La tarde del 4 de diciembre, tres hombres estaban en una mesa del restaurante Bajío, al interior de Plaza Miyana en Polanco y de la nada, dos sicarios llegaron al punto para disparar al menos diez veces a su objetivo.
Es evidente que fue debidamente planeado el atentado, si se considera que los sicarios rondaron la plaza por no menos de 10 minutos, cubriéndose como repartidores de aplicación.
Por alguna patología que no alcanzó a discernir, no pocos medios de comunicación se quedaron pasmados por horas, señalando lo lujoso de los tenis de la víctima o el logo de la hebilla de su cinturón.
Pues, el objetivo de los sicarios fue Jesús Pérez Alvear, personaje claramente vinculado a un cantante estadounidense, Gerardo Ortiz (nacido en Pasadena, California) y asociado al Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Pérez Alvear fue largamente manager de Gerardo Ortiz y de acuerdo a las investigaciones de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), lavaba dinero a través de las actividades que desarrollaba en distintas ferias mexicanas.
Leyendo un documento del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, publicado en 2018, veo que Pérez Alvear no estaba conectado con Nemesio Oseguera sino con el ramo financiero del cártel; es decir, la familia González Valencia, “Los Cuinis”. Como sabrá, Abigael González Valencia es cuñado de Nemesio Oseguera Cervantes.
El sistema consistía en inundar de dinero a todas las actividades comerciales que se daban alrededor de las ferias mexicanas en las que Pérez Alvear operaba y en las presentaciones de su representado. Con todo, el volumen de dinero no parece ser espectacular, considerando otras ramas para lavar el efectivo.
El atentado contra Pérez Alvear deja un sinnúmero de elementos para el análisis, incluyendo la participación de su empresa Gallística Diamante, también conocida como Ticket Premier en el Palenque y el Casino de la Feria de San Marcos, en el estado de Aguascalientes.
En junio de 2023, Pérez Alvear firmó un acuerdo de culpabilidad en el que llegó a un acuerdo con la Fiscalía de Estados Unidos, reconociendo que operaba a favor de CJNG.
Y en el caso de su antiguo representante, el cantante Gerardo Ortiz, tampoco están los astros alineados: en una casa que empleó para grabar un video de una canción en 2016, resultó ser asegurada por la Fiscalía General del Estado en un epicentro de CJNG, Zapopan.
Otro de sus representantes, Joel Camarena, fue detenido en febrero de 2018 en el aeropuerto de Dallas Texas por traer consigo 150 mil dólares en efectivo que presuntamente pertenecían a Ortiz, quien respondió anodinamente: “Mientras las autoridades realizan las averiguaciones correspondientes, me limito a comentar que mi trabajo es cantar y entretener a mi público”.
Menos poética fue la declaración jurada de Camarena, quien dijo haber recibido el dinero de Martín Salvador Rodríguez “Chava”, un personaje del narcomenudeo en clubes nocturnos de Texas.
Las narcomantas colocadas en algunos lugares adonde se va a presentar en México no le sirven de mucho para deslindarse, más allá de la obviedad de que vive de cantar corridos al crimen organizado.
Ahí está el caso del 25 de agosto de 2011, justo después de una presentación en un palenque en Colima, cuando viajaba junto a su equipo en una camioneta, que un grupo los emboscó y les disparó, matando a su entonces representante, Ramiro Caro y al chofer, Abel Valle Rosales. Los disparos fueron hechos con AK47 por lo que difícilmente podría pensarse que eran pandilleros con las intenciones de robarles la cartera.
En ese tenor, lo ocurrido en Plaza Miyana está conectado con Zapopan y Pasadena. Nunca mejor dicho, alguien cantará lo que sabe y parece que sabe mucho.
