HACE exactamente medio siglo, Eduardo Negrete, Justino Compeán y Luis de Llano Jr. organizaron los detalles de lo que terminó convertido en un festival de rock sin precedentes y como nunca se había presentado en México. Una fiesta en la que las bandas invitadas a amenizar lo que sería una carrera de autos tomaron el escenario todo un fin de semana para hacer historia: el Festival Música y Ruedas de Avándaro, el 11 y 12 de septiembre de 1971.
Para realizar el Festival de Avándaro se destinaron 40,000 pesos (unos 3,200 dólares en aquella época). Con eso, la juventud mexicana de 1971 se alistaba para vivir un festival de rock propio.
Yo estuve en Avándaro (Trilce Ediciones, 2021) de Federico Rubli y Graciela Iturbide, es un libro que rememora con textos e imágenes el fin de semana en el que 300,000 jóvenes se reunieron para escuchar a las 12 bandas anunciadas en el cartel.
De acuerdo con Federico, a 50 años de Avándaro la obra busca ser un referente de esa memoria histórica musical donde el rock de la llamada onda chicana mostró el ingenio y las nuevas propuestas de este género con grupos musicales, principalmente, provenientes de Tijuana, Baja California.
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Hoy día, la juventud mexicana, a través de este libro, puede conocer más de la importancia de Avándaro y cómo en 1971 no era lo mismo acudir a un festival de música como ahora con festivales como el Vive Latino, Corona Capital o Pa´l Norte, pues en aquella época existía una lucha donde la represión y el control de las juventudes impedían disfrutar de esta clase de eventos.
Para Federico es importante ubicar el contexto musical e histórico en el que se desarrolló Avándaro, ya que, de 1969 a 1971 el rock mexicano había mostrado una gran evolución hacia un rock de composiciones propias, ya no los famosos covers de los años de 1960, sino realmente un esfuerzo por crear música original con un determinante rasgo de mexicanidad.
“Este movimiento de rock propio empieza a ser muy exitoso. Comienza un auge importante porque las disqueras le abren las puertas a este tipo de grabaciones, hay mucha difusión en la radio, hay muchas presentaciones en vivo, en salones, en explanadas universitarias”, explica Federico Rubli en entrevista con Newsweek México.
En este contexto musical es importante señalar que en 1960 las bandas inglesas como Pink Floyd, The Rolling Stones, The Who, Led Zeppelin y The Animals comenzaban a dominar los escenarios. Al igual que Bob Dylan y el rock psicodélico con The Doors y The Turtles.
FALTABA EN MÉXICO UN FESTIVAL MASIVO
Con todos estos géneros emergiendo en el mundo, México no se quedaría atrás con sus propuestas musicales que, con el tiempo, se consolidaron con bandas pioneras del rock mexicano: Los Black Jeans, Los Sparks, Los Sonámbulos, Los Locos del Ritmo, Los Teen Tops, Los Rebeldes del Rock, Los Hooligans, Los Crazy Boys y Los Sinners, que proliferaron en la época.
“Lo único que faltaba en México era un festival masivo como el que hubo en Woodstock (Nueva York) un par de años atrás”, añade.
El Festival Rock y Ruedas Avándaro ocurrió tres años después de la masacre estudiantil del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco y tres meses después de los hechos trágicos contra estudiantes en el Jueves de Corpus de 1971.
En Yo estuve en Avándaro, Federico Rubli explica que antes de ese festival ya se habían escenificado fiestas de rock al estilo Woodstock en América Latina, donde los grupos musicales locales desafiaban los valores de las regiones más conservadoras en las que se llevaban a cabo ante miles de asistentes.
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Entre los festivales que en el libro se mencionan están el festival de la Plaza Berlín, en la ciudad de Guatemala, el cual se realizó en noviembre de 1969. También destaca el Festival de Ancón, en la región antioqueña de Colombia, en 1971. Incluso, Caracas, Venezuela, tuvo diversos eventos musicales en la década de los años 1960.
A México le hacía falta su propio festival cuando la llamada “onda chicana” comenzó a proliferar en el país. Sin un consenso claro de quién dio esta denominación, el autor parte de la etimología del término hasta referencias que autores han hecho a esta corriente.
