En los últimos 50 años, las personas han presentado un notable aumento de peso, y los científicos piensan que nuestro ambiente podría ser uno de los principales responsables. Lo que se conoce como ambiente obesogénico podría aumentar nuestras posibilidades de tener un índice de masa muscular poco saludable desde el momento en que estamos en el vientre materno hasta que morimos, advirtieron los autores de un estudio publicado en la revista The BMJ.
La autora del estudio Maria Brandkvist, del Departamento de Salud Pública y Enfermería de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología de Trondheim declaró a Newsweek: “Nuestras propensiones genéticas hacia la obesidad hacen que, para algunas personas, sea más difícil tomar decisiones para adquirir un estilo de vida saludable que para otras. Para las personas con una predisposición genética a la obesidad, el ambiente actual podría hacer que esas decisiones a favor de un estilo de vida saludable resulten aún más difíciles. No podemos cambiar nuestra genética, pero sí podemos influir en el ambiente en el que vivimos”.
El término ambiente obesogénico describe un entorno que facilita que una persona gane peso, en lugar de perderlo. Esto incluye variables como qué tan cerca están las tiendas de comestibles y qué tan fácil es para una persona tener acceso a aceras y parques seguros. Las toxinas y los microbios también podrían desempeñar una función, afirman los investigadores. Los expertos piensan que modificar el ambiente en el que vivimos podría ser una herramienta importante para hacer frente a la epidemia de obesidad que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, afectó a más de 650 millones de personas en 2016.
Para averiguar por qué los índices de obesidad en todo el mundo casi se han triplicado desde 1975, los científicos noruegos estudiaron datos recopilados periódicamente sobre 118,959 personas del Condado de Nord-Trøndelag entre 1963 y 2008. Las personas tenían un intervalo de edad de entre 13 y 80 años y eran originarias de dicho condado, por lo que esa cohorte se considera representativa de la población noruega, de acuerdo con los autores.
Los participantes tomaron parte de un programa de detección de tuberculosis realizado de 1963 a 1975, que los autores enlazaron con la información del Estudio de Salud de Nord Trøndelag (Hunt), realizado con las mismas personas. En el estudio Hunt se reunió información como el índice de masa corporal (IMC), así como la salud, el estilo y situación de vida de los participantes, además de medidas como la presión sanguínea. El equipo también analizó los genes de 71,860 pacientes del estudio Hunt. Los datos se distribuyeron en cinco categorías de acuerdo con la predisposición genética de los individuos hacia la obesidad.
Los autores descubrieron que el IMC promedio en Noruega “aumentó sustancialmente” entre la década de 1960 y la de 2000, y comenzó a incrementarse aún más entre mediados de la década de 1980 y la de 1990. Las personas nacidas después de 1970 tenían un IMC sustancialmente mayor al llegar a la adultez, en comparación con las personas nacidas antes de esa fecha.
Las personas genéticamente predispuestas a la obesidad presentaron los mayores incrementos en su IMC. En la década de 1960, los varones que presentaban un mayor riesgo genético tenían un IMC 1.2kg/m2 mayor, en promedio, que quienes presentaban un riesgo menor. Para la década de 2000, esta proporción había aumentado a 2.09kg/m2. En las mujeres, las cifras fueron de 1.77 kg/m2 en la década de 1960 y de 2.58 kg/m2 en la década de 2000, respectivamente. Estos hallazgos se mantuvieron aun cuando se incluían factores relacionados con el aumento de peso, como el tabaquismo.
El tamaño y el alcance del estudio contrasta con trabajos anteriores que contaban con cohortes menores, un tiempo de seguimiento más breve y en los que se dependía de que los participantes informaran su propio peso, afirmaron los investigadores.
Dado que el estudio fue observacional, los científicos no pudieron hallar una causa para este aumento en la obesidad. Sin embargo, piensan que el aumento del IMC podría explicarse por la interacción del ambiente obesogénico con la genética de las personas.
Si bien el consumo excesivo de alimentos y la falta de movimiento son factores que contribuyen a la epidemia de obesidad, “la causa subyacente es, probablemente, una compleja combinación de globalización, industrialización y otros factores sociales, económicos, culturales y políticos”, escribieron los autores.
