Nota del editor:
El estelar alero de Los Angeles Lakers LeBron James superó este miércoles 7 de marzo a Michael Jordan como el cuarto máximo anotador de la historia de la NBA en un encuentro en el que los suyos cayeron 99-115 ante los Denver Nuggets.
LeBron, con una canasta ya histórica dentro de la pintura en la que incluso recibió una falta, pasó por encima de los 32.292 puntos de Jordan y ya solo tiene por delante a Kobe Bryant (33.643), Karl Malone (36.928) y Kareem Abdul-Jabbar (38.387).
James, de 34 años, arrancaba el choque ante los Nuggets con 32.280 tantos como el máximo anotador en activo y, a falta de cinco minutos y 38 segundos para la conclusión del segundo cuarto, adelantó a Jordan, con el que es comparado muy a menudo.
Te presentamos un recuento de la carrera de LeBron – publicado en nuestra edición de febreero – quien ya se convirtió en un histórico de la duela.
EN LA CANCIÓN “The Boy in the Bubble”, Paul Simon dice: “Cada generación encumbra un héroe en lo alto de las listas de éxitos”.
Es tanto una observación como un lamento por el cambio generacional que exige una voz singular, un lenguaje codificado y otra postura desafiante. Esa rebeldía que proclama y define lo nuevo y muy bueno, al tiempo que desprecia lo que se considera obsoleto y fuera de onda, es tan válida para los detergentes de ropa (¡nuevos y mejorados!) como para la música, la literatura, la política y los deportes.
Toda época necesita héroes intemporales. Pero es necesario estudiar con detenimiento a los héroes más destacados de nuestra cultura, porque encarnan los valores que debemos abrazar, y apuntan a los valores futuros que nos servirán de guía. El héroe más destacado en esta generación del baloncesto es LeBron James y, a todas luces, su lenguaje es innovador y audaz.
LeBron no es el niño bonito de este deporte. Con 34 años, dista mucho de ser un ídolo adolescente jovial, y tampoco es un provocativo “influyente” de YouTube. Es un veterano de la NBA que ha jugado desde hace 16 años para los Cavaliers de Cleveland (dos veces), el Miami Heat y los Lakers de Los Ángeles. Es esposo, padre y —pese a que juega con la intensidad de un hombre en el apogeo de su capacidad atlética e intelectual— no le faltan muchos años para hacer comerciales de analgésicos para la artritis. A lo largo de muchos años de alcanzar victoria tras victoria, de manera casi cotidiana, se ha ganado el estatus de icono deportivo.
¿Por qué él, si hay muchos otros jugadores prominentes? Steph Curry percibe más (tiene un salario de 37 millones de dólares contra los 35 millones de LeBron) y, el año pasado, la camiseta de Curry fue la más vendida en la NBA. La diferencia es que LeBron tiene muchos más seguidores en las redes sociales (104.3 millones; Curry solo suma 42 millones). Y aunque Kevin Durant tiene porcentajes más altos en tiros libres y de tres puntos, LeBron lo supera en casi todas las categorías restantes. En parte, esa superioridad estadística se debe a que ha jugado más años que Curry y Durant; así que, con el tiempo, ambos podrán superarlo como jugadores. Pero, por ahora, muchos opinan que LeBron es el mejor en la NBA.
Los impresionantes logros profesionales de LeBron incluyen tres campeonatos de la NBA, cuatro reconocimientos como el jugador más valioso de la NBA, 15 NBA All-Stars, así como muchos otros premios y distinciones. Ahora bien, hay otra razón que lo distingue como el mejor: durante seis años consecutivos, Sports Illustrated seleccionó a LeBron como el jugador número uno de la NBA gracias a su notable consistencia. LeBron ha demostrado una eficacia infalible no obstante la cancha, con quién juegue o su edad. En algunos años, él solo ha llevado a los playoffs a sus compañeros de equipo menos experimentados y menos talentosos. Vemos esa consistencia en sus estadísticas de la temporada 2012-2013, las cuales son muy parecidas a las de la temporada 2017-2018. No tendría mucho mérito señalar esto si fuera un veinteañero; pero si comparas a un jugador de 28 años con uno de 34 años, ese logro no solo resulta impresionante, sino inspirador.
