Cada vez más personas se arriesgan a cambiar de carrera si su situación económica mejora.
Desenvolverse en un espacio de trabajo conocido, en una zona de confort que, aunque pudiera no ser ideal, satisface las necesidades económicas, vuelve más compleja la decisión de realizar un cambio laboral. Dejar lo conocido por lo incierto y posiblemente inestable no es sencillo. Sin embargo, cada vez más las personas tienen el valor de poner su vida de cabeza para encontrar un trabajo que los haga sentir felices en lugar de cómodos.
Un estudio del Indeed Hiring Lab, organización integrada por economistas estadounidenses, realizado entre 430,000 profesionales revela que, “a medida que la situación económica mejora, cada vez más gente en busca de empleo se mueve hacia el trabajo de sus sueños”.
Como coach de vida, Marcelo Rodi se dedica a ayudar a las personas a tomar este tipo de decisiones y lo hace a través del cambio de sistemas de pensamiento mediante la modificación de hábitos de salud. En entrevista con Newsweek en Español explica que muchas personas que se acercan a su consultorio están en la situación dilemática de dejar el trabajo cómodo por el de sus sueños.
“El cambio —dice— viene de la insatisfacción generada por expectativas no cumplidas. Muchas veces esas expectativas ni siquiera son nuestras: son de nuestros padres, de nuestros hermanos o de alguien más y nosotros nos las apropiamos y construimos nuestra vida y carrera profesional buscando el cumplimiento de esa expectativa porque creemos que al lograrlo seremos felices, vamos a sentirnos bien o ser reconocidos”.
Según Rodi, hay dos tipos de deseo de cambio: uno viene de una carencia (busco el cambio porque no tengo) y, el otro, de una contribución (busco el cambio porque quiero lograr algo).
“La mayoría vienen porque les falta o no tienen, y ese patrón de pensamiento, aunque construyas algo distinto, te lleva a lo mismo. Por ejemplo, cuando se tiene a un niño al que molestan en la escuela y lo cambias de colegio esperando que todo cambiará, pero en realidad lo vuelven a molestar. Eso pasa porque el patrón de pensamiento del niño es el mismo en donde sea que esté”, explica, y añade que ello aplica de la misma forma para alguien que quiere cambiar de carrera solo porque no es feliz.
Steve Jobs se despertaba cada mañana para mirarse en el espejo y preguntarse a sí mismo: “Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?”. Si su respuesta era negativa por muchos días seguidos, entonces sabía que tenía que cambiar algo. Un cambio radical de carrera profesional requiere de mucho valor, pero, según las experiencias de nuestros entrevistados, vale la pena.
LA PAZ INTERIOR: FERNANDO
Fernando tenía una carrera exitosa. Todas las mañanas llegaba a las oficinas de su empresa y comenzaba a planear conferencias, seminarios, cursos. Él era el hombre tras bambalinas. Llamar al servicio de catering, enviar las invitaciones, escoger algún recuerdo que los invitados pudieran llevarse, contratar a los meseros, las carpas, asegurarse de que los invitados especiales estuvieran a tiempo, reservar hoteles para quienes viajaban a México desde fuera y tener listos a los ponentes de la conferencias.
Al volver en las noches a su casa, Fernando llegaba completamente cansado. No tenía ganas de cocinar, así que cenaba cualquier cosa que estuviera en el refrigerador y se dormía, todo con la esperanza de que mañana fuera distinto. Pero siempre era igual.
“Sentía que no estaba haciendo nada de mi vida y que me hacía falta algo más. Empecé a dar clases en una universidad y eso me ayudó a salir un poco de la rutina, sin embargo, el trabajo no me llenaba del todo. Así pasé cerca de un año donde noté que mi paciencia y mi rendimiento ya no eran lo mismo, no estaba llegando a mis objetivos. En todos mis trabajos del mundo corporativo siempre sentí que algo faltaba”.
En 2016, Fernando tomó una decisión que se salía de la caja en la que llevaba años encerrado y se inscribió en un curso para maestros de yoga. Pensaba en mejorar su práctica, hacer más ejercicio y relajarse un poco. No se imaginaba que ese curso de yoga cambiaría su vida para siempre.
“Me encontraba trabajando en una agencia de eventos, al mismo tiempo que empezaba a dar mis primeras clases de yoga. Me empecé a dar cuenta de que me interesaba más el yoga que mi trabajo. Ir a dar clases era mi mejor momento del día, y regresar a la oficina era mi peor tormento. Ahí decidí renunciar a mi trabajo para irme a la India y hacer una segunda formación de yoga, con la intención de dedicarme de tiempo completo a esta disciplina”, cuenta, con la sonrisa de quien ha logrado dar el giro que le pedía su vida.
Tomar una decisión de este tipo no fue sencillo y cuando Fernando volvió de la India se dio cuenta de que ser maestro de yoga sería más difícil de lo que pensaba. “Cuando volví de la India me enfrente a una crisis de no tener trabajo, no tener dinero y, al mismo tiempo, me faltaba aceptar mi decisión. Cada vez que le decía a alguien que quería dedicarme al yoga, me veían raro y me preguntaban si realmente podía vivir de eso.
“Poco a poco empecé a tener más clases de yoga y me di cuenta de que eso es lo que me llena y me da una gran satisfacción, mientras que el trabajo de oficina cada día se volvía más tedioso. Así que, una vez más, decidí que si el yoga era lo que me hacía feliz tenía que continuar”.
Fernando ha sido constante, aun con las subidas y bajadas emocionales que pueda traer el mantenerse firme. Dentro de un mes se irá a la India nuevamente, esta vez no a tomar un curso, sino a “encontrarme un poco más y después me iré a vivir a Madrid con la intención de abrir una escuela de yoga”.
LA MAGIA: IVÁN
Iván Gallard guardaba en secreto que lo suyo era la magia y, sobre todo, en una sociedad que difícilmente acepta que los jóvenes quieran dedicarse a profesiones que se consideran poco exitosas, así que estudió economía. Al terminar la licenciatura trabajó en distintos bancos y en la Bolsa Mexicana de Valores, en donde muchos le decían que tenía un futuro prometedor.
Solo había un detalle importante: Iván no era feliz. Tenía suficiente dinero para ir a comer con sus amigos y para viajar, pero no se sentía satisfecho con lo que día con día hacía, y es que él sabía que lo que quería hacer era distinto.
Para Iván hacer magia es su responsabilidad social: quiere que los adultos recuperen esa capacidad de asombro que se pierde en la corriente de la vida diaria y la rutina. Por lo que hace apenas un año decidió que era tiempo de atreverse a ser feliz y lo dejó todo para convertirse en un mago profesional.
“Vivimos en un mundo que no nos sorprende, a pesar de que todo es impresionante; dentro de nuestra monotonía, ya nada nos impresiona. La magia hace lo opuesto, nos sorprende. Yo creo que nosotros creamos nuestra realidad y los límites están en nuestra mente. Mi idea es que, cada vez más, la gente se dé cuenta de esto y hagan lo que los hace felices porque qué flojera vivir toda tu vida haciendo algo que no te gusta. Yo en la Bolsa (de Valores) y en los bancos era infeliz y ahora soy muy feliz porque hago lo que me gusta”, cuenta Iván mientras sostiene un juego de cartas con el que acaba de hacer un truco que dejó boquiabiertos a la periodista y el fotógrafo.
Iván sabe que la profesión en la que se metió no es la más sencilla, ni la que mejor lo retribuirá económicamente, pero para él lo más complicado no es eso, sino el manejo del público.
“Tenemos un tiempo de retención muy corto, entonces, como mago, tienes que ser muy rápido y muy interesante. Lograr que la gente no revise sus celulares cada dos minutos es muy complicado, pero cuando lo logras hay mucha satisfacción”.
En México hay muy poca industria de la magia. Nos quedamos, dice, con el mago de frac que saca un conejo del sombrero. “Yo quiero cambiar ese concepto de mago porque la magia puede ser una experiencia muy padre que va ligada con la vida diaria de la gente. Ahora queremos un espectáculo fijo en el que el público participe mucho y que sea una experiencia. Lo que más quiero es que la gente se asombre otra vez”.
LA BELLEZA: ALFONSO
Alfonso estuvo trabajando por 11 años en el gobierno, en la administración pública. Y la mayor parte de esos años quería cambiar de profesión, el único problema: no encontraba el valor para hacerlo. “Por las circunstancias tuve que cambiar de giro y me ha ido mejor que antes. Soy mucho más feliz de lo que era antes”, cuenta Alfonso, quien ahora es estilista.
“Siempre me llamó la atención esta profesión, pero no me decidía. Desde que estaba en el gobierno me metí a estudiar para estilista. Y cuando tuve la oportunidad y la necesidad me orilló a hacer, entonces me decidí. Con el tiempo me he especializado más y me va mucho mejor que en el gobierno y lo digo en todos los sentidos: económico y de satisfacción”.
Sobre estos casos, el especialista Marcelo Rodi explica que todas las personas buscan un sentimiento, “en el momento en que determinas ese sentimiento que quieres experimentar, alineas todo para que eso ocurra. La mayoría de las veces nos damos cuenta de que ese sentimiento que buscan lo pueden encontrar a partir de hacer algo ellos para que el otro esté bien”.
Y dice sobre los entrevistados: “El mago contribuye porque crea experiencias de felicidad y entretenimiento para adultos, para alguien más; el maestro del yoga está haciendo lo mismo; y si pensamos qué es lo que te lleva de trabajar en una dependencia de gobierno a ser estilista, es que esa persona quiere encontrar un sentimiento y se da cuenta de que puede lograr esa experiencia a partir de crearla para los demás”.
Marcelo Rodi considera que las personas dan demasiado poder a las circunstancias. “Creemos que la ciudad en la que vivimos, el tráfico por el que pasamos todos los días y el lugar en el que trabajamos definen la forma en la que nos sentimos con nosotros mismos. Es importante darse cuenta de que nosotros somos responsables de todo lo que sucede a nuestro alrededor. No somos responsables del tráfico, pero sí de cómo nos sentimos por el tráfico y de lo que construimos cuando estamos ahí”.
CONSEJOS DE RODI PARA TOMAR UNA BUENA DECISIÓN
- Buscar el sentimiento que se quiere experimentar. Determinar cómo se quiere sentir, qué es lo importante para la persona, qué se quiere resolver.
- Darse cuenta de que, seguramente, eso que se busca se puede conseguir a partir de contribución y colaboración.
- Reflexionar sobre cuáles son las habilidades y virtudes para lograr contribuir. Todas las personas tienen habilidades con las que se sienten más cómodas.
- Convertirse en un experto en esas habilidades. Practicar y practicar.
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