UNA SERIE de sutiles pero irrevocables causalidades me llevaron a crear una editorial, la primera de todas: emigrar a Estados Unidos en 1999. Pero, en honor a la verdad, la cosa viene de mucho antes y por desgracia se relaciona con la guerra de Angola o, mejor dicho, con la intervención militar cubana en ese país africano.
Por aquel entonces comencé a escribir poesía y ese primer intento obtuvo un premio en un concurso nada menos que de la revista Verde Olivo, órgano oficial del Ministerio de las Fuerzas Armadas de Cuba. Por supuesto el libro era antibelicista como todo lo que he escrito, pero le gustó a los jurados, en especial a José Luis Rodríguez Alba, uno de los decimistas más importantes de Cuba y con quien mantuve una amistad hasta su muerte, amistad que se mantiene en este oficio de aprendiz de editor de libros que disfruto ahora, porque eso de la muerte es un asunto complicado y nadie me puede probar que José Luis no está aquí a mi lado, mientras escribo este artículo para hablar un poco de mi Editorial Primigenios.
Otro de los eventos casuales fue mi viaje a Cuba en 2019 para visitar a mis hermanos y sobrinos. Si yo no hubiese ido a rendir tributo a mis muertos que reposan en el cementerio de mi pueblo natal, Quemado de Güines, uno de esos días, no me hubiera encontrado con el director del centro cultural y cine Renacimiento, quien además es albañil y estaba ese día arreglando una tumba. Algo sorprendente en el universo de las cosas y de las causalidades. Él fue quien me invitó a asistir a una peña literaria que realizan en el mencionado centro.
También lee: ‘Ni siquiera los muertos’: una persecución desde la Nueva España hasta la era de Trump
Yo recordé aquel cine de mi infancia, sus butacas rojas, y me vi inmediatamente parado frente a un grupo minúsculo de coterráneos leyendo mis poemas, pero la realidad es que, al llegar en la noche, vi que la peña se realizaba en las afueras y ya más de 30 personas se encontraban sentadas en medio de la calle en una inusual tertulia que ocupaba la esquina más importante del pueblo. Y volví a sentir esa sensación de ser testigo de un acontecimiento inusual, surrealista, que solo ocurre en los trópicos y en los que todos los seres racionales terminamos derrotados por las putas casualidades del universo.
Leí, leí, y me cansé de leer poemas de mi libro Las tablillas de Diógenes, que fue escrito íntegramente en un patio de una vivienda ubicada en un vecindario de Miami, donde días después nacería la editorial. El cuaderno fue escrito entre las pausas de un trabajo de subsistencia en la Gran Babel de Miami, rodeado de unos pocos libros sobrevivientes al éxodo del 1999.
Las tablillas… comenzaron a ser labradas en los meses cuando era evidente el triunfo del candidato republicano Donald Trump. El hecho es circunstancial, quizá no, quizá hasta Trump es culpable del surgimiento de Editorial Primigenios, digo yo. Pero la verdad es que Las tablillas… pudieron haber sido escritas en cualquier otra época gnóstica: en los meses finales de 1959, en la primavera negra de 2003, en el verano de 1994, el 20 de marzo de 2016 cuando, por primera vez en años, un presidente estadounidense realizó una visita a Cuba.
No te pierdas: Otros oficios: la orfebrería del escritor
La lista de acarreos históricos es bien larga dentro del laberinto que constituyen Las tablillas de Diógenes, intento obsesivo y personal que solo fue escrito para derribar mis propios muros erigidos como resultado de un experimento fallido de falsa erudición que me llenó el cerebro de paja como a uno de los hombres huecos de Eliot.
Fueron escritas con miedo a mi propia rabia, temeroso de ser devorado por el fuego que despiden algunos hombres que entran en tu vida para enseñarte que nunca debes pensar, ni ser como ellos. Mi amiga y excelente escritora Yasmín Sierra —en una larga carta que me escribió y que por modestia no publicaré— dice: (Las tablillas de Diógenes) son como “las penas anquilosadas en tu alma, que no han logrado derribarte y han creado en el meollo de tu ser una gema irrompible y conmovedora”.