E inspirar a otros es la cualidad clave de un héroe cultural. La gran deportividad de LeBron motiva a los jugadores jóvenes a alcanzar un alto nivel de preparación atlética. Y su superioridad física no es mera cuestión de genética: es un hombre dedicado y disciplinado en su entrenamiento y su dieta, acostumbra a levantarse a las 5 de la mañana para ejercitarse, cosa que hace cinco días a la semana cuando no es temporada, y los siete días de la semana durante una temporada. Su rutina incluye de todo, desde escalador, clases de spinning, pilates y pesas hasta jacuzzi, baños fríos y una cámara de nitrógeno líquido. De solo leer esta implacable rutina, me dan deseos de tirarme al suelo para hacer 50 lagartijas.
Esto revela otro rasgo heroico: su perseverancia. Se cuenta que LeBron desembolsa más de un millón de dólares anuales en entrenamiento, y esto incluye a su biomecánico personal, un ex-SEAL de la Marina que lo acompaña incluso en las vacaciones. No podemos criticarle ese gasto: es un atleta profesional cuyo cuerpo ha recibido maltratos y heridas desde la infancia. Hace años que padece de dolores de espalda. Y aun cuando es lo bastante acaudalado para retirarse cuando quiera, vuelve a la cancha todos los años para someterse a más rigores físicos.
También es cierto que, casi todos los días, tiene que enfrentar contrincantes formidables en la cancha. Con todo, lo relevante es que está librando una batalla épica contra el tiempo. Es una lucha que todos debemos enfrentar y que casi todos perdemos. Mas no podemos dejar de alentar a un atleta que da una pelea así de elegante y decidida, negándose a ceder lentamente ante la edad. Cuando vemos que un hombre de 115 kilos y 34 años se mueve con semejante agilidad, resistencia y estilo, todos nos sentimos estimulados. El año pasado, en los playoffs contra los Golden State Warriors, LeBron se torció el tobillo y, aun así, logró un triplete: 33 puntos, 10 rebotes y 11 asistencias. Esa es, más o menos, la definición de perseverancia.
Ahora bien, un líder eficaz no solo dirige a sus seguidores hacia la victoria: los ayuda a engrandecer sus talentos personales. Es la pleamar que levanta todos los barcos. “El liderazgo no es cosa de un día, dos días o dos meses; el liderazgo es consistente”, ha dicho LeBron. “Cuando entras en los deportes de equipo y empiezas a tener éxito, comprendes que no se trata de ti. Para qué seguir teniendo éxito, todos deben ser igual de importantes y contribuir al éxito”.
No es fácil ser líder de atletas ambiciosos y competitivos. También fui líder de UCLA y con los Lakers, y fue todo un desafío encontrar el equilibrio de mis funciones. El éxito depende del respeto de tus compañeros, no solo como jugador, sino como estratega.
Y no basta tener éxito como atleta. Para celebrar a una persona como héroe cultural, esa persona debe encarnar y promover los valores fundamentales de su cultura. LeBron lo hace con su franca defensa política y social; sobre todo, apoyando la igualdad racial. Más allá de las palabras, ha emprendido acciones positivas para mejorar comunidades e incluso al país. Lo demostró cuando Laura Ingraham, presentadora de Fox News, lo atacó debido a una entrevista con ESPN en la que LeBron habló de muchos temas, entre ellos, la política. Ingraham declaró: “No es conveniente pedir consejos políticos a quien le pagan 100 millones de dólares anuales por rebotar una pelota. Mantengan sus comentarios políticos entre ustedes… Cállate y dribla”.
En vez de declararle la guerra en las redes sociales, LeBron utilizó ese agravio para crear Shut Up and Dribble [Cállate y dribla]”, documental de Showtime en tres entregas que analiza el papel de los atletas en el divisivo ambiente político actual. Con los años, LeBron ha sumado a su voz a los numerosos “atletas de conciencia” que están volviendo la atención hacia las injusticias sociales para tratar de erradicarlas.
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Ese estereotipo de “deportista estúpido” es parte del refrán que los atletas hemos escuchado siempre por parte de los conservadores, quienes recurren a la forma más sucia de la falacia lógica —el ataque ad hominem (insultos)— para impedir que el público capte el mensaje. La descabellada implicación es que un negro criado en Estados Unidos no tiene idea de la injusticia racial porque juega baloncesto. He sido reportero y autor durante más tiempo del que pasé en la cancha, pero cada vez que expreso una opinión en público, algunos responden que mi opinión no es válida porque fui atleta. LeBron está cambiando ese estereotipo debido a que es un hombre elocuente y admirado.
Me han preguntado muchas veces si hay diferencias significativas entre los deportistas negros activistas de mi época y los actuales. Éramos menos en las décadas de 1960 y 1970 —apenas un puñado que incluía a Muhammad Ali, Jim Brown, Tommie Smith y John Carlos— mientras que, hoy día, muchos más están manifestándose. Por desgracia, excepto por la cantidad, no hay gran diferencia, ya que la situación ha cambiado muy poco. Todavía castigan a los atletas por ejercer sus derechos constitucionales, y seguimos viendo las cosas por las que protestamos hace 50 años. Algunos miembros del público se sienten más indignados por recordarles que casi nada ha cambiado que por el hecho de que casi nada ha cambiado. Con semejante reacción, sería fácil que los atletas negros se dieran por vencidos. Pero jugadores como LeBron, Colin Kaepernick, Andrew Hawkins, Serena y Venus Williams, Eric Reid y muchos otros siguen exigiendo justicia.
Es verdad que LeBron ha cometido errores, como el intercambio mediático de 2017, después que Charles Barkley lo tildara de “llorón” e “inadecuado” por quejarse públicamente de que los directivos de Cavaliers no estaban buscando a los mejores jugadores. “No dejaré que denigre mi legado de esa manera”, estalló LeBron. “No fui yo quien lanzó a un hombre por la ventana, ni el que escupió a un niño. Nunca tuve deudas pendientes en Las Vegas. Nunca dije ‘soy un ejemplo a seguir’. Nunca me presenté en domingo a un All-Star Weekend porque estuve de parranda todo el fin de semana en Las Vegas”.
En parte, esa animosidad podría deberse a que Barkley no incluyó a LeBron en su lista de los cinco mejores jugadores de la NBA de todos los tiempos. Entiendo al atleta que juega por amor al deporte, por la admiración de sus seguidores o hasta por dinero. Sin embargo, preocuparse por un “legado” me parece corto de vista. Establecí muchos récords en mi época, pero nunca jugué para establecer marcas, porque mi legado deportivo me interesó menos que mi legado como compañero de equipo, como activista social, y como miembro útil de la comunidad. LeBron también es todo eso, así que preocuparse por un legado deportivo me parece banal.
El legado de LeBron está garantizado. Seguirá batiendo récords, incluso mi récord de anotaciones en una carrera. Y cuando lo haga, estaré presente para vitorearlo. Porque cada vez que se rompe un récord, la humanidad expande los límites de su capacidad.
El año pasado, LeBron fundó la escuela pública I Promise, dirigida a los niños más desfavorecidos de Akron, Ohio. La institución no solo contempla actividades académicas, sino que se acercará a las familias de los alumnos para proporcionarles recursos que mejoren sus vidas en los aspectos económico, emocional y educativo. Semejante dedicación comunitaria le confiere más heroísmo que meter una pelota en un aro.
Por último, la pregunta MTT que se ha diseminado en los medios como una enfermedad de transmisión sexual: “¿Quién es el Mejor de Todos los Tiempos?”. Hace un mes, LeBron se apropió del título durante una entrevista con ESPN, afirmando que lo merece porque, aunque Cleveland iba atrás tres juegos a uno, llevó a los Cavaliers a un resurgimiento inesperado ganando el primer campeonato en varias décadas. “Justo eso me convirtió en el mejor jugador de todos los tiempos”, declaró.
Es un poco decepcionante escucharlo hablar de esa competencia imaginaria. Es como debatir: ¿Cuál es el mejor superpoder, volar o la invisibilidad? Me preguntan eso un par de veces por semana, y siempre respondo lo mismo: con los años, el juego ha cambiado tanto que no existe un parámetro de calificación que tome en cuenta las variables. Así que, lo lamento, LeBron. No eres el MTT, porque es un ser mitológico. Es lo mismo que preguntar: ¿De qué tamaño es el cuerno de un unicornio?
No obstante, LeBron James es el héroe que esta generación ha encumbrado en su lista de popularidad. Nadie puede negar que se ha ganado ese sitio, y nos enriquece a todos por estar allí.
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Kareem Abdul-Jabbar fue pívot de los Bucks de Milwaukee y los Lakers de Los Ángeles durante 20 temporadas de la NBA. Conserva el récord de anotaciones, y ganó seis veces el título MVP. Desde su retiro ha escrito 19 libros, incluido Writings on the Wall: Searching for a New Equality Beyond Black and White.
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Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek