Se supone que el suelo bajo nuestros pies debe absorber los gases invernadero… un proceso que ahora es amenazado, lo adivinaste, por el cambio climático.
No se han reducido los problemas provocados por el cambio climático, y para no perder la costumbre, los investigadores acaban de descubrir uno nuevo: se podría estar debilitando la capacidad de la tierra para resistir los aumentos de temperatura.
Las plantas y el suelo son un “sumidero de carbono” importante, lo cual significa que absorben el dióxido de carbono y lo retienen, evitando que el gas de invernadero caliente el planeta. La ciencia es muy directa: las plantas inhalan dióxido de carbono y convierten el carbono en energía para crecer y repararse en el proceso de la fotosíntesis. El suelo obtiene carbono a partir de la materia orgánica, como las plantas en descomposición, los animales muertos y sus desperdicios, y en realidad contiene de dos a tres veces más carbono que la atmósfera. Juntos absorben lo que se calcula como el 25 por ciento del dióxido de carbono que producen los humanos.
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En 2018, los humanos liberaron más dióxido de carbono en el aire que antes. Pero la capacidad de las plantas y el suelo de ayudar a salvarnos de nosotros mismos tal vez esté llegando a su punto de quiebre. El cambio climático lleva a eventos de tiempo extremos, como sequías e inundaciones, los cuales a su vez provocan fluctuaciones en la humedad del suelo.
En un estudio nuevo que se publicó en la revista Nature en enero, los investigadores examinaron lo que podrían significar estos cambios para la absorción del carbono.
¿Su conclusión? Primero, la tierra batallará para absorber más carbono, pero en 2060 alcanzará su capacidad máxima y disminuirá considerablemente, dejando más dióxido de carbono en la atmósfera y provocando que el calentamiento global se acelere. “Esto es un problema grande”, dice Julia Green, estudiante de doctorado en la escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de Columbia y autora del estudio. Green dice que le impactó descubrir cuán considerables eran los efectos de la humedad del suelo.
El estudio fue el primero en cuantificar estos efectos a lo largo del resto del siglo. Las sequías y ondas de calor secan el suelo y estresan a la vegetación, reduciendo la absorción de carbono, y el estudio mostró que los años más húmedos de lo normal no compensan las pérdidas durante los años más secos.
“Cada bosque transformado en sabana seca o turbera desecada por la sequía significa que menos carbono es captado y queda más en la atmósfera, lo que empeora el calentamiento”, dice Dave Reay, profesor de manejo de carbono y educación en la Universidad de Edimburgo, Escocia, quien no estuvo involucrado en el estudio.
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Reay aceptó que los modelos usados en el estudio de absorción del carbono todavía batallan para tomar en cuenta las distintas maneras en que las regiones responden al cambio climático.
Pero, enfatizó, “los sumideros de carbono enormes que son los bosques mundiales y los suelos han servido como una válvula de presión planetaria para nuestras emisiones crecientes en el último siglo. Si no podemos disminuir las emisiones en gran cantidad y con rapidez, entonces estos sumideros enormes podrían flaquear y pasar cada vez más de ser amigos que absorben carbono a ser enemigos que emitan a lo grande”.