Hacia el año 2015 el IMSS era un paciente ingresado en urgencias, con una precaria salud y en grave riesgo de quiebra. El mayor órgano del Estado mexicano encargado de cuidar la salud de millones de trabajadores, paradójicamente, estaba en cuidados intensivos y con pronósticos poco alentadores.
El IMSS enfrentaba una severa problemática financiera provocada, por una parte, por causas naturales: la población mexicana envejece y vive más tiempo, en tanto que las familias han optado por tener menos hijos, de manera que el gasto se incrementó al tener que atender más casos de enfermedades crónico-degenerativas durante más tiempo.
Por otro lado, el IMSS vive obligado a soportar los pasivos laborales provocados por su régimen de pensiones y jubilaciones de los trabajadores. Bajo esas circunstancias, parecía que la única solución era recurrir a un rescate financiero con recursos fiscales.
Sin embargo, no hizo falta echar mano del erario para encontrar una manera de despresurizar la situación del IMSS. Se instrumentaron estrategias para disminuir el uso de reservas actuariales y las diferencias entre ingresos y gastos, de manera que no fue necesario el apoyo del gobierno para hacer frente a los pasivos de la institución. Desde luego, el crecimiento en el empleo ayudó a superar esas urgencias y contribuyó a hacer más eficiente su capacidad recaudatoria.
De acuerdo con el Informe al Ejecutivo Federal y al Congreso de la Unión sobre la situación financiera y los riesgos del IMSS 2017-2018, durante 2017 el número de trabajadores afiliados al IMSS registró un crecimiento anual de casi 800 mil plazas, más del doble de lo que creció el PIB en ese periodo, lo que se tradujo en ingresos obreros patronales superiores a los proyectados.
El IMSS vive de los ingresos que capta básicamente de cuatro fuentes de financiamiento: 1) cuotas y aportaciones tripartitas que reciben de los trabajadores, patrones y del gobierno; 2) ventas y servicios en tiendas, centros vacacionales y velatorios; 3) intereses y rendimientos obtenidos de la inversión de las reservas, y 4) el uso de los recursos de las reservas y fondos del Instituto.
Lo importante es que los ingresos del IMSS han incrementado gracias principalmente al aumento en la recaudación de cuotas y aportaciones de seguridad social, lo que de suyo representa un indicador de mejora, y su principal gasto se ubica en el pago a pensionados y jubilados del propio IMSS, concepto que no dejará de crecer en los próximos años.
Es indudable que durante la administración del presidente Peña Nieto se consolidaron las finanzas de este importante órgano del Estado mexicano, pues en 2017 el uso de reservas llegó a cero. El IMSS paso de la unidad de cuidados intensivos a piso, gracias a la obtención de un equilibrio financiero, basado en férrea disciplina presupuestal.
Quizá la noticia de la semana sea el anuncio de la renuncia de Germán Martínez como director general del IMSS, no solo por tratarse de la primera baja de gran calado en el equipo de la cuatrote, sino por la inauguración de las nuevas formas de separarse del cargo.
El político metido a cargos técnicos expresa en su libelo de renuncia que “algunos funcionarios de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público tienen una injerencia perniciosa en el IMSS y ponen en riesgo la vocación igualitaria de justicia y, concretamente, de prestación de servicios de salud”. Agrega el expanista que esos funcionarios de Hacienda solo buscan una reforma cosmética del IMSS.
No es la primera vez que el señor Germán Martínez hace gala de su falta de lealtad; ya antes había optado por abandonar el PAN para unirse convenientemente a Morena, donde se le garantizaba una curul en el Senado. De esta guisa, ahora nuevamente se conduce como lo que es: un político que, en este caso, inocentemente asumió que López Obrador le iba a permitir manejar de manera independiente el IMSS.
La carta de renuncia es demasiado larga para decir lo esencial: que renuncia; sin embargo, refleja una visión contraria a toda aquella inercia que se venía generando en la administración del IMSS. Achaca al nuevo gobierno una reducción en los recursos con respecto al año anterior, habla de aumentos de litigios y de la provocación de daños cuantiosos patrimoniales por decisiones tomadas al margen de la ley por funcionarios de Hacienda.
Con independencia de las razones esgrimidas por el ahora exdirector, lo cierto es que la cuatrote, al optar por dejar las riendas de un órgano estrictamente técnico y financiero en manos de políticos, tergiversa la vocación del IMSS y lo convierte en reducto de políticos. Se me dirá que eso no es algo nuevo, lo cual es verdad, pero era de esperarse que el nuevo régimen evitara los vicios de los anteriores.
Parece que todo el camino avanzado en cuanto a la viabilidad financiera del IMSS se pone en riesgo, gracias al impulso de colocar perfiles políticos, en lugar de técnicos en la dirección. No se les vaya a acusar de neoliberales.