Las manifestaciones antigubernamentales se reanudaron en Irak, donde este viernes murieron ocho personas en Bagdad y el sur del país, en unas protestas que a principios de octubre ya dejaron más de 150 víctimas mortales.
Miles de manifestantes se congregaron a la entrada de la Zona Verde en Bagdad, el barrio de la capital que alberga a embajadas, entre ellas la de Estados Unidos, y sedes gubernamentales iraquíes.
Durante el día cinco manifestantes resultaron muertos a tiros en Nasiriya (sur), otros dos en Bagdad, alcanzados mortalmente por granadas lacrimógenas y aturdidoras, y un octavo murió en los incendios que, según fuentes médicas y policiales, afectaron a una decena de sedes de partidos políticos en Samawa, también en el sur del país.
Desde el jueves por la noche, los manifestantes se habían congregado en la emblemática plaza Tahrir en Bagdad. Algunos de ellos pasaron ahí la noche y otros se sumaron el viernes por la mañana.
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Piden “la caída del régimen de ladrones”, en este país rico en petróleo, que sufre una crónica penuria de electricidad y agua potable, y sobre todo está devastado por la corrupción.
Las anteriores manifestaciones, generadas espontáneamente el 1 de octubre y que duraron hasta el 6 de octubre, estuvieron marcadas por la muerte de 157 personas, en su gran mayoría manifestantes de Bagdad, según el balance oficial.
Este viernes, varios partidarios del líder chiita Moqtada Sadr prevén sumarse a este movimiento de protesta.
Sadr, ganador de las elecciones legislativas y parte integrante de la coalición gubernamental, ha exigido la dimisión del gabinete y elecciones anticipadas en este país de mayoría chiita.
“Mi parte de petróleo”
“Quiero mi parte del petróleo”, dijo a la AFP una manifestante en la plaza Tahrir. Un 20% de la población iraquí vive por debajo del umbral de la pobreza.
“Los supuestos representantes del pueblo han acaparado todos los recursos”, gritaba otro manifestante.
Las manifestaciones se produjeron también durante la noche en varias ciudades del sur del país, igual que a principios de octubre.
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Para hacer frente a las protestas, interrumpidas por la más importante peregrinación del calendario chiita y reanudadas justo el día del primer aniversario de la entrada en funciones del gobierno del primer ministro Adel Abdel Mahdi, se ha decretado la movilización general de las fuerzas de seguridad.
Moqtada Sadr, un exjefe de milicias convertido en el heraldo de la protesta anticorrupción, quiere estar presente en este movimiento de protesta. En 2016, sus partidarios ya habían tomado la Zona Verde y ocupado varias instituciones del país.
En su sermón a media jornada, el gran ayatolá Ali Sistani, la máxima autoridad religiosa chiita de Irak, hizo de nuevo un llamado a las reformas y al fin de la corrupción, una de las principales reivindicaciones de los manifestantes. A diferencia de otras ocasiones, el ayatolá no criticó al primer ministro Adel Abdel Mahdi.
Apoyo de milicias pro-Irán
En respuesta a las protestas, el primer ministro Abdel Mahdi anunció una serie de medidas, hizo públicas las listas de cientos de puestos de funcionarios atribuidos a jóvenes diplomados y prometió pensiones para las familias de los manifestantes caídos como “mártires”.
Pero no ha anunciado reformas importantes y ni la comparecencia ante la justicia de los “peces gordos” en el duodécimo país más corrupto del mundo, según la lista de Transparencia Internacional. La opinión pública quiere una nueva Constitución y la renovación total de la clase política.
El gobierno todavía cuenta con el apoyo del poderoso Hashd al Shaabi, una coalición paramilitar dominada por milicias chiitas proiraníes. Se trata del segundo bloque parlamentario y es miembro de la coalición gubernamental.
Como al comienzo de octubre, las convocatorias de manifestaciones afectan a la mayoría de las provincias del sur, chiitas y tribales, y no al norte y al oeste, de mayoría sunita y del que hace dos años se expulsó al grupo yihadista Estado Islámico (EI).
El Kurdistán autónomo (norte) también se mantiene al margen.