“La onda”, como vocablo, estuvo presente en el lenguaje de la juventud mexicana y su significado se relaciona con actitudes y costumbres no convencionales. Estuvo presente en diversas expresiones artísticas como el teatro y el cine de Alejandro Jodorowsky y en la música con la Onda Chicana. En la literatura aparece en dos novelas: La tumba, de José Agustín, de 1964, y Gazapo, de Gustavo Sainz, de 1965.
Rubli advierte que Margo Glantz es quien crea el concepto de literatura de la onda en su libro Onda y escritura: jóvenes de 20 a 33, del año 1971; mientras, el escritor José Emilio Pacheco bautiza el festival de Avándaro como “Woodstocktlán”.
“Todo lo que era ‘la onda chicana’ estaba acompañado de esta expresión cultural, porque los jóvenes ya venían asfixiados de los años 1960 bajo un control férreo del gobierno, de los padres, de las escuelas, de los colegios. Era un afán de poder liberarse en ese sentido”, explica.
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En el libro Federico narra que, en julio de 1971, desde la radio y los diarios ya se hablaba de las preparaciones de este festival “con la presencia de los más importantes grupos de rock en México”. El cartel anunciaba a Javier Bátiz, Peace and Love, El Ritual y los Dug Dug’s.
El boleto para Rock y Ruedas tuvo un costo de 25 pesos. Hubo una asistencia de 300,000 jóvenes sin actos de protesta, puesto que la juventud, en ese momento, solo iba por la música. En Avándaro la motivación principal era el rock. No tenía la finalidad de protestar en contra del régimen.
ROCK SEMICLANDESTINO, PERO MEXICANO
“Eso es importante destacar. Si acaso la única expresión, digamos, política que se llevó a cabo en el festival fue cuando actuó el último grupo, Three Souls in my Mind, de Álex Lora, antes de ser El Tri. En su último número el festival terminó cerca de las 8 de la mañana del día domingo, donde Lora dijo: ‘Ahora vamos a interpretar la canción Street Fighting Man de los Rolling Stones en homenaje a los caídos el 10 de junio y en el 68’. Esa fue la única referencia”, recuerda Rubli.
Sin embargo, el rock siguió desarrollándose en toda esa época de represión de los años 70 desde la semiclandestinidad, es decir, el rock se mudó a las periferias de la Ciudad de México, a las colonias populares y a los hoyos funky, lugares poco aptos para tener tocadas de rock por ser sórdidos, sucios y feos y en cines abandonados o en fábricas semirreduidas.
“Fue ahí donde todos seguían la expresión del rock. Era una especie de clandestinidad porque así era el underground. Hay que destacar la importante labor que tuvo Álex Lora cuando Three Souls se convirtió en El Tri. Fue como un Quijote que estuvo luchando en ese periodo de censura donde pudo sacar un disco anual”, añade Rubli.
El rock continúa siendo debate para los estudiosos de este género, en cambio, para Federico Rubli, quien presenció este magno festival, no solo como asistente, sino también como reportero y columnista de un semanario de rock de la época de nombre México canta, el rock es un gran tronco que ha ido creciendo y teniendo ramificaciones.
—¿Qué canciones recomiendas para rememorar ese festival en Avándaro?
—Agradezco esa pregunta porque realmente me gusta recordar ese tipo de canciones. Por ejemplo, de los Dug Dug’s, que fue una de los grupos que abrió el festival, está la canción “Lost in my world” (Perdido en mi mundo).
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“Luego aparece uno de los grupos más extraordinarios de la onda chicana que se llama El Ritual y venía de Tijuana. Era un cuarteto que grabó un solo disco porque vino la represión y todos emigraron a Estados Unidos, entonces se deshizo. Su único disco lo dieron a conocer antes de Avándaro, el cual recomiendo mucho buscarlo porque planta la semilla de lo que era el rock progresivo. De ellos recomendaría la canción ‘Satanás’, que tiene una combinación de rock con jazz, con rock progresivo de la época.
“Un tercer grupo es Peace and Love, de Tijuana. Llegaron a sacar un solo disco poco después de Avándaro. En plena censura la compañía disquera se animó a sacarlo. Una canción que es un emblema a 50 años y se sigue escuchando muy fresca y bailable es ‘Latin feeling’ (Sentimiento latino).
“Esas tres canciones las escuchas y no crees que tienen 50 años de antigüedad —concluye—. Se siguen oyendo muy actuales, muy frescas y con muy buen ritmo, con muy buenas armonías y muy originales. Eso era lo valioso de un rock original”. N