El filósofo, el periodista, el ciudadano del campo y de la calle, todos debemos hablar de las cosas de nuestro tiempo, al igual que hicieron Aristóteles, Vasconcelos, Flores Magón, como lo exige la vida compartida, opinar con respeto y civilidad en el conversatorio social cotidiano. Es importante que hablemos de las cosas de los tiempos políticos que vivimos. La basura es parte del mundo, como lo señalan las fuentes, es generada por los seres humanos como consecuencia de sus actividades productivas y de consumo, son residuos sin utilidad.
La basura tiene su clasificación, puede ser doméstica, comercial, industrial, hospitalaria…, se adjetiva según circunstancia y consideración, basura de: ideas, humana, cósmica, literaria, comida, política, cultural… Hay en el mundo demasiada basura para que no resulte significativo. Es preciso reflexionar y revisar los signos del comportamiento de las imágenes y su transmisión indiscriminada y su relación con la sociedad política.
En efecto, es asombroso lo heterogéneo que son los basureros, tema de interés para la antropología. Hay para quienes la basura es lo in-mundo, lo que está fuera del mundo, pero la pregunta es obligada ¿cómo puede haber algo fuera del mundo? Hay metafísicas que niegan la basura como realidad, porque la consideran pura apariencia. Para otras, la basura es el mundo. Todo ello se reproduce en la contraposición entre naturaleza y cultura: la naturaleza es lo limpio; lo sucio, la basura es la cultura. Los globalifóbicos sostienen que la basura de nuestra civilización está en el descubrimiento de la caza. Una locura. En cambio, en la tradición germánica la cultura es la Gracia, la anti-basura.
Es preciso considerar estas metafísicas de la basura en los tiempos que los ciudadanos debemos analizar, considerar, yuxtaponer, por ejemplo, la propaganda política. El legislador mexicano en la Reforma Política 2007 estableció y conminó a evitar la tele-basura, radio-basura, de alguna manera deja en claro, en sus exposiciones de motivos, que el diálogo entre los partidos políticos y la sociedad no esté en la órbita de las facturas, no lo pueden comprar, pero lo pueden decir a cero pesos, cero centavos, moneda nacional, pero en los tiempos del Estado mexicano; existe tele-basura fabricada por los propios agentes de programas, fabricada para tener más audiencia y aumentar las simpatías electorales. Un ejercicio dialógico que dejó de ser político para convertirse en afecto emocional.
Está también la basura no fabricada que pone al descubierto la televisión: la cámara en los basureros, la pornografía de la realidad, el despotismo, la corrupción, la violencia. La tele-basura desvelada no es responsabilidad de la televisión, ocultarla es cerrar los ojos ante la realidad. Empero, a más televisión más tele-basura. La gente no tiene tiempo ni posibilidades de hacer un esfuerzo y va a lo más fácil. Tenemos una realidad lacerante: la audiencia no entiende. Por ejemplo, después de una alocución que frenéticamente aplaude una multitud, cabe preguntar ¿qué tontería acaba de decir? Así sucede, se festeja la picaresca vulgar, registramos lo chusco, “la algarabía del tamborilero”, nos gusta la complicidad acústica y gráfica.
Los valores morales se captan enseguida, pero hay multitud de análisis técnicos, científicos y artísticos que son de minorías, lo que se debe hacer es enseñárselos a la gente. La tele-visión debe ser un instrumento de la educación del pueblo, es una realidad insoslayable por ello debe ser aliada también en el proceso cultural. La política debe revertir el impulso, en las disputas por el poder público, se dan muchos análisis sociológicos, políticos, así como de mercado que son puro estudio de las costumbres. La cuestión es hasta qué punto la democracia ha influido en la tele-visión y viceversa; La tele-visión ha evolucionado independientemente de la democracia. Hoy en día, la democracia sin tele-visión es imposible, porque a públicos les gusta ser ágrafos e irreflexivos.
Los políticos se hacen presentes por tele-visión. Ese es el mejor ejemplo de la necesidad de revisar los signos de la tele-visión, toda comunicación por pantalla. Desde luego, hoy, la tele-visión es la que ha impuesto las modas, las formas de conducta, las maneras de ser. La tele-visión educa continuamente y al hacerlo deforma los buenos hábitos, fabrica la tele-basura. Debemos adaptarnos a vivir y convivir en esta nueva realidad. La transmisión de imágenes merece un tratamiento educativo, que sea incluyente, que permita la identidad y respete la diferencia; que haga la tolerancia y fortalezca la democracia. Una sociedad compleja como la nuestra, por ejemplo, tiene en tres ejes el ejercicio de campañas electorales: Spots, Noticieros, y Debates. En ellos está inmersa la radio y la tele-visión. En ese mérito el ciudadano deberá exigir ¡Basta de tele-basura, basta de radio-basura, basta de propaganda basura! El voto requiere certeza, legalidad, objetividad, imparcialidad, por la razón simple que es personal, universal, intransferible, secreta, libre. En síntesis es proyecto de futuro.