Maria Brandkvist, del Departamento de Salud Pública y Enfermería de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología de Trondheim y coautora del estudio, declaró a Newsweek: “Una explicación podría ser que las personas con una predisposición genética para la obesidad ganan más peso al consumir más alimentos poco saludables cuando éstos están fácilmente disponibles”.
La investigadora explicó: “Podríamos encontrar pistas [de los orígenes de la epidemia de obesidad] si analizamos cómo vivíamos nuestra vida en la década de 1960, cuando no era tan fácil, por no decir imposible, tomar ciertas decisiones poco saludables con respecto a nuestro estilo de vida. ¿Qué y cuánto comíamos, cuanto dormíamos y cuánto nos movíamos?”
“Con frecuencia, se estigmatiza a las personas obesas por tomar decisiones poco saludables en su estilo de vida. Reconocer la importancia del ambiente obesogénico y su capacidad de amplificar nuestras diferencias genéticas podría ayudar a desestigmatizar la obesidad”.
La doctora Jo Lewis, de la Red Metabólica de la Universidad de Cambridge, quien no participó en el estudio, declaró a Newsweek que los estudios basados en la población podrían estar limitados debido a que los participantes generalmente se encuentran más sanos que la población en general, y también observó que la cohorte del artículo publicado en The BMJ era relativamente homogénea.
“El número cada vez mayor de casos de obesidad está impulsado por cambios en el entorno, entre ellos, el consumo de alimentos altos en calorías y una reducción en los niveles de actividad física”, dijo.
“Sin embargo, en un ambiente determinado, existe una variación considerable en el peso corporal; algunas personas son particularmente susceptibles a la obesidad severa, mientras que otras se mantienen delgadas. Estudios realizados con familias, gemelos y personas adoptadas han demostrado de manera constante que entre 40 y 70 por ciento de la variación en el peso corporal puede atribuirse a factores hereditarios”.
Clare Llewellyn, profesora adjunta de obesidad del Colegio Universitario de Londres, que tampoco participó en el estudio, dijo a Newsweek: “Ellos [los autores del estudio] no midieron realmente el ambiente, por lo que este estudio no arroja ninguna luz sobre cuáles son los aspectos del ambiente ‘obesogénico’ que hacen que las personas genéticamente susceptibles a la obesidad aumenten de peso con un ritmo más rápido que las personas que presentan un riesgo genético más bajo”.
El catedrático John Wilding, que dirige investigaciones clínicas sobre Obesidad, Diabetes y Endocrinología en la Universidad de Liverpool y que no participó en el estudio, dijo a Newsweek que el estudio cuestiona la arraigada creencia de que la obesidad es un problema de falta de fuerza de voluntad.
“El estudio destaca el argumento de que gran parte del rápido cambio en la obesidad que se ha presentado en los últimos años es resultado de una predisposición genética combinada con un ambiente desfavorable; las personas con un mayor riesgo genético son más vulnerables al ambiente obesogénico actual”, dijo. “No podemos cambiar la genética de una persona, pero la realización de cambios importantes en el ambiente, en relación con los alimentos y la actividad física, podría hacer más fácil enfrentar la epidemia de obesidad en una escala de salud pública. En el caso de las personas, algunas de ellas requieren tratamiento médico”.
Llewellyn está de acuerdo con Wilding, y declaró a Newsweek: “Espero que este estudio ayude a desplazar la narrativa de la obesidad como un asunto de responsabilidad personal y culpabilidad hacia discusiones más útiles sobre cómo podemos cambiar el ambiente para tomar decisiones más saludables de manera más fácil para todos, especialmente para quienes viven en la pobreza. La obesidad no es una elección de estilo de vida”.
Este estudio es el más reciente en una serie de investigaciones que intentan comprender por qué las personas tienen el peso que tienen. En enero pasado, otro grupo de científicos llegó a la conclusión de que los genes de una persona pueden influir en que tenga sobrepeso o sea delgada, y que las probabilidades se inclinan en contra de las personas obesas.
Los investigadores desean comprender por qué el peso corporal de varias personas que viven en ambientes similares presenta grandes variaciones, y por qué algunas personas parecen mantener fácilmente un peso corporal saludable, mientras que para otras es más difícil. Los hallazgos fueron publicados en la revista PLOS Genetics.
Este artículo fue actualizado con los comentarios de John Wilding y Clare Llewellyn.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek