De pequeña, Guadalupe Romero no soñaba con ser ingeniera, astronauta, bombera o doctora…. ella sabía que quería ser artista: “Desde muy chica tenía esa facilidad de trabajar con las manos, de pintar y aprender todo muy lúdico; eso de quedarme quieta no me va”.
A los 17 años decidió estudiar en la Escuela de Artesanías del Instituto Nacional de Bellas Artes. Tuvo que esperar un año para entrar y conocer los distintos talleres que ahí se dan para poder decidirse por el que la enamoró, el de vitrales. Guadalupe dice que el vitral le “enseñó la luz” por eso decidió trabajar con esa técnica.
El vitral o emplomado es la técnica más tradicional para hacer vitrales: piezas de vidrios de colores ensamblados con una cañuela de plomo representan diversas figuras. Esta técnica, explica Romero, viene desde la época romántica (Siglos XI y XII), pero tuvo su auge con la llegada de la arquitectura gótica (finales del siglo XII). De ahí se empezaron a propagar por toda Europa hasta que llegaron a México en 1868.
Uno de los vitrales más antiguos de Ciudad de México se encuentra en el Colegio de San Ildefonso se llama La Bienvenida, fue realizado en 1899 por el Real Establecimiento de Baviera F. X. Zettler de Munich, Alemania, para proporcionar más luz a la circulación del lugar.
Hoy día podemos encontrar magníficos vitrales, por mencionar algunos, el del Gran Hotel de México, el cual es una pieza multicolor armada en Francia por el artista Jacques Gruber; los ubicados en el Palacio de Bellas Artes; el que está ubicado en el Palacio de Hierro del Centro Histórico; y, el Cosmovitral de Toluca, el cual consta de 45 toneladas de vidrio.
Para Guadalupe Romero, “el oficio de los vitrales ha tenido sus bajas y altas en México”, por lo que ella trata de renovar la técnica y volver a resaltar este trabajo. Entre las diversas técnicas que Guadalupe utiliza al trabajar el vidrio está el emplomado; también, se apoya en otros donde interviene la pintura al fuego, la cinta de cobre o Tiffany, la vitrografía y el laminado.
La artista mexicana participó en la restauración de los vitrales de La Parroquia del Verbo Encarnado y La Sagrada Familia, los cuales se remontan a inicios del siglo XX y se ubican en la esquina de las calles Orizaba y Puebla, de la colonia Roma en la Ciudad de México.
Recientemente, Romero presentó su quinta exposición individual “ROMPECABEZAS, donde la luz germina en doce piezas”, las cuales se tardaron casi 6 años, debido al trabajo tan exhaustivo y delicado que puso en las obras que realizó para la misma.
En esta exposición, la artista recreó 12 piezas prehispánicas, cuyos originales están exhibidos en el Museo Nacional de Antropología y uno en el Museo Británico.
“Esta exposición es un homenaje a México y nuestros antepasados, a nosotros mismos y a las raíces que algunos han olvidado, pero que expresamos a flor de piel; a un modo de saber que traemos en la sangre, al lugar que honramos y con el cual en el mundo somos reconocidos como una cultura profunda, de amplia variedad en sus formas, colores y sabores, y con un legado histórico inagotable”.
Las doce piezas que integran esta exposición, explica Romero, abarcan la mayoría de las culturas prehispánicas. “Las obras fueron reproducidas con un estilo e interpretación propios y difundiendo una forma diferente de crear arte contemporáneo basada en el vidrio.
La obra Sentimientos, reinterpretación de la “Serpiente Bicéfala”, fue la más complicada que realizó, porque para ella se tuvieron que realizar 3,830 piezas de vidrio, las cuales fueron cortadas a mano y colocadas con pinzas quirúrgicas”.
Guadalupe Romero tiene más de 20 años de carrera, pero menciona que no fue fácil llegar hasta aquí porque “no es que el gobierno no te ayude, lo que sucede que al ser artista es complicado encontrar los espacios; por lo que yo aconsejo a los nuevos artistas que tengan perseverancia y fe en su proyecto, crean en él como si fuera tu alma gemela”.