Aquella noche recitamos poemas y platicamos de muchos temas, en especial sobre libros, y alguien me preguntó si era complicado el asunto de publicar. En un arranque de inmodestia me ofrecí a publicar cualquier libro que desearan en mi editorial que ni siquiera existía, ni tenía nombre, ni idea de cómo se podía crear. Pero ya en el avión de regreso iba meditando y repasando las imágenes de lo que había visto, en especial de los lomos raídos de los pocos viejos libros en la biblioteca local, amén de otras cosas que por pudor no me atrevo a mencionar, pero que están en la arena, el cemento y la piedra fundacional de Primigenios.
UNA MÁXIMA MUY FILOSÓFICA
A los pocos días ya existía la editorial y hasta con una máxima que mantengo y de vez en cuanto utilizo en textos como este: “Editorial Primigenios: con el arte y la literatura todo, contra el arte y la literatura nada”. Y la frase es inamovible y definitoria.
Solo me traje un libro de un quemadense ya fallecido que para mi sorpresa había sido amigo de la infancia y del cual nunca sospeché que escribía poemas para los niños. Ese fue el primer libro que publiqué a mi regreso a Miami después de fundar la Editorial Primigenios. Le tengo un especial cariño a ese texto por las circunstancias y porque me alentó a seguir publicando a escritores cubanos, por ello la fecha escogida para la fundación de Editorial Primigenios es el 15 de julio de 2019, día en que se publicó Pesquería lunar, de Jorge Morales Morales, más conocido por Pirolo.
Luego me monté en el carrusel de la vida o de la edición de libros y del cual no me he podido bajar y que me ha causado muchas alegrías y algunas penas sobre todo económicas, porque eso de publicar libros sigue siendo un asunto de falsas ilusiones y desencantos en este mundo marrullero y en el que pocos leen y menos aún compran libros desde que inventaron los grandes monopolios de la información: Facebook, Instagram, Amazon y la puta madre que los parió como dice Sabinas.
Te interesa: ‘La ausencia de obra en español del Nobel de Literatura, muestra del racismo editorial’
He publicado de casi todo y a todos, en especial a escritores cubanos, la mayoría de ellos con libros engavetados por años. Gente talentosa fruto de un sistema populista cuyas instituciones son insuficientes para cubrir todas las expectativas en especial a la hora de publicar textos. Si me preguntan si la culpa de ello es por el embargo estadounidense es posible que responda con una parrafada o, en el mejor de los casos, me ponga a citar al Tío Esteban, personaje de Palinuro de México y uno de mis libros preferidos de Fernando del Paso cuando dijo:
“Sin embargo, la mayor desilusión entre tantos acontecimientos históricos, como una vez me confesó, fue el profundo convencimiento de que las guerras y revoluciones por las que pasó no habían servido para nada. —Nos tienen miedo —decía—, todos nos tienen miedo y más los ricos que temen la contaminación de sus herencias y de sus albercas, los plutocráticos, los apóstoles asalariados, los líderes campesinos, los obreros, y los militares veteranos dormidos en los afelpados dogmas de la revolución”.
Quiero decir que, así como la carencia de papas, calabazas, frijoles, maíz y otras viandas, eso de la falta de libros es consecuencia de la falta de un sistema descentralizado y privado que regule e incentive la producción de libros.
Te recomendamos: ‘Si acaso 3 cuervos’, de Abel German: una rebelión y un lance de suma temeridad
Nuestra editorial no cuenta con un presupuesto ni fondos de organización alguna, tampoco hemos recibido financiaciones para su mantenimiento. Desde aquel primer libro hemos publicado 400 títulos en los géneros de poesía, novela, cuento, narrativa para niños y jóvenes, testimonio, divulgación científica, religión, entre otras. Cada obra se comercializa en ambos formatos, digital y papel, y pueden ser adquiridos en varios países gracias (paradójicamente) al sistema de Amazon.
Los lectores de México son los que más libros digitales han descargado. Por ejemplo, en el mes de septiembre, de unas 3,900 unidades descargadas en formato digital, los mexicanos descargaron cerca de 1,000 libros. Algo que nos llena de mucha alegría.
Invito a los lectores de esta plataforma digital a que visiten la página web de la editorial para que puedan conocer sobre nuestros servicios y libros, así como de otros eventos como la Tertulia Tinta Verde, que se realiza con una frecuencia mensual y de la cual me gustaría dedicar otro comentario próximo. N
—∞—
Eduardo René Casanova Ealo es licenciado en idioma ruso, poeta y editor. Entre otros, es autor de El polvo rojo de la memoria, Al otro lado del mundo y Las tablillas de Diógenes. Reside en Miami, Estados Unidos, y es presidente de Editorial Primigenio. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.