Los dos gigantes tecnológicos se enfrentan en el “caso de copyright de la década”. ¿A cuál apoyas?
GOOGLE lo describe como el “caso de copyright de la década”.
“Lo” es una demanda por 9,000 millones de dólares que el gigante de las búsquedas ha combatido durante casi diez años, desde que Oracle lo acusó de infringir sus derechos de autor. En 2010, Oracle interpuso una querella debido a que 11,500 líneas de su código Java fueron incluidos en la plataforma Google Android para teléfonos inteligentes [smartphones] y tabletas. Desde entonces, Android se ha convertido en el sistema operativo más popular del mundo y se ejecuta en más de 2,500 millones de dispositivos.
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Google ha ganado dos veces en los tribunales de distrito de Estados Unidos pero, en cada ocasión, un tribunal federal de apelaciones revirtió la decisión a favor de Oracle. Por ello, Google está intentando que la Suprema Corte ventile el caso, y tiene el apoyo de 175 compañías, organizaciones no lucrativas e individuos que han suscrito 15 declaraciones amicus curiae [amigo del tribunal] respaldando la petición de Google.
El problema es el siguiente: ¿Cuánta protección confiere el copyright [derecho de autor] a las interfaces de programación de aplicaciones (API)? Tal vez parezca una cuestión esotérica, pero el hecho es que las API son elementos intrínsecos del software, ya que unifican las aplicaciones de todos los desarrolladores corporativos e independientes, y permiten ejecutarlas de manera transparente.
Todas las aplicaciones que tenemos en nuestros teléfonos —como Pandora o Uber— utilizan las API para comunicarse con los sistemas operativos de los dispositivos (por ejemplo, iOS en los Apple iPhone). Y el argumento de Google es que, cuando el propietario de una plataforma reclama los derechos de autor de una API, lo que hace es limitar la innovación y la competencia, pues no solo determina quiénes pueden escribir el software para su plataforma, sino que (como veremos) puede impedir la creación de plataformas rivales. El caso es tan importante que, el año pasado, el Harvard Journal of Law and Technology le dedicó toda una “edición especial” de 360 páginas.
“De confirmarse, los dictámenes del tribunal de apelaciones darían origen a compañías dominantes en la industria del software”, previene Randy Stutz, abogado de American Antitrust Institute, organización que apoya a Google en la disputa.
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Por su parte, Oracle afirma que el caso es muy simple. Según su acusación (y todo es verídico), Google intentó negociar una licencia para el código Java, mas no pudo llegar a un acuerdo y, aun así, usó partes del código. Por consiguiente, es hora de saldar cuentas.
En su informe para la Suprema Corte, los representantes legales de Oracle escribieron: “Antes de Android, todos los fabricantes de smartphones obtuvieron una licencia comercial para utilizar la plataforma Java… incluidos BlackBerry, Nokia y Danger”.
Según Oracle, Android impidió que su software Java se convirtiera en una de las plataformas de smartphone más importantes (aunque, de hecho, el desarrollador de Java fue Sun Microsystems, compañía que Oracle adquirió en 2010, poco antes de interponer esta demanda). Los abogados de Oracle rechazan que un dictamen a su favor pueda tener consecuencias graves, y su declaración precisa que, pese a los alegatos “catastróficos” de Google, la industria del software no se fue a pique tras las decisiones de mayo de 2014 y marzo de 2018, cuando el Tribunal de Apelaciones del Circuito Federal de Estados Unidos emitió las dos sentencias que Google intenta revocar.
Es más, Oracle tiene el firme apoyo de sus propios amicus curiae; entre ellos, BSA, The Software Alliance, grupo comercial que engloba empresas como Adobe, Apple e IBM.
Lo más interesante es que el precedente de este caso sobre interfaces de software es una decisión de la Suprema Corte que data de 1879. Si bien aquella demanda no se fundamentó en una plataforma para smartphones, el caso sirvió para definir los límites del copyright y para marcar la diferencia entre los derechos de autor y una patente. La disputa se debió a un método contable que Charles Selden ideó y describió en un libro, donde además ofrecía algunos formularios en blanco para implementar su sistema. Poco después, W. C. M. Baker empezó a comercializar sus propios formularios para implementar dicho método, los cuales eran muy similares a los que incluía el libro de Selden.
