De todos depende el cuidado de la tierra. La alimentación es el vehículo principal para acatar esta responsabilidad.
El Día de la Tierra es un motivo perfecto para rendir homenaje a todo aquello que obtenemos de ella. La naturaleza no solo regala paisajes espectaculares para agasajar en un viaje; también es el lugar en el que se produce todo lo que mantiene a la raza humana con vida.
Se ha dejado en el olvido la fuente principal de alimentos, pues en el imaginario cosmopolita es mucho más económico y fácil acceder a los ultraprocesados. Así, los agricultores pasan una época difícil, pues cada vez hay menos beneficios para ellos.
Los problemas de la producción de alimentos son muchos y tienen distintas causas. En primer lugar, el sistema económico como está diseñado generó que un agricultor —de cualquier producto— sea el menos favorecido por su trabajo. Se ha explotado el papel de los intermediarios y las ganancias se quedan en ellos; por este motivo hay menos posibilidad de que un propietario pueda invertir en su negocio de forma correcta y mejorar su calidad de vida.
En segundo lugar está, por supuesto, la demanda. El suelo mexicano es lo suficientemente fértil como para proveer más de 20,000 especies vegetales comestibles; sin embargo, el modelo alimentario utiliza no más de 30. El monocultivo causa erosiones en el suelo y pérdida de nutrientes, lo que está causando comida cada vez menos saludable.
Para muchas personas dedicadas a la producción de alimentos resulta inviable sembrar sin químicos ni pesticidas: nadie quiere arriesgarse a que una plaga o un mal clima en el temporal arrase con la inversión de todo un año. Sin embargo, todos los aditivos sintéticos dañan el ecosistema e intoxican el cuerpo humano al consumirlos como comida.
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Ante todos los conflictos no queda más que pensar en alternativas sustentables que puedan ser alcanzables a todos los niveles; es decir, favorecer al agricultor, a la economía y al consumidor final. ¿Las sugerencias? Comprar productos de cercanía en mercados locales, evitar a los coyotes o intermediarios y buscar lo que es bueno, limpio y justo.
Apelar también a los ingredientes de temporada y experimentar en la cocina nos vendría muy bien como sociedad. A medida que se utilice aquello que nadie quiere o que no se ha valorado lo suficiente, se irá volviendo parte de la alimentación. Aprovechar desperdicios y no hacerle el feo a los vegetales que no cumplen con las normas estéticas, aunque sigan frescos. Esos también son planteamientos que verdaderamente rinden homenaje a la tierra en su día y el resto del año.
Hay algo más allá de la siembra y cosecha de alimentos: la forma en la que se obtienen productos animales en la ganadería y la pesca. Se dice que el mayor contaminante del planeta proviene justamente de este sector en forma de gas metano expulsado por animales de granja. Para terminar la tragedia, la mayor parte de las cabezas de ganado viven en condiciones deplorables y poco higiénicas durante su engorda.
La industria ha abusado indiscriminadamente de las especies marinas sin respetar las vedas; también ha masificado la fabricación de carne y de lácteos. Todo esto también perjudica la calidad de los ingredientes dando a entender que lo último que importa es la nutrición de las personas y la sustentabilidad de la tierra.
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Ya existen empresas que han replanteado la forma en la que se producen estos alimentos y muchas hablan del libre pastoreo, la no sobrepoblación de granjas y las medidas estrictas de higiene.
También se puede recurrir a productos con sellos de sustentabilidad que aseguren la persistencia de las especies en buen estado a largo plazo. De esta forma no solo se estará consumiendo de forma responsable, sino que también que aporten los verdaderos beneficios nutricionales al cuerpo.
Que el Día de la Tierra, que se celebra el 22 de abril, sirva para entender que de todos depende su cuidado y que la alimentación es el vehículo principal para acatar esta responsabilidad.