En los últimos años, la expansión de comunidades de hombres incel (célibes involuntarios) en internet se ha convertido en el centro de atención de especialistas en psicología, comunicación y estudios de género. La atención viró hacia esta comunidad luego de dos ataques de alto perfil de miembros autoproclamados incels en Canadá e Inglaterra, que hicieron evidente el peligro de la radicalización en línea.
En un principio, sin embargo, esta comunidad fungía solo como una red de apoyo que integraba a mujeres y hombres que tuvieran inconvenientes para comenzar su vida amorosa o sexual. Aunque los miembros poseían un grado de enojo o frustración, no fue sino hasta mucho después que la comunidad se volvió más cerrada, casi totalmente masculina, y comenzó su radicalización.
El problema de estas comunidades es propiciado por distintos factores sociales y psicológicos. En muchos casos, la falta de habilidades sociales, combinada con experiencias de rechazo y una frágil autoestima, contribuye a la consolidación del sentimiento de marginación en sus miembros.
Ello, sumado a una cultura que todavía perpetúa modelos de masculinidad rígidos, genera un terreno propicio para que estos individuos atribuyan su situación a fuerzas externas en lugar de hacer frente a sus propias inseguridades.
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Según Aleix Comas, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), muchos de los hombres que se identifican como incels “presentan dificultades para establecer relaciones sociales y afectivas, a menudo por baja autoestima y problemas de ansiedad social, lo que los lleva a culpar a las mujeres de su situación”.
Actualmente, los canales y exponentes de este movimiento apelan a hombres jóvenes o adolescentes, con quienes promueven una visión rígida del género y una concepción errónea sobre las relaciones interpersonales, lo que contribuye a un rechazo hacia el feminismo y las dinámicas sociales actuales.
Un elemento fundamental para comprender la expansión de estas comunidades es el auge de las redes sociales y las plataformas digitales, que han brindado el ambiente propicio para que el fenómeno evolucione hacia una estructura global que fomenta narrativas de odio y, en algunos casos, episodios de violencia.
Además, es clave repensar la influencia de los medios de comunicación y la sociedad en general. “El discurso incel se ha integrado en una narrativa más amplia de extrema derecha, antifeminismo y supremacismo masculino. Esto hace que el problema no sea solo de unos pocos individuos, sino de una estructura social que da cabida a estas ideas”, explica Anna Clua, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC.
¿QUÉ PUEDEN HACER LOS HOMBRES INCEL?
Para evitar que este fenómeno se extienda y se consolide en las estructuras sociales, los expertos resaltan la importancia de su abordaje desde múltiples perspectivas, una de ellas, la educación emocional. “Es clave para que estos individuos aprendan a gestionar sus frustraciones de forma más sana y no caigan en dinámicas de odio y resentimiento”, apunta Comas.
La promoción de una masculinidad alternativa, menos ligada a estereotipos de poder y dominación, también podría ser una estrategia eficaz para frenar el crecimiento de este movimiento. En algunas propuestas sobre cómo abordar esta nueva masculinidad se habla de la deconstrucción, no necesariamente feminista, pero sí que permita explorar una manera más libre de ser hombre. En este sentido, se resalta la importancia de la salud mental y el combate del desapego afectivo.
Una investigación publicada en 2022 en la revista Evolutionary Psychological Science reveló que 75 por ciento de los participantes que se identificaban como incels tenían un diagnóstico clínico de depresión grave o moderada, y 45 por ciento sufrían ansiedad grave.
Además, un estudio del presente año, elaborado por la Comisión para la Lucha contra el Extremismo, del Ministerio de Interior del Reino Unido, incluyó una encuesta a 561 hombres que se identifican como incels y detectó altos niveles de percepción de victimización, ira, misoginia y problemas de salud mental entre los participantes.
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Begonya Enguix Grau, catedrática de los Estudios de Artes y Humanidades en la UOC, resalta la necesidad de implicar a los hombres en la lucha contra estas ideas. “Los hombres deben participar en la búsqueda de fórmulas para superar las violencias y las desigualdades que todavía sufrimos”, indica.
Para Clua Infante, la regulación de los discursos de odio en línea es en gran medida responsabilidad de los gobiernos, pues al carecer de un control adecuado, los espacios digitales seguirán siendo amplificadores de ideologías que normalizan el odio y la violencia.
“Las plataformas funcionan a partir de las leyes de mercado, pero la responsabilidad última es de los estados, que deben aplicar normativas efectivas para limitar la propagación de estos mensajes”, afirma la especialista.
Por último, Infante resalta la importancia de cambiar la forma en la que los medios y productos de entretenimiento tratan el fenómeno, pues alimentar el estigma de “hombres raros” afecta no solo las conversaciones cotidianas, sino también los debates públicos.
“Mientras nos centremos solo en estas cuestiones, la ideología de extrema derecha seguirá ganando terreno de representación”, concluye Clua. Una cobertura mediática más analítica y menos sensacionalista podría contribuir a desmontar los mitos que sustentan el movimiento y a ofrecer herramientas para combatirlo desde una perspectiva más fundamentada y crítica. N