Salió del clóset cuando estuvo fuera del útero de su madre. Su homosexualidad se inició a los 11 años, cuando tuvo su primer novio “de manita sudada” y se dio su primer beso. A los 13, “estaba sexualmente muy desarrollado y ya tenía actividad sexual”. A los 15 decidió contarles a sus padres, quienes muertos “de terror” lo enviaron con psiquiatras y psicólogos.
Ningún tipo de desconcierto ajeno hizo mella en Horacio Franco. El destacado flautista mexicano recuerda que, una vez que iba en el metro rumbo al Conservatorio, vio un grafiti escrito en lo que hoy es un Sanborns, ubicado entre la calzada de Tlalpan y Xola. Decía: junio, mes del orgullo homosexual.
“Estoy hablándote de 1979… Eso me abrió los ojos y dije: no tengo por qué ser culpable de ser homosexual; aunque, en realidad, nunca me sentí culpable”.
A los 17 años se fue a estudiar a Holanda. En esa democracia “tan adelantada” participó en una sociedad tolerante, donde no había discriminación y era patente la igualdad entre los sectores sociales. Al volver al país, con su marido holandés, se percató de que “México era una dictadura perfecta; eso —precisa— no lo inventó Vargas Llosa; eso lo vi desde el 85”.
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Al arranque de 1990 su carrera como músico comenzó a consolidarse. Y él empezó a “asomar la cabeza” y a tratar de integrarse a los movimientos sociales de la comunidad LGBT+. “Cuando vi que el piso estaba fijo y que mi carrera iba en ascenso, nunca lo negué; nunca dije que era heterosexual ni por error: ni para taparle el ojo al macho ni a la hembra ni a nadie”.
La década de 1990 “se le fue” haciendo activismo: se involucró en la semana gay, en el Museo del Chopo; dio múltiples conciertos a favor de las comunidades en las marchas, participó “en las ferias de convivencia con Enoé Uranga y en la legitimización de las sociedades de convivencia”.
Al pedirle su opinión sobre lo que suponen los 50 años del movimiento del orgullo LGBT+ a escala mundial, observa: “El hecho de que se haya salido del clóset y haya surgido un movimiento de liberación es muy significativo y es muy especial para nuestra generación porque nosotros nacimos en un mundo donde fuimos aceptados después de prácticamente 1,900 años de negación y de clandestinidad”.
El músico mexicano recuerda cuando grababa con su “gran amigo” Carlos Monsiváis el disco Voz viva, de la UNAM, y reflexionaban en la importancia que tuvieron los trans y los travestis en los años 50 en México: “Fueron los que sacaron toda la casta por nosotros, porque los gays eran entonces mucho más clandestinos, mucho más del clóset”.
Por ello, añade, “la comunidad trans merece todo el respeto y consideración entre los miembros de nuestra comunidad”.
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En vísperas del 41 aniversario de la marcha del orgullo LGBT+ en México, Franco acepta que “hay muchas leyes que nos reconocen, que todo el mundo sabe que existimos”, pero aun así “en algunos lados nos matan, nos discriminan, nos encarcelan”.
Y considera que otro tipo de crimen es que se les etiquete como “una comunidad de desmadre… cuando somos gente responsable socialmente, podemos tener hijos, principios educativos y morales totalmente justos e iguales o hasta más que un sacerdote católico que viola a un niño”.
Para Horacio Franco, en México falta que se entienda que “lo más importante que debemos de tener todos como miembros de una comunidad es educación”.
Vivimos en mundos extremos en lo referente a desarrollo social, económico y educativo, “y mientras eso esté influido por las religiones, pues, obviamente, va a seguir polarizado y la comunidad LGBT y cualquier otra minoría va seguir siendo un cebo, una presa para la destrucción, la polarización o la discriminación”.