El escándalo que gira alrededor del presidente estadounidense, Donald Trump, y la ayuda a Ucrania ha evolucionado en una investigación de juicio político hecha y derecha contra el comandante en jefe, propiciada por miedo a que Trump estuviera ofreciendo intercambiar un financiamiento estadounidense crucial por una interferencia extranjera en la contienda electoral de 2020.
Durante una llamada telefónica en julio con el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, Trump supuestamente le solicitó a Ucrania que abriese una investigación a Joe Biden, precandidato presidencial demócrata para 2020.
Trump y sus aliados han afirmado que Biden, mientras fungía como vicepresidente en 2016, presionó a Ucrania para que retirase una investigación contra su hijo Hunter, relacionada con su trabajo para una compañía de gas en el país. No hay evidencia de que las acusaciones sean acertadas, según FactCheck.org.
A llamada se dio pocos días después de que se retrasaran inexplicablemente 250 millones de dólares en financiamiento militar estadounidense para Ucrania. Trump ha admitido que discutió lo de Biden y la corrupción con Zelensky, aunque negó haberle pedido al presidente que abriera una investigación o haber ligado la ayuda militar a alguna indagación.
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El escándalo será una distracción inoportuna para Zelensky, quien trata de hacer avanzar una agenda local progresista y contra la corrupción a la vez que lidia con la guerra en marcha en el este de su país contra las milicias apoyadas por Rusia.
El presidente ruso, Vladimir Putin, es su mayor reto. Poco después de que manifestantes ucranianos a favor de Occidente sacaron del país al presidente apoyado por Moscú, Viktor Yanukovych, en 2014, Putin envió a sus fueras a través de la frontera para tomar y anexionar la península de Crimea.
A esto le sucedió una revuelta separatista en el este del país, en la que rebeldes apoyados con dinero y armas rusas, incluso tropas, se alzaron en armas en contra de Kiev. Desde entonces, la guerra ha cobrado 13,000 vidas, herido a 30,000 individuos y sacado de sus hogares a 1.5 millones de personas. El conflicto todavía está en curso y los enfrentamientos mortales continúan, a pesar de un acuerdo de cese al fuego.
La agresión rusa provocó un aumento en el apoyo occidental a Ucrania. Los socios de la OTAN estaban ansiosos por armar mejor y entrenar a las fuerzas armadas de Kiev para ayudarles a hacer retroceder a una Rusia resurgente a la que parece preocuparle poco el orden internacional basado en reglas.
Las fuerzas militares ucranianas están en mucho mejor condición que en 2014, cuando las fuerzas armadas fueron tomadas desprevenidas por la repentina toma rusa de Crimea y el estallido de la lucha en el este. La asistencia internacional ha sido útil, al igual que las reformas internas para acabar con la corrupción y la complacencia.
En 2017, la administración de Trump aprobó la venta de armas letales a Ucrania, una acción que su predecesor, el presidente Barack Obama, había evitado. Más bien, la administración de Obama proveyó ayuda no letal y materiales de apoyo, pero funcionarios militares argumentaron que esto no era suficiente para una fuerza que entablaba una guerra caliente contra Rusia.
Desde entonces, los envíos militares han incluido armas pequeñas, sistemas de guerra electrónica y una amplia gama de equipo personal y tecnología, incluidos lentes de visión nocturna. Aun cuando estos les han sido útiles a las fuerzas ucranianas, dicha asistencia no cambiará el curso del conflicto.
El pago retrasado de 250 millones de dólares iba a usarse para armas, entrenamiento, equipamiento y apoye de inteligencia, según Politico, el primero en reportar que los fondos habían sido retenidos por la administración de Trump. El Congreso reservó 50 millones del total para armamento.
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Sin embargo, las armas principales entregadas o consideradas como tales hasta ahora podrían resultar ser estratégicamente intrascendentes en el este de Ucrania, señaló National Interest. Por ejemplo, los misiles antitanques Javelin sirven de poco dada la falta de vehículos blindados entre las fuerzas separatistas. De la misma manera, las propuestas de enviar sistemas portátiles tierra-aire podrían tener un peso simbólico, pero dichas armas serían poco útiles contra un enemigo que no tiene aeronaves militares.
La administración de Trump camina en una línea muy delgada. Aun cuando quiere fortalecer a las fuerzas ucranianas y detener el avance de las fuerzas a favor de Rusia, Washington también es receloso de proveer armas tan potentes que Moscú se vea obligado a responder de la misma forma.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek