América Latina ha sido el espacio de muchos episodios de tristes recuerdos. Una de las caras de los líderes que abandonan las razones de Estado para convertirse en dirigentes de movimientos, ideologías, partidos políticos…, comulgan en la agresividad y narcicismo; la violencia, la transgresión a los derechos humanos, torturas, asesinatos de opositores políticos, desaparición de personas…
Da pena con la hermandad de países como República Dominicana con Rafael Trujillo, azotó 30 años al pueblo bienhechor. Sin olvidar a Nicaragua con Anastasio Somoza, quien ejerció el poder, en combo, entre los años 30 y 50 del siglo XX, y su hijo del mismo nombre lo sucedió hasta finales de los años setenta. En Chile, Augusto Pinochet, que mostró al mundo cómo las bayonetas someten a las ideas, lo padeció el pueblo compasivo chileno. Argentina no puede quedarse atrás con Jorge Rafael Videla, todo un caso de vergüenza política, última dictadura castrense que lideró Argentina. Una de las polémicas más abrumadoras, sin duda, es Cuba, Fidel Castro, un líder promocionado como revolucionario con la consecuencia del poder absoluto que le ha concedido el pueblo caritativo cubano. Una de las narrativas que faltan a la verdad son las polémicas falacias de Nicolás Maduro, sucede a Hugo Chávez, una verdadera calamidad para la democracia.
Sus narrativas construyeron un discurso envuelto en nacionalismos, con sentidos antiimperialistas, metáforas contra la opresión extranjera con la bandera de defender los intereses nacionales. Se suben en la escalera, excepto Pinochet, del marxismo, por la avenida de la retórica trasnochada de la izquierda analfabeta funcional. Sus predicados se paran en la estación de la modernización y logran el desarrollo con birrete de manipulación ideológica, presumen la estabilidad económica y política, la venta de avances en todos los ámbitos, la totalidad son pistoleros contra las libertades civiles.
Predican contra las elites de los poderes, como una promesa reivindicativa para la bondad del pueblo que solo espera que “Tlatoani” los bendiga. Son, ultraconservadores, la derecha (¿) los enemigos del colectivo golpean sin límites mediáticamente para tranquilidad de la porra. Casi siempre se hacen socios de esos “neoliberales” y siguen arengando con mentiras como la famosísima “Justicia social y redistribución de la riqueza”, que siempre queda en la justicia para los suyos; la distribución queda en familia. Nunca cumplen estas promesas, ¡la oratoria de justicia social es siempre una trampa para ganar apoyo popular! “los pobres entre más analfabetos más apoyan…” (crestomatía de la mañanera).
Podemos inferir, estas narrativas no muestran los propósitos reales de políticos dictatoriales, en toda su estratificación, lo que dejan en la escena política es la propaganda para la legitimación de sus poderes metaconstitucionales. Vivir como Carlos Slim, pensar como Carlos Marx. Marx en América Latina es una mixtura entre el pensamiento eurocéntrico y el marxismo europeo con discurso antiimperialista y la herencia colonial del desarrollo capitalista, comparaciones raciales y lucha de clases.
Al final del día se muestra en el mundo un éxodo marxista. La ecuación es simple, todo intercambio genera mercado, el odio de “zurdos” trasnochados y enajenados. Al mismo tiempo el empuje de militarismo como una pauta política. Las líneas paralelas tienen un momento que se cruzan, el marxismo y el neoliberalismo son caras diversas de la política y de la economía. No son comadres, ni amigas, son opuestas, empero, tienen lugares comunes. Ocurre lo mismo que con fe y razón que no son contrarias, la persona tiene la cartografía sobre la que el otro transita, es la fe, pues la ciencia sin fe pierde el polígono. Se requieren valores para poder entenderlo. Marxismo y neoliberalismo tienen su eje en el sistema capitalista, claro, con representaciones disímiles. Dos voces que pueden dialogar si parten de que los une la sociedad, el ser humano, las formas de producción… Por un lado, la explotación que narra Marx, de una época sin leyes laborales; por otro, la libre competencia y la propiedad privada, los méritos, el conocimiento especializado, leyes laborales garantistas…
En la globalidad y desigualdad, los neoliberales han mostrado las mejores experiencias, pruebas del desarrollo como avenidas reales y no falsedades. Se impone sin violencia ni falacias aperturas de mercados y reducción de barreras comerciales, posibilidades para la experiencia, la especialización, los méritos; un Estado conductor de comunidades libres, autónomas, en sus economías, creencias, utopías…
En la esquina de enfrente la interpretación “a modo” del materialismo histórico, la labia populista de la desigualdad, la insistencia habitual de odio contra los que cultivan sus patrimonios…, un Estado gendarme que dictamina y raciona comida, prohíbe opiniones, religiones…, sin propuestas reales de acciones de beneficio colectivo.
El Estado del siglo XXI deberá proponer la mejor y más amplia participación de la sociedad en la toma de decisiones.
El odio matutino del presidente López Obrador al neoliberalismo es inentendible, por la tarde decide sobre el capital de la hacienda pública que no es de él, es del “Pueblo bueno”.