La viuda de Selden decidió demandar a Baker por violar los derechos de autor… y perdió. En su opinión, el juez Joseph Bradley escribió que la mujer intentó utilizar el copyright para proteger las ideas contenidas en el libro de Selden y señaló que, aun cuando una patente protege una idea, el derecho de autor solo protege la expresión; en este caso, las palabras específicas que Selden utilizó para describir su método contable. “El copyright… no otorga al autor el derecho exclusivo sobre los métodos de operación que propone”, precisa el dictamen de la Suprema Corte (Selden nunca patentó su método de contabilidad). En consecuencia, ya que Selden no tenía el monopolio de su método, tampoco tenía el monopolio de los formularios necesarios para implementar dicho método.
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Tiempo después, el Congreso estadounidense inscribió el fallo Baker vs. Selden en el estatuto federal de derechos de autor, especificando que el copyright no es susceptible de “extenderse a ideas, procedimientos, procesos, sistemas [o] métodos de operación”, a pesar de que la idea esté “descrita” en una obra protegida con derechos de autor.
En otras palabras: aunque Marie Kondo tenga el copyright de un libro sobre organización, no puede demandarte por enrollar la ropa.
Al cabo de 140 años, ese caso sigue siendo el contexto de la disputa entre Oracle y Google. (Por cierto, Oracle tenía patentes sobre algunos aspectos de Java, y su demanda original incluyó alegatos de patente. Sin embargo, un jurado desestimó sus argumentos en 2012, y Oracle no apeló. Por consiguiente, el caso contra Google depende de que Oracle pueda reivindicar sus derechos de autor.)
A fin de emitir sentencia en el caso Oracle, la Suprema Corte tendrá que analizar qué es, exactamente, una API. Las interfaces tienen dos componentes críticos. El primero es una etiqueta taquigráfica que un desarrollador introduce en su software cuando quiere que el programa realice determinada tarea. Dicha etiqueta recluta un módulo de código preescrito, y mucho más largo, que proporciona instrucciones detalladas para ejecutar una tarea, evitando así que el desarrollador escriba los comandos. La etiqueta se conoce como “declaración”, mientras que el módulo de código que recluta es el “código de implementación”.
“[Las declaraciones] no son, en sí mismas, programas computacionales”, señala el amicus curiae de 78 eminentes científicos informáticos que respaldan a Google. “Solo describen las tareas funcionales que ejecutará un programa sin especificar cómo lo hace” (los autores del documento incluyen a Steve Wozniak, quien cofundó Apple con Steve Jobs; Vint Cerf, pionero de la internet que hoy trabaja para Google; y Ronald Rivest, inventor del sistema criptográfico de clave pública RSA).
Lo más importante es que Google se limitó a copiar un pequeño porcentaje del código Java; y solo fueron declaraciones. Android se compone de 168 paquetes de software, y Google utilizó las declaraciones de Java en 37 de ellos. En cambio, partió de cero para reescribir el “código de implementación” subyacente a cada una de las tareas, de manera que los códigos copiados representan apenas 3 por ciento de las 37 API en disputa, y “menos de 0.1 por ciento de los 15 millones de líneas de código relevantes para Android”, precisa el informe de Google.
La compañía no modificó las declaraciones por una razón. Cuando el primer dispositivo Android salió a la venta, a fines de 2008, hacía más de un año que el Apple iPhone había llegado al mercado. Google pretendía que su plataforma Android rivalizara con el iOS de Apple, que entonces era el sistema operativo dominante. Al dejar intactas las declaraciones Java, millones de desarrolladores independientes (quienes habían invertido mucho tiempo en aprender Java, uno de los lenguajes de programación más importantes del mundo) podrían crear aplicaciones Android. De haber reescrito las declaraciones, Google habría impedido la competencia de Android.
“Imagina que quieres lanzar al mercado una plataforma nueva”, propone Stutz, de American Antitrust Institute. “No solo tendrás que persuadir a los consumidores para que hagan un cambio, sino que también tendrías que convencer a los desarrolladores de que aprendan un vocabulario completamente distinto para la nueva plataforma”.
