Para los menores que se encuentran varados en un albergue para migrantes, el principal temor es que sus padres o adultos con quienes viajan puedan contagiarse por coronavirus y enfermar o morir.
En medio de la emergencia sanitaria, los infantes que migran tienen una percepción distinta de la situación sanitaria que hoy padece el mundo.
“Hay que estar conscientes de las características propias de la edad, las reacciones y conductas de cada menor. Si se enoja más de lo normal o si reclama más de lo que anteriormente lo hacía, posiblemente sea ansiedad, preocupación o estrés”, explica Adrián Cantú, médico y gestor de actividades de salud mental en Reynosa y Matamoros, en entrevista con Newsweek México.
El especialista, que forma parte del equipo de Médicos Sin Fronteras, agrega que los niños difícilmente expresan angustia o estrés, pero sí manifiestan conductas y emociones que los padres exteriorizan. Como ejemplo, si el menor está enojado o triste, o incluso si tiene problemas para dormir.
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“La labor es enseñarles a los padres cómo expresar sus emociones y normalizarlas, además de ayudar a las familias a comprender que el niño manifiesta estas actitudes cuando los padres caen en la desesperación y asumen correctivas que no son recomendables”.
Cantú hace hincapié en no descartar las experiencias de vida que los menores ya experimentaron, como estrés y ansiedad producto de salir de sus países de origen.
COVID-19, UN NUEVO TEMOR
La violencia a la que se podían enfrentar en su camino era uno de los principales miedos de las familias migrantes. Ahora se suma la posibilidad de un contagio por COVID-19 y, con ello, la muerte. Cantú indica que un resultado de las terapias que MSF ofrece a los menores es la expresión de temor, incluso después de una sesión de juegos.
“Expresan que tienen miedo a que sus padres se enfermen, se vayan y no los vuelvan a ver. Hay niños que están más conscientes de lo que puede pasar, porque prestan atención a lo que dicen los medios de comunicación.
“Cuando pláticas con un niño para conocer sus emociones y sentimientos es claro que está estresado, que hay una preocupación. Es vulnerable y está preocupado por su familia”.
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Médicos Sin Frontera brinda atención a infantes de edades que van de los 5 a los 11 años. Así como a adolescentes de 12 años en adelante. Los migrantes viajan desde Honduras, El Salvador, Nicaragua, Venezuela, Brasil, y algunos son africanos.
La atención psicológica a los menores se lleva a cabo con las medidas sanitarias que las autoridades de la Secretaría de Salud (SSA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendaron desde el inicio de la pandemia por SARS-CoV-2 a escala global.
Los grupos de atención a niños y sus familiares se dividen en dos. Una es la atención grupal (tres a cuatro personas). Otra es individual. Se contacta personalmente a la persona con el objetivo de evitar la aglomeración.
“Cuando se trata de niños lo hacemos con grupos de cuatro para cuidar las medidas sanitarias. Es difícil porque ellos quieren jugar, saltar, abrazar y está bien porque muestran independencia y espontaneidad, pero en estos momentos debemos guardar la sana distancia, mantener las reglas. Somos precavidos”, comenta Cantú.
Los materiales didácticos en terapia con frecuencia son cuentos infantiles, ahora adaptados a la explicación de lo que es el coronavirus, cómo combatirlo y prevenir contagios. También se usa tecnología. En ocasiones la terapia es por medio de mensajes de voz de WhatsApp, con quienes cuentan con un teléfono inteligente, así se puede reforzar la medida de la sana distancia.
EL IMPACTO DE LA PANDEMIA EN LOS INFANTES
Actualmente hay 31 millones de niños que tuvieron que abandonar sus hogares. De ellos, 17 millones son desplazados internos; 12.7 millones son refugiados, y 1.1 millones son solicitantes de asilo, ha informado UNICEF.
“Todos ellos necesitan algún tipo de asistencia. La mayoría no pueden permitirse el lujo de llamar a un médico cuando se enferman, de lavarse las manos cada vez que lo necesitan o de poner en práctica el distanciamiento social para frenar la transmisión de la enfermedad”.
Henrietta Fore, directora ejecutiva de Unicef, ha emitido tres acciones para atender la salud mental en los menores de edad: la prevención y concienciación de las medidas del autocuidado y autoconocimiento. La psicoeducación, dirigido a los padres para fortalecer las herramientas de interrelación familiar y la comunicación para que sepan cómo hablar con sus hijos sobre COVID-19.
La tercera medida es el apoyo emocional a través de psicólogos de forma individual o familiar, a través de mensajes claros y con lenguaje sencillo de acuerdo con la edad de cada población.
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Médicos Sin Fronteras también imparte talleres emocionales de dibujos a través de aprendizajes, observación y modelaje, como método de distracción para los niños que se encuentran en un albergue en medio de la pandemia.
“Se les modela cómo lavarse las manos o ejercicios de respiración para que aprendan a manejar la ansiedad. Se les invita a que lo repitan a través del modelaje para que empiecen a asimilarlo con mensajes sencillos”, agrega Adrián Cantú.
MSF acude a los albergues ubicados en Reynosa y el campamento de personas migrantes que se encuentra cerca del puente internacional que conecta con Matamoros y Brownsville.
También visitan la Casa Migrante San Juan Diego, donde hay un comedor comunitario y el Albergue Chávez. “Vamos a esos lugares para brindar atención médica y atención de salud mental de forma integral”, agrega.
Médicos Sin Fronteras trabaja con un equipo de doctores, enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales y especialistas en la salud que se encuentran en la frontera norte para brindar atención a migrantes, refugiados y desplazados internos.