Dicen que lo que aquí se vivía no se veía ni en las peores épocas de Pablo Escobar. Hoy, el otrora temido barrio, enclavado en el corazón de Bogotá, está más cerca de florecer en el primer distrito creativo de Colombia.
BOGOTÁ, COL.– Una barrera de cercas metálicas, de menos de un metro de altura, delimita uno de los dos accesos al amplísimo baldío. En la única cerca pintada de color azul celeste se lee un escueto saludo: “Bienvenidos / Voto Nacional”.
A un costado del terreno hay un alambre de púas que cerca una larga y semiderruida pared de tabiques rojizos. Y en un tramo destaca un grafiti que muestra tres rostros fantasmagóricos: uno tiene los ojos en blanco y porta una capucha negra, otro es calvo y lleva barba de candado y, en medio de ambos, sobresale la cabeza de un perro, ¿un perro-hombre?, que semeja un dogo argentino —la raza canina que se describe como de gran resistencia y tenacidad, que no se intimida ante ningún obstáculo y que puede ser de gran peligro, pues es capaz de soportar, sin mostrarlo, infinito dolor y pelear a morir si así se le requiere—. El perro-hombre y sus acompañantes miran desafiantes a todo aquel que los observa.
Nos encontramos en el barrio del Voto Nacional, en la localidad de Los Mártires, pero que popularmente es conocida como el Bronx. Recorremos el área que, hasta hace dos años y diez meses, solía ser el principal centro de criminalidad de Bogotá. La palabra más socorrida para definirlo era esta: infierno.
En esta zona enclavada en el corazón de la capital de Colombia —ubicada a solo a seis cuadras del Palacio de Nariño, la residencia del presidente de la república; del Palacio de Justicia, el Congreso y la Alcaldía Mayor— nadie se atrevía a poner ni un pie.
Esta “olla” se fue convirtiendo al paso de los años en una especie de gueto, una zona prohibida para la mayoría de los bogotanos, “era como una pequeña república independiente porque tenía su propio sistema de seguridad manejado por las mafias, la delincuencia; era una concentración de criminalidad, explotación sexual, abuso de menores, microtráfico”, explica Mónica Ramírez, directora de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño (Fuga), una plataforma pública que lidera la transformación cultural y revitalización del centro histórico de Bogotá.
Y agrega: “Lo que pasaba acá era inaceptable, aquí descuartizaban gente, había perros asesinos, les cortaban miembros a las personas, había tinas de ácido donde botaban a la gente”.
En el Bronx estaban asentadas 2,000 personas, la mayoría de las cuales vivían en situación de calle. Los dueños originales de las propiedades habían sido expulsados años atrás y nadie ajeno al barrio podía ingresar, con excepción de quienes acudían a traficar o consumir droga. Durante dos décadas ninguna autoridad hizo nada por poner fin a los excesos de horror que acontecían en ese infierno bogotano.
A cuatro meses de ser electo como alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa encabezó un operativo sin precedentes planificado durante 120 días. Se le denominó la “intervención del Bronx”.
La madrugada del 28 de mayo de 2016 un contingente de unas 2,500 personas —integrado por elementos de la policía, el ejército, agentes de investigación de la fiscalía, así como trabajadores del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y la Secretaría de Integración Social, entre otros– tomaron el control de la zona criminal. El factor sorpresa fue determinante, a las cuatro, cinco de la mañana una buena parte de sus pobladores estaría dormida y altamente drogada. Las autoridades locales reportaron que lograron desmantelar a las tres bandas más grandes de narcotráfico del Bronx –“Gancho Mosco”, “Gancho Manguera” y “Gancho Payaso”– que operaban en completa impunidad. Estimaron que en el periodo comprendido entre el 28 de mayo y el 28 de abril de 2016 la inseguridad en las localidades Los Mártires, Candelaria y Santa Fe disminuyó en 12 por ciento. Y para fines de junio de ese mismo año, aseguraron que la criminalidad en el centro de Bogotá había bajado en 42 por ciento.
Tras el operativo se implementó una estrategia de acompañamiento social para quienes voluntariamente aceptaron tomar servicios de rehabilitación por uso de drogas, cerca de 500 personas. Otras optaron por seguir deambulando por las calles, y otras retornaron a sus ciudades de origen, cuenta Ramírez.
–¿Qué hicieron con los líderes de las bandas y las víctimas? –se le inquiere a la directora de la Fuga.
–Los menores de edad fueron las primeras víctimas que atendió la Secretaría de Integración Social, responsable en el distrito, junto con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Y agrega:
“Las familias de los niños que fueron ubicadas tras el operativo fueron devueltas y otras entraron en programas de rehabilitación dado que muchos eran drogadictos. Muchos de los rescatados aquí reencontraron significado a su vida a través del teatro, la danza, la música, muchos eran artistas antes, y se les ha dado formación en un oficio para que puedan conseguir trabajo. Algunos más han sido contratados por entidades del distrito, y otros se han convertido en pequeños emprendedores”.
LA “OLLA”: REFLEJO SOCIAL
Recorremos el Bronx, el día que uno de los pocos edificios que aún permanece en pie está siendo derrumbado por una grúa anaranjada. Vista a lo lejos, parece un dinosaurio robótico que destroza inclemente a su presa, un edificio de tabiques rojos que nunca más dará albergue a las personas más desfavorecidas socialmente, esas que probablemente no tuvieron otra opción más que habitar en ese entorno de violencia y horror.
En el estudio “Las revelaciones del Bronx. Intervención de zonas de alta complejidad: desafíos y alternativas”, publicado en febrero de 2017, se destaca que el Bronx era un símbolo de “la indiferencia de los ciudadanos, la fragilidad del Estado y la capacidad de los delincuentes de apropiarse de zonas donde la institucionalidad es disfuncional o inexistente”.
Los autores del estudio, Juan Carlos Garzón, Julián Wilches y José Luis Bernal, subrayan que reducir la descripción del Bronx como una “olla” del microtráfico “implica simplificar una realidad compleja que abarca no solo la problemática de inseguridad, sino que también es el reflejo de una crisis social”.
Es por tal razón que los investigadores de la Fundación Ideas para la Paz (FIP) destacan la importancia de que la intervención de la alcaldía no se limite a solo tomar el control del territorio, sino a concentrarse en la “restitución de derechos”.
Cuando la mayor parte de la zona del Bronx se evaluó como irrecuperable por el nivel de deterioro en el que se encontraba, se decretó la utilidad pública para “poder hacer una intervención urbana y poder desarrollar un proyecto que le cambie la naturaleza a la zona”, refiere Mónica Ramírez.
Durante casi tres años, la empresa Renovación Urbana se abocó a comprar los predios a los propietarios originales que aún estaban vivos y fueron localizados. Los pocos predios que aún quedan en pie están en condición de “proyecto demandable de expropiación”, sea porque hay testaferros o porque algunos propietarios no han querido hacer la venta de sus propiedades.
Tras decidirse aquí en el Bronx (un terreno de 1.4 hectáreas) tendría lugar proceso de renovación urbana, la alcaldía en alianza con el gobierno nacional, entonces bajo el mando del presidente Santos, decidieron edificar una sede del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), que se aboca a la formación técnica y vocacional gratuita de la población joven colombiana. Este es un establecimiento público que cuenta con autonomía administrativa y está adscrito al Ministerio del Trabajo. Se aboca a generar “programas y proyectos de responsabilidad social, empresarial, formación, innovación, internacionalización y transferencia de conocimientos y tecnologías”. A escala nacional atiende a 2 millones de personas anualmente. Se pretende que, en la nueva sede del SENA, cuya construcción se iniciará el próximo diciembre, se forme a cerca de 4,000 jóvenes cada año en programas enfocados exclusivamente en las nuevas tendencias de las industrias creativas y culturales.
Meses después de la recuperación del Bronx se empezó a evaluar que el terreno de 1.4 hectáreas se volviera un espacio para la cultura y la creatividad, vinculado a los estudiantes que egresarán del SENA Bogotá y la Fuga fue designada como una de las gerentes del proyecto.
Fue así, cuenta la directora de la fundación que realiza exposiciones, conciertos, obras de teatro y actividades recreativas y culturales para niños y adultos, que “armamos una mesa interinstitucional donde participamos ocho entidades del distrito, cada una desde su competencia y empezamos a estudiar los distritos creativos, a hacer un benchmark con otros casos en el mundo”.
BRONX, DISTRITO CREATIVO
En Colombia no existe nada siquiera parecido. Las definiciones de lo que es un Distrito Creativo las tomaron de otros lugares del mundo, estudiaron 17 casos exitosos, para ubicar los espacios físicos que se convirtieron en epicentros exitosos de actividades culturales, creativas y de emprendimiento.
El primer paso fue comprar un edificio histórico contiguo a la zona cero, que es un patrimonio de la capital que pocos bogotanos conocen y que desde el año pasado ya funge como un espacio donde se han realizado diversas actividades artísticas y culturales.
Los edificios de patrimonio y los nuevos que se construyan darán forma al nuevo Distrito Creativo de Bogotá que pretende ser un referente para arrancar una nueva historia de una ciudad, otrora convulsionada por el horror de la violencia.
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El Distrito Creativo aspira a volverse el principal ecosistema creativo de Bogotá, un microcosmos de emprendimiento creativo donde haya programas y talleres culturales permanentes y que potencie a un nuevo sector de emprendedores. El sector de emprendimiento en esta ciudad cuenta con más de 11,000 empresas registradas, más otro número de las que aún no están registradas formalmente.
El objetivo es darle una nueva oportunidad, una nueva vida y contenido a la zona central de la ciudad-capital.
La directora de la Fuga asegura que tienen muy claro que no se trata solo de construir algo “bonito” en donde no pasa nada. “Entendimos que lo que aquí realmente importaba hacer era inyectarle nueva vida y que esta se la dé la misma gente, los mismos bogotanos. Generar el sentido de apropiación por parte de los habitantes de esta ciudad, que los emprendedores contribuyan a su transformación con sus actividades”.
Y prosigue: “Cuando estudiamos los distritos creativos encontramos que eran, en verdad, una resignificación de espacio porque no es solo ladrillos y cemento; es traer vida, traer gente joven, traer gente creativa que empieza a ver oportunidades en un espacio que antes era todo lo opuesto”.
—De la investigación y estudio que realizaron, ¿qué distritos creativos les llamaron más la atención para adaptar en Bogotá?
–Para mí la respuesta es superclara, es la combinación de dos distritos creativos, uno en Lisboa, y uno en Londres. De ser Lisboa “el patito de Europa”, su LX Factory ha contribuido a que toda la ciudad se revitalice. Se transformó a través de industrias culturales. Cada espacio deteriorado que vieron lo llenaron de contenido y el efecto multiplicar de eso es increíble.
El LX Factory es un proyecto privado, es decir, sostenible en términos económicos y la derrama económica que genera es atractiva, pues cuenta con edificios similares a los de Bogotá.
El otro caso que les gustó refiere una iniciativa pública con recursos privados, fue un modelo de concesión, en un barrio marginal de Londres. Hoy en día el distrito creativo Peckham Levels figura en la lista de “los diez barrios más cool del mundo”, dice Mónica Ramírez, porque hicieron este proyecto en un edificio abandonado. “Lo dejaron en parte con la estética previa, pero lo llenaron de gente joven, creativa, que están generando proyectos sociales, de formación de la gente del barrio”.
Peckham Levels comparte con el distrito creativo del Bronx de Bogotá un entorno socioeconómico muy complejo: un barrio deteriorado, con población de inmigrantes, con altísima criminalidad y desempleo, y donde las posibilidades de gestar una economía colaborativa son prometedoras.
RETOS Y OBJETIVOS
En Bogotá el gobierno pondrá toda la inversión inicial y pronto se definirá quiénes participarán, vía licitación, en los proyectos de construcción y operación del Bronx. Se busca sea “un modelo de concesión o de explotación económica para asegurar que el proyecto es sostenible en el largo plazo”. Que lleguen emprendedores que con sus proyectos individuales entren a ocupar lo que serán 30,000 metros cuadrados, y 12,000 metros cuadrados ocupables, donde puedan estar desde diseñadores de joyas, de modas, artistas y galerías. Lo nodal es volverse un polo de atracción para los propios bogotanos que no conocen la zona.
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La administración de Peñalosa concluye el 31 de diciembre, y dos meses antes, el mes de octubre, habrá elecciones en Bogotá, por lo que se quiere cerrar un convenio con “la firma consultora que va a hacer la estructuración técnica, jurídica y financiera del proyecto para que en agosto se abra la licitación de construcción y operación”. Esperan que, a más tardar en octubre o noviembre, tengan ya a la firma ganadora para que arranque la construcción del Distrito Creativo Bronx Bogotá al comienzo de 2020.
“Lo más importante es que garanticemos ese contrato antes de que concluya la administración, que haya continuidad. Y hemos trabajado también en que haya un respaldo ciudadano, que la gente entienda el proyecto, y que pese a que haya un cambio de administración lo defienda y lo haga realidad”.
–¿Qué mensaje se manda a América Latina con la construcción de este distrito creativo en Bogotá?
–Esto es superpositivo y es una inversión para el distrito de alrededor de los 60 millones de dólares, es una inversión alta.
“Aquí en esta zona se puede estar invirtiendo —explica Ramírez— entre la compra del predio y todo lo demás, unos 120 mdd; lo que se espera es que sea una señal muy fuerte que la administración pública le manda a la iniciativa privada como una primera apuesta”.
El proyecto ya ha empezado a generar mucha expectativa. Personas de las 20 localidades de Bogotá, de todos los estratos sociales, quieren formar parte de la iniciativa.
A la fecha han llegado 1,200 manifestaciones de interés. “Una demanda potencial por 68,000 metros cuadrados, cuando aquí solo va a haber 12,000… con esa demanda podríamos llenar seis veces un distrito creativo”, dice emocionada la directora de la Fuga.
Este proyecto, añade, de algún modo replica la historia del Bronx: “Se abre camino en medio de toda la adversidad y se hace un espacio como proyecto con ganas de transformar este espacio de la ciudad e involucrar a la gente”.
Al final del barrio del que ya se hizo una serie de televisión se preservará un edificio donde se edificará el Museo de la Memoria del Bronx, esto para recordar que un infierno de muerte y horror siempre puede tornarse en vida y arte.