En opinión de los científicos informáticos, lo que Google hizo “es una práctica convencional que ha sido indispensable para alcanzar logros fundamentales en la informática”, y que “ha estimulado la innovación en la industria del software durante décadas”.
Google —integrante del consorcio Alphabet— afirma que las 37 declaraciones de Java que copió son, de hecho, meras herramientas no expresivas que no son susceptibles de derechos de autor, ya que solo activan el código de implementación. Google compara las declaraciones con un teclado. Cuando presionas la A, activas mecánicamente el procesador de textos subyacente —digamos, Microsoft Word—, el cual se encarga de que la letra aparezca en pantalla. Ahora bien, mientras que Microsoft Word es susceptible de derechos de autor, el teclado no lo es.
Por supuesto, Google tiene reservado otro argumento. Aunque las declaraciones puedan ser susceptibles de copyright, sus acciones estuvieron justificadas por la doctrina jurídica de “uso justo”, la cual justifica la copia siempre que promueva la expresión creativa u otros objetivos sociales (por ejemplo, según esta doctrina, los críticos literarios o cinematográficos pueden escribir reseñas citando pasajes cortos de obras con copyright y, a su vez, dichas reseñas constituyen nuevas obras susceptibles de derechos de autor).
Google ganó los dos argumentos ante el Tribunal de Distrito de Estados Unidos, pero, en ambas ocasiones, el tribunal del Circuito Federal salió al rescate de Oracle. La primera victoria fue en 2012, cuando William Alsup, juez del Distrito Norte de California, dictaminó que las declaraciones de Java no estaban protegidas por derechos de autor. No obstante, el tribunal del Circuito Federal revirtió la decisión en 2014 y convocó a un jurado para determinar el alegato de uso justo.
La segunda vez, en 2016, el jurado se pronunció a favor del argumento de Google sobre uso justo, pero en 2018, el Circuito Federal anuló el veredicto, falló a favor de Oracle y ordenó que el caso fuera ventilado por otro jurado que calcularía los daños.
Si la Suprema Corte interviene, la decisión podría depender de la recomendación del gobierno de Estados Unidos.
El pasado 29 de abril, la Suprema Corte pidió la opinión del procurador general, Noel Francisco, y se espera que su departamento envíe comentarios a mediados de septiembre o principios de diciembre. Según una fuente enterada del caso, está previsto que, en junio, los representantes legales de Oracle y Google se entrevisten por separado con el procurador.
En 2015, Google fracasó en su primer intento de hacer que la Suprema Corte ventile el caso. La compañía decidió actuar tras el fallo del Circuito Federal (sobre que las declaraciones de Java eran susceptibles de copyright), pero antes del dictamen sobre uso justo. En aquella oportunidad, el gobierno se opuso a que la Suprema Corte tomara el caso, pues concordaba con el tribunal de apelaciones en cuanto a que las declaraciones de Java eran susceptibles de derechos de autor. En su declaración, el gobierno federal señaló que Google planteaba “inquietudes importantes” (tocantes a la naturaleza funcional de las API y su importancia para la competencia), las cuales serían “mejor abordadas” mediante la aplicación de la doctrina de uso justo. Y dado que el jurado aún no se había pronunciado sobre el uso justo, el gobierno instó a la Suprema Corte a no intervenir en aquel momento.
Ya dirimido el asunto del uso justo, este podría ser el momento oportuno para pedir opinión a la Suprema Corte. Hay mucho en juego.
“En última instancia, es una cuestión de competencia”, señala Jonathan Band, coautor del amicus curiae con que Computer & Communications Industry Association respalda a Google. “Queremos que la industria de la computación tenga tantos competidores como sea posible”.
Band reconoce que es un poco extraño representar a Google como defensor de la competencia, siendo uno de los gigantes tecnológicos cuyo poder de mercado inquieta al público (igual que hacen Facebook y Amazon). “Sin embargo, si consideramos que este caso trata de compañías tecnológicas dominantes y con un poder desmedido, los fallos del Circuito Federal podrían fortalecerlas mucho más”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek