Tres datos, ciertos
Dice la primera versión que alrededor de las 7 y media de la mañana del 25 de julio, se presentó un gestor de nombre Armando Ibarrola, en el Aeropuerto Internacional de Hermosillo para tramitar la salida de una avioneta con matrícula N8454Z.
La salida de la avioneta se programó para las 3 de la tarde, rumbo al Aeropuerto de Santa Teresa, en Texas. El plan de vuelo señaló como piloto a Larry Curtis Parker, con licencia 4119127 y de nacionalidad estadounidense.
Estos datos se han envuelto en una polvareda en la que todo ha cambiado, excepto tres de ellos: en el interior de la aeronave iban Joaquín Guzmán López e Ismael Zambada García quienes, custodiados por un helicóptero Apache artillado llegaron a un punto de los Estados Unidos donde los esperaba un grupo policiaco que los detendría de inmediato. Y que todo ocurrió el 25 de julio.
A partir de esos datos, la historia se ha retorcido hasta lo indecible, permitiendo establecer que pasará una larga temporada para saber realmente qué pasó. Con todo, una cosa es un hecho: las consecuencias de la llegada de Ismael Zambada García a los Estados Unidos serán irreversibles y cambiarán el equilibrio criminal de alto impacto en México.
Por otra parte, es evidente que el gobierno federal mexicano no solamente no se ha recuperado de la sorpresa, sino que su control de daños ha sido anecdótico.
El enredo y los daños
Poco más de 2 días después de la tormenta, el presidente Andrés Manuel López Obrador y su secretaria de Seguridad Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, exhibieron lugares comunes para atender una crisis de seguridad nacional.
Por su parte, Joseph Biden festejó discretamente la llegada de Zambada y Guzmán López a territorio estadounidense y su vicepresidenta Kamala Harris hizo algo similar.
Justamente en esa cuidada felicidad se confirma que la aparición de dos delincuentes mexicanos de peso completo, fue operada en Washington y no en la Ciudad de México. Y una situación así difícilmente podría cocinarse en días, por lo que es de entenderse que “haiga como haiga sido”, se planificó con cuidado.
La indiferencia y a ratos condescendencia de López Obrador hacia la cooperación con Estados Unidos en temas de inteligencia fue el marco evidente de una acción que demuestra lo que el vecino país del norte puede hacer si le colman la paciencia. Ahí queda la ocurrencia de que la DEA debía informar al gobierno mexicano de sus acciones, tras el intríngulis de la detención del general Salvador Cienfuegos en 2020.
Es un hecho que quince de las dieciséis agencias de seguridad e inteligencia del gobierno de los Estados Unidos no miran con mucho respeto a su par, la DEA. No son pocos los que creen que si la agencia en cuestión se hubiera enterado de la que se le venía a Zambada, podría haberle avisado, en esos juegos de espejos que acostumbra hacer dicho ente.
También hay que considerar que las docenas de miles de muertes en los Estados Unidos a causa del fentanilo que llega desde México, ha calado hondo en los decisores de aquella nación y como pocas veces, se juntó el hambre con las ganas de comer: la desidia del tabasqueño con la ferocidad del vecino.
Ni qué decir del todavía embajador estadounidense Ken Salazar, quien claramente no tiene idea de lo que ocurrió y que la razón de esa ignorancia es sencilla: alguien en Washington no confía en él, dada su extraña cercanía con López Obrador.
En la hermeticidad se encuentra la relevancia de lo que sucedió y lo que sucederá: desde la historia de que Joaquín Guzmán López entregó a Zambada García para beneficiar a su hermano Ovidio, pasando por la hipótesis de Alejandro Gertz Manero, en el sentido que Zambada se entregó, hasta la que recorre llameante por el país: que los estadounidenses hicieron una operación encubierta en México, aunque a ratos, lo ocurrido suena a una capitulación programada.
No hay que olvidar que algunos familiares de Zambada dejaron ese mismo día al país. La medida fue acertada, dado que se enfrentarían en desventaja a “Los Menores”, a CJNG y al gobierno federal.
No abona a la transparencia los dichos que Frank Pérez (abogado de Zambada García) le soltó a Keegan Hamilton, editor de Los Angeles Times, en el sentido que “El Mayo” fue secuestrado por seis personas que lo ataron de pies y manos, colocándole una bolsa de tela en la cabeza y lo llevaron a la avioneta.
Justamente en esta parte es donde cobra fuerza el rumor de que ese comando no era de mexicanos sino de agentes de la CIA y probablemente de algunos grupos de fuerzas especiales de las quince agencias, Infantes de Marina o del ejército estadounidense.
La especie que soltó Pérez tiene más sentido que aquella que apunta a que Guzmán López le tomó el pelo miserablemente a la última leyenda viva del crimen organizado en México y que haya sido capaz de engatusar para llevarlo a Estados Unidos.
La bomba atómica que Zambada se llevó a Estados Unidos ahí queda: hacerse testigo protegido y soltar una enciclopedia de datos que podrían arrastrar a una cantidad interminable de personajes públicos, vigentes o pasados, de los distintos Mexicos, ya sea gobernante, empresario, de la farándula y hasta de los deportes.
Las visitas a Badiraguato
De llamar la atención está la inmunidad que cree tener López Obrador cuando en su conferencia del 6 de agosto soltó que detener a los barones del crimen organizado no erradica el narcotráfico, lo que en automático permite entender por qué las cuatro órdenes de aprehensión en contra de Zambada García no prosperaron.
En estricto sentido, el no cumplir con órdenes de aprehensión es un delito, pero también permite entender que la máxima de “Abrazos y no balazos” es por mucho más profunda de lo que aparece en la superficie, en el sentido de que las fuerzas castrenses no se líen a disparos en contra de los criminales.
Pero poco después soltó otra de esas frases que ni siquiera debería arriesgar: “(El presidente Joe) Biden es muy respetuoso, y es a quien primero oí que dijo que la relación entre nosotros se iba a dar con un pie de igualdad, pero como dice la canción, ‘es más fuerte la costumbre que el amor’. No se le quita a alguno la manía de estar metiendo la cuchara en todos lados”. ¿Meter la cuchara?
Las seis visitas a Badiraguato que López Obrador ha llevado hasta la fecha y la comedida forma en que se dirige sobre la organización de Joaquín Guzmán e Ismael Zambada, puede conectarse con facilidad a dos personajes adicionales del 25 de julio: Melesio Cuén y el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha.
El gobernador Rocha ha ido soltando por goteo algunos esbozos de explicación para deslindarse de la ardiente acusación que se ha desatado en medios de comunicación, en el sentido que (nunca mejor dicho) Zambada García fue víctima de un complot, urdido por él, para entregarlo a Estados Unidos y modificar radicalmente la correlación de fuerzas criminales en México.
En ese punto entra Melesio Cuén, un personaje conocido en Sinaloa, auténtico animal político y conocedor de los laberintos del Pacífico. Todo indica que Melesio, Rocha y Zambada se conocían: el primero y el segundo eran feroces enemigos políticos.
Cuén fue herido de muerte en una gasolinera y apenas si pudo circular un poco más, según se ve en un video de vigilancia, echando tierra a la especie de que había sido ejecutado el 25 de julio, en La Presita, a 22 kilómetros de La Higuerita. El mismo video acabó con otra especie peor, difundida por ambos niveles de gobierno, en donde se señalaba que había sido herido durante un intento de robo.
A quien le caído como anillo al dedo el enredo sobre el gobernador Rocha es a Alfonso Durazo, quien veía venir una tormenta sobre él, dada su vinculación con “El Culiacanazo” y que la avioneta en la que viajaron Zambada y Guzmán López habría salido de Hermosillo.
El avión de Vizcarra
Otro personaje que señala la complejidad del entramado en juego es Jesús Vizcarra, dueño de Salud Digna, quien compitió en 2010 por la gubernatura de Sinaloa. Sigue circulando una fotografía de 1989, en la que Vizcarra e Ismael Zambada aparecen juntos en una misa.
El lío se armó de nueva cuenta en 2024, porque Jesús Vizcarra Calderón es uno de los dueños de la empresa “Servicios Ejecutivos Aéreos Viz” y él fue quien le prestó el avión al gobernador Rubén Rocha el día que desapareció Ismael Zambada de México.
Rubén Rocha Moya se ha mantenido en sus trece, señalando que cuando ocurrió la desaparición en México de Zambada, él se encontraba a bordo del avión de Vizcarra, ya que se conocen desde que éste último formaba parte del gabinete del gobernador sinaloense Jesús Padilla (2005-2010).
En 2009, Jesús Vizcarra fue alcalde de Culiacán y pidió licencia para ser el candidato del PRI a la gubernatura de Sinaloa, pero pesó mucho en su campaña electoral la sombra del crimen organizado.
Nadie duda que Vizcarra generosamente puso el avión a disposición del gobernador Rocha, de la misma manera que debe considerarse una obviedad: es irrelevante si el mandatario estaba fuera o en el estado de Sinaloa, ya que de cualquier manera podría darse la desaparición de Zambada. Una cosa no se conecta con la otra.
Los negociadores
No faltan ni dos meses para que López Obrador deje el cargo y dos gobernadores subordinados claramente a él, quedan en la nube que difícilmente se disipará: Rocha Moya y Durazo. Con todo, hay un fantasma en la habitación: la muerte del diputado federal electo Héctor Melesio Cuén Ojeda.
La figura de un negociador con la delincuencia organizada, siempre ha existido en México. Todos los Presidentes han tenido uno o varios y el tema obvio, es que verdaderamente funcionen para preservar un mínimo de gobernabilidad. Parece que este no es el caso.
Otro punto que empeora la situación es “el comunicado” de Zambada García, que ni siquiera firma con su nombre sino como “Ismael Mayo Zambada”, que trae todo el tufo de un documento planchado en Washington para operar un guión que luce preparado en algunas oficinas de inteligencia y no en un tribunal.
En todo este enredo, queda claro que Ismael Zambada ha sido fiel a su imagen de negociador e interlocutor confiable entre criminales y gobiernos, algo que no es único: ahí está el caso de Juan José Esparragoza. Esta condición deja una incógnita gigantesca sobre la mesa: si ya no hay negociador por parte del Cártel de Sinaloa, ¿qué pasará con la fracción de “Los Menores” y su estilo radicalmente alejado del de Zambada?
Así, sólo caben dos certezas para el futuro: la primera es que Ismael Zambada está luchando a contrarreloj, no tanto por el interminable juicio que le espera sino porque su salud le está impactando decisivamente; la segunda es que en todo esto hay un ganador: CJNG.
Nadie sabe qué pasa
A la fecha, el comunicado que da fe de la “llegada” de Ismael Zambada y Joaquín Guzmán López a los Estados Unidos señala que “se trata de la culminación de una investigación conjunta de Seguridad Territorial y del FBI contra el Cártel de Sinaloa”. Difícilmente podría señalar que fue acción de las dieciséis agencias en territorio extranjero.
El documento echa tierra a las declaraciones del embajador Ken Salazar y deja la rendija abierta de que algo se cocinó en Washington.
Por otra parte, el 12 de agosto, la Fiscalía de Sinaloa declinó su competencia para continuar con las investigaciones relacionadas con el caso y el asesinato de Héctor Melesio Cuén Ojeda, pateándole el balón a la Fiscalía General de la República.
La gobernabilidad en Sinaloa pende de un hilo. Si “Los Menores” deciden incursionar en los intereses de los leales a la causa de Zambada García, se generará un avispero parecido al que derivó en la incubación de CJNG, tras la muerte de Ignacio Coronel.
Ninguna detención de un mando criminal en la historia de México ha demostrado que funcione para detener el tránsito de mercancías ilegales o disminución de violencia. No existe un solo caso así.
Es evidente que da igual si fue traición o entrega voluntaria del último gran líder criminal en México. Su llegada a los Estados Unidos no reducirá un solo muerto o un solo gramo de fentanilo: más bien, enturbió aún más las aguas de la violencia y la ingobernabilidad.
Larry Curtis Parker, el piloto estadounidense que “apareció” en la avioneta para llevar a Joaquín Guzmán López e Ismael Zambada a Estados Unidos, le pidió a López Obrador “que limpie mi nombre y reconozca públicamente que no tuve absolutamente nada que ver con este incidente. Amo al pueblo mexicano y al gran estado de Sonora”.
Para la anécdota queda un dato: según el gobierno mexicano, Zambada y Guzmán López llegaron a Estados Unidos en una avioneta Cessna 205, al tiempo que la aeronave asegurada por las autoridades estadounidenses es una Beechcraft King Air bimotor.
Las guerras que vienen
Mientras tanto, siguen en libertad Iván Archivaldo Guzmán Salazar y Jesús Alfredo Guzmán Salazar, así como el hermano de Joaquín Guzmán Loera, Aureliano.
Zambada fue el último de los barones del crimen organizado que prefirió negociar que ejecutar y su palabra era suficiente para que las cosas funcionaran, sin omitir que este personaje podría pasar desapercibido adonde fuera. Jamás se movió en el lujo.
Estos elementos son esenciales para entender que habrá una guerra que tendrá distintos frentes y lógicas:
“Zambadas vs. Menores”
Se contarán por cientos a los delincuentes leales a Zambada que no van a querer ser dominados por “Los Menores” y mucho menos por CJNG. Esos leales tienen dos opciones: hacer sus propias pandillas y pelear territorios o, crear un movimiento como se generó con La Resistencia a la muerte de Ignacio Coronel.
Un movimiento como La Resistencia tiene todo sentido, habida cuenta que hay cuadros leales a Zambada con mucho mayor poder que Aureliano Guzmán.
“Sinaloa vs. CJNG”
La única entidad federativa que por décadas perteneció al Cártel de Sinaloa fue Sinaloa. No hay otro estado que haya estado bajo el control de un solo cártel. Es perfectamente posible que cualquier organización criminal desee ingresar a Sinaloa a plantar cara.
En este momento, la organización que tiene la capacidad para hacerlo es CJNG y los modos son variopintos: a sangre y fuego o, comprando las voluntades de “Los Menores”.
“Sinaloa vs. Sinaloa”
Viene un choque cultural y social en el estado de Sinaloa. Seguramente se trata de la colisión más extrema de lo que va del siglo XX. La caída de Zambada es equivalente a la migración de la vida analógica a la vida en Internet, pasando de los códigos y estilos de manejar a un cártel como empresa a dirigirla como un mero negocio.
Es un hecho que los rostros de Zambada y Guzmán Loera seguirán manejándose en el imaginario colectivo de la entidad, pero de ahí a que se manejen sus códigos hay un horizonte de distancia, para mal.
Un trofeo demasiado caro
Más allá de que si Zambada pactó su entrega o fue traicionado (ahí está el tema que seguramente será atendido en el futuro por alguna televisora), Estados Unidos gana el símbolo. Joseph Biden se va con la cara en alto de que fue el mandatario que llevó a Zambada a su celda. No más.
CJNG es el ganador de esta contienda. La caída del último gran barón del Cártel de Sinaloa despeja el camino hacia la feudalización de una notable porción del país. No se duda que en algún momento, gente de CJNG hubiera facilitado las cosas para que Zambada fuera vigilado sin siquiera sospecharlo.
En ese sentido, CJNG tiene todo el perfil de experimentar exactamente lo mismo que dio origen a su marca: se están construyendo las bases para que nazca un nuevo cártel con igual o mayor nivel de sadismo e influencia en México.
Así, se queda la ferocidad como argumento de mercado. Y en semejantes condiciones heredará Claudia Sheinbaum un país en guerra. La peor parte es que este baño de sangre no detendrá en nada al fentanilo que exacerbó su incubación. Es el costo de la factura para que Washington se quedará con su trofeo de 76 años de edad, a menos que le falten otros, claro.
Sobre el autor
Mauricio Saldaña es licenciado en Ciencias Políticas, maestro y doctor en Administración, así como doctorante en Criminalística y Ciencias Penales. Autor de una treintena de libros, entre sus investigaciones publicadas más recientes destacan: Agreements: The negotiators between organized crime and the State; The month before the elections: May (2024-2008) Are executions increasing?; Criminal income criteria about Cartels, Clans and High-impact gangs in Mexico and, Numerical analysis of sexual slavery in Mexico. Es uno de los tres especialistas mexicanos que, por separado y con metodologías distintas, han producido una estimación de cuántas personas trabajan para la delincuencia organizada en el país.
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