que claramente querían más que una amistad mientras que yo solo buscaba divertirme y pasar un buen rato, mucho más después de haber terminado un noviazgo tan largo.
Así pues, cómo en todas las oficinas de la ciudad al acercarse ciertas fechas era necesario que todos nos involucráramos para coordinar, desde con los pasteles de cumpleaños hasta las fiestas de aniversarios de ventas y por supuesto las posadas, ese año Manuel tenía la responsabilidad de ser el coordinador de la fiesta navideña, lo cual era de esperarse por su personalidad. No le costaba trabajo llegar a un sitio y a pesar de no conocer a nadie terminar siendo amigo de todos, convencer hasta a la más seria de subirse a interpretar una canción de Timbiriche en las noches de karaoke, era por lo general el alma de la fiesta y claro, también un crack en ventas.
Mucho había hablado con mis dos amigos más cercanos Juan y Manuel sobre la importancia de quien nos acompaña en nuestras vidas, Juan se cerraba supongo que porque eran las sus ganas de agradarme que la autenticidad de ser él mismo, mientras que, Manuel siempre me hablaba de su pareja ideal, sus deseos más profundos y también acerca de sus miedos, en una de esas conversaciones después de unos cuantos tragos en el bar fue que sentí que todo lo que yo buscaba de pronto se encontraba frente a mi, esperando su turno para pasar al escenario e interpretar la ciudad de la furia.
Me ofrecí a colaborar con algunos detalles así que estaba muy al tanto de aquel evento, me encargué del intercambio navideño y me aseguré que nadie faltara aquel día. Para ser honesta cada vez me parecía más atractivo Manuel, pero no quería dar el primer paso, mucho menos si éste podía ser uno en falso. Aún así tomé acción un par de semanas antes , fui muy clara con Juan para evitar que siguiera pensando que había oportunidades conmigo sin saber que éste iría a mostrarle su corazón roto a quién hacía ruido en el mío, pero por desgracia estos daños colaterales nunca están en nuestras manos y por fortuna la vida sigue.
Llegó por fin el gran día y decidí que debía aprovechar para lucir diferente a cómo lo hacía en la oficina y mostrar mi lado más “atrevido” por decirlo de alguna manera , porque cabe destacar que seguía siendo muy recatada y a pesar de haberme abierto a nuevas personas, amistades y relaciones permanecía mi deseo de esperar al hombre adecuado antes de entregarme por completo. Aquella noche Manuel había conseguido que un comediante de renombre muy popular fuera el show del evento, por lo que al llegar aparté un par de los mejores lugares, justo al frente.
Cuando Manuel llegó no sabía quien me estaba haciendo reír más si él o el “Güiri Güiri” , pase una de las mejores posadas Godinez de mi vida ( hasta ese punto había sido la mejor pero debo confesar que cada año sube mas la vara) terminamos el intercambio, cenamos , tomamos ponche y la noche se pasó en un instante , mismo que duró lo suficiente para confirmar lo que ya sospechaba, para que me diera cuenta de que aquel chico de la ventana no sólo es ra el hombre del cristal de a lado sino, potencialmente el amor de mi vida.
Al día siguiente , después de muchas salidas rodeados de compañeros del trabajo y amigos en común por primera vez estuvimos solos, recuerdo que fuimos a comer al vips y mientras nos traían nuestras enchiladas suizas se disipó cualquier duda, ahí estaba todo lo que había querido y deseaba , en él , frente a mi, no había que buscar en ningún otro lado… y mientras esté tren de pensamiento salía de la estación él fue el primero en decirlo: ¿quieres ser mi novia?
Pasamos meses disimulando nuestra nueva relación, Juan dejó de buscarme y también terminó su amistad con Manuel, creo que se sintió traicionado aunque en el fondo sabía que no había sido nuestra intención.
Así entonces Manuel y yo comenzamos nuestro romance secreto, a través de la ventana dibujábamos corazones en el aire , nos enviábamos notas secretas y nos íbamos con minutos de diferencia para poder escapar juntos “disimuladamente”. En más de un par de veces nuestra jefa intentó que confesáramos pero nunca lo logró, y no era porque quisiéramos ocultarlo sino porque queríamos protegerlo y si también por aquello de la ética laboral. Meses después Juan decidió buscar una vacante en otro sitio, tanto para que pudiéramos gritar nuestro amor a los cuatro vientos como para hacer puntos con mi padre quien desaprobaba aquello de mezclar el trabajo con el amor.
Llevábamos seis meses cuando Manuel me pidió matrimonio, y esta vez, sin que importaras si era o no el siguiente paso a seguir, si era mucho o poco el tiempo juntos no tuve espacio para dudarlo ni un segundo, y dije que si. Nos casamos un año después y desde entonces hasta ahora nos vamos por unos tragos después de la oficina y una vez al mes con nuestros hijos desayunamos en ese mismo vips.
Después de todo había que verlo más de cerca para darme cuenta de que en realidad si, Manuel si era algo de otro mundo.