Un estudio de amplio espectro en el que los investigadores analizaron genéticamente el ADN de unos famosos pero controversiales restos humanos tanto de Norteamérica como de Sudamérica, ha revelado nuevos detalles fascinantes sobre la historia antigua de la vasta región, así como ha resuelto una prolongada batalla legal por un esqueleto de 10,600 años de antigüedad que es la momia natural más antigua del mundo.
En el estudio, publicado en la revista Science, un equipo internacional de investigadores secuenciaron 15 genomas prehistóricos —en esencia, la serie completa de genes presentes en un organismo— extraídos de los restos hallados en ubicaciones tan alejadas entre sí como Alaska y la Patagonia. Estos incluían a los esqueletos de Lovelock, los restos de Lagoa Santa, una momia inca y los restos más antiguos en la Patagonia chilena, así como el esqueleto de 10,600 años de antigüedad, conocido como la “momia de la Cueva del Espíritu”.
“A lo largo de las últimas tres décadas, hemos tenido muchos avances metodológicos, los cuales han facilitado la recuperación de ADN antiguo de restos humanos”, dijo a Newsweek José Víctor Moreno Mayar, primer autor del estudio y miembro del Centro de Geogenética en la Universidad de Copenhague. “Hoy somos capaces de obtener ADN de restos que fueron depositados, por miles de años, en marcos que hacen poco probable la preservación del ADN”.
Estas técnicas les permitieron a los investigadores rastrear los movimientos de los primeros humanos en América, revelando cómo se extendieron por la región a una velocidad “pasmosa” durante la edad de hielo, y cómo interactuaron entre sí en los siguientes milenios.
“Hoy, sabemos cosas sobre la población de América a partir de disciplinas diferentes como la arqueología, la antropología, la lingüística y la genética”, comentó Mayar. “Sin embargo, esas cosas que sabemos apenas son suficientes para construir un modelo muy simplista de cómo sucedieron las cosas.
“Dicho modelo declara que los primeros nativos americanos viajaron de Asia a Alaska en algún momento hace menos de 25,000 años y en cuanto avanzaron hacia la latitud media de América, siguieron una ruta de norte a sur, en la que algunas poblaciones se quedaron atrás en diferentes ubicaciones en momentos diferentes; después de ello, paree que las poblaciones establecidas no interactuaron mucho entre sí”, explicó él.
Sin embargo, hay indicios que sugieren que la historia es mucho más compleja, con largos períodos de aislamiento poblacional en algunos lugares y de interacción poblacional constante en algunos otros.
“La genética es una buena manera de describir estos procesos”, dijo Mayar. “Sin embargo, los genomas de los nativos americanos actuales solo son una subserie de aquellos presentes durante el asentamiento inicial. Por ello, decidimos observar los genomas de individuos que vivieron poco después de que los nativos americanos se asentaron inicialmente en América”.
De manera significativa, los resultados le permitieron al equipo descartar una hipótesis duradera de que un grupo de humanos genéticamente distintos, llamados paleoamericanos, existieron en Norteamérica antes que los nativos americanos.
“La Cueva del Espíritu y Lagoa Santa fueron muy controversiales porque fueron identificados como los llamados ‘paleoamericanos’ con base en la craneometría; se determinó que la forma de sus cráneos era diferente a la de los nativo americanos actuales”, dijo en una declaración Eske Willeslev, líder del estudio y quien tiene puestos tanto en el Colegio St. John, la Universidad de Cambridge y la Universidad de Copenhague.
“Nuestro estudio demuestra que la Cueva del Espíritu y Lagoa Santa en realidad eran genéticamente más cercanos a los nativos americanos contemporáneos que cualquier otro grupo antiguo o contemporáneo secuenciado a la fecha”.
Los restos de 10,400 años de antigüedad en Lagoa Santa —ubicada en el estado brasileño de Minas Gerais— fueron descubiertos por el explorador danés Peter W. Lund en el siglo XIX. Los hallazgos lo llevaron a desarrollar la “hipótesis paleoamericana”, la cual sugería que la famosa colección de esqueletos no podía ser de nativos americanos, a causa de la forma particular de sus cráneos, algo que el estudio reciente refuta.
“Ver las protuberancias y las formas de una cabeza no te ayuda a entender el verdadero linaje genético de una población; hemos demostrado que puede haber personas quienes se ven muy diferentes pero están relacionadas estrechamente”, comentó Willeslev.
El estudio más reciente también marca un capítulo importante en la historia de la momia de la Cueva del Espíritu, un hombre prehistórico que murió a sus cuarenta y tantos años y fue preservado naturalmente. Descubierto en 1940 en el desierto de la Gran Cuenca, su importancia no se entendió apropiadamente por 50 años. Inicialmente, se pensó que los restos tenían entre 1,500 y 2,000 años de antigüedad, pero durante la década de 1990, una nueva datación con pruebas de textiles y cabellos les dio a los huesos una antigüedad de 10,600 años.
En 1997, la tribu paiute-shoshone de la reserva Fallon —un grupo de nativos americanos ubicado en Nevada, cerca de la Cueva del Espíritu— solicitó la repatriación inmediata de los restos de acuerdo con la Ley de Protección y Repatriación de Tumbas de Nativos Americanos, afirmando que tenían una afiliación cultural con el esqueleto.
Sin embargo, la solicitud fue denegada porque el linaje de los restos estaba en disputa. En respuesta, la tribu demandó al gobierno federal, y la demanda enfrentó a la tribu contra los antropólogos quienes argumentaban que la momia debería seguir exhibiéndose en un museo a causa de su valor histórico. El caso estuvo en un punto muerto durante 20 años, hasta que la tribu le permitió a Willeslev secuenciar el genoma de la momia por primera vez.
“Se acordó que si los restos en la Cueva del Espíritu eran genéticamente de un nativo americano, la momia sería repatriada a la tribu”, dijo Willeslev.
Después de determinar que el individuo de la Cueva del Espíritu era un ancestro de los nativos americanos modernos, los restos fueron entregados a la tribu en 2016 y se llevó a cabo una ceremonia privada de inhumación previamente este año, cuyos detalles apenas acaban de ser revelados.
“Lo que me quedó en claro es que este fue un evento profundamente emocional y profundamente cultural”, comentó Willeslev. “La tribu tiene sentimientos reales por los restos de la Cueva del Espíritu, lo cual le puede ser difícil de entender a un europeo, pero para nosotros sería muy similar a enterrar a nuestra madre, padre, hermana o hermano. Solo podemos imaginar cómo sería si nuestro padre o madre fuera puesto en exhibición y ellos tuvieron el mismo sentimiento por la Cueva del Espíritu”.
La secuenciación del genoma de la momia en la Cueva del Espíritu puso fin a una larga disputa legal, pero también ha dado nueva luz sobre cómo las antiguas poblaciones humanas se movieron y asentaron a lo largo de América. Estas poblaciones a menudo se dividieron, viajando en grupos aislados más pequeños.
“Algo notable del análisis de la Cueva del Espíritu y Lagoa Santa es su estrecha similitud genética, la cual implica que su población ancestral viajó a través del continente a una velocidad pasmosa”, dijo en la declaración David Meltzer, del Departamento de Antropología de la Universidad Metodista del Sur, campus Dallas.
“Eso es algo que sospechábamos a causa de los hallazgos arqueológicos, pero es fascinante el haberlo confirmado mediante la genética. Estos hallazgos implican que los primeros pobladores eran tremendamente hábiles en moverse con rapidez a través de un paisaje que les era del todo desconocido y vacío. Tuvieron todo un continente para sí mismos y viajaron grandes distancias a una velocidad vertiginosa”.
La investigación más reciente también descubrió rastros sorprendentes de linaje australasiano en los restos de Lagoa Santa, indicando que los nativos americanos del sur tuvieron lazos antiguos con estos pueblos. Sin embargo, no se halló ningún vínculo genético australasiano en los nativos americanos del norte.
“Descubrimos que la señal australasiana no estuvo presente en los nativos americanos antes de que se dividieran las poblaciones de la Cueva del Espíritu y Lagoa Santa, lo cual significa que los grupos que portan esta señal genética o ya estaban presentes en Sudamérica cuando los nativos americanos llegaron a la región, o grupos australasianos llegaron después”, dijo Mayar.
“Que esta señal no se haya documentado con anterioridad en Norteamérica implica que un grupo anterior que lo poseía había desaparecido o un grupo que llegó después pasó por Norteamérica sin dejar algún rastro genético”.
Para Peter de Barros Damgaard, también del Centro de Geogenética, esto representa un misterio intrigante.
“Si asumimos que la ruta migratoria que trajo el linaje australasiano a Sudamérica pasó por Norteamérica, o los portadores de la señal genética llegaron como una población estructurada y se siguieron de largo a Sudamérica donde luego se mezclaron con nuevos grupos entrantes, o entraron después”, comentó él. “Al momento, no podemos resolver cuál de estas es la correcta”.
Según los investigadores, los hallazgos recientes podrían obligarnos a replantear nuestras ideas de cómo se pobló América por primera vez, sugiriendo que este proceso fue mucho más complejo de lo que se pensaba con anterioridad, tal como se esperaba.
“Hallamos que antes de moverse al sur de los glaciares que cubrían el norte de Norteamérica durante la edad de hielo, hubo muchos grupos nativos americanos que no habíamos documentado genéticamente antes”, dijo Mayar. “Luego, tan pronto estuvieron al sur del hielo, parece que los nativos americanos se extendieron y exploraron todo el continente con mucha rapidez, posiblemente en cuestión de siglos”.
“Sin embargo, ese no fue el final de la historia y parece que a partir de hace 8,000 años, hubo una segunda expansión poblacional originaria de Mesoamérica, la cual contribuyó al linaje de la mayoría de los sudamericanos actuales y también de algunos pueblos en la Gran Cuenca de Estados Unidos”, continuó él.
Mayar señaló que solo estamos raspando la superficie en términos de describir los movimientos de poblaciones diferentes en tiempos diferentes. “Nuestros resultados dejan en claro que los estudios futuros mostrarán más y mejores detalles de esta historia”, concluyó él.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek