En cuanto sale el sol, decenas de personas acuden a la costa del sur de la Franja de Gaza: algunos aprovechan la tregua entre Hamás e Israel para darse un chapuzón, otros necesitan el mar para lavarse o alimentar a sus familias.
En una de las playas del estrecho territorio palestino —situado entre Israel, Egipto y el Mediterráneo—, los niños de la familia de Samia se divierten en la arena. Sin embargo, esta treintañera que no quiere dar su apellido tiene un objetivo: lavar la ropa de los pequeños tras 48 días de bombardeos.
Los bombardeos y el desplazamiento de más de 1.7 millones de personas en la Franja de Gaza, de apenas 41 kilómetros de largo, hicieron de la comida y el agua algo “prácticamente inexistente”, según la ONU. Tras una semana sin combates, tratando de reponer las reservas de alimentos, agua potable y gas para cocinar, Samia se apresura a lavar ropa en un balde de agua salada.
“Puede que no prolonguen la tregua”, dice preocupada esta palestina de Beit Lahya, en el extremo norte de la Franja de Gaza, que se aloja actualmente en una escuela de la ONU en Deir el-Balah, junto a su marido y sus cinco hijos.
“SALIMOS AL MAR, AUNQUE LOS BARCOS ISRAELÍES NOS DISPAREN”
Alrededor de Samia y su familia, decenas de jóvenes se bañan, riendo y salpicándose. Walid Sultan, en cambio, no vino para divertirse. Este pescador de 22 años, también desplazado de Beit Lahya, no aguantaba más lejos del mar. Así que tomó prestado el barco de un amigo y salió a pescar.
“Salimos al mar aunque los barcos israelíes nos disparen porque queremos llevar pescado a nuestras familias o venderlo para ganar algo de dinero”, explica a AFP.
El 7 de octubre, Hamás, en el poder en Gaza, lanzó un sangriento ataque en el sur de Israel que dejó 1,200 muertos, en su mayoría civiles, y secuestró a unas 240 personas, según las autoridades israelíes.
Israel respondió con una ofensiva principalmente aérea y terrestre, pero también marítima desde el Mediterráneo, que hasta el inicio de la tregua el 24 de noviembre había dejado más de 15,000 muertos, también en su mayoría civiles, en la Franja de Gaza, según el gobierno de Hamás. Incluso antes de esta guerra, la quinta en 15 años en Gaza, pescar significaba a menudo ponerse en peligro.
Israel limitó la zona de pesca a un máximo de 15 millas náuticas (unos 28 kilómetros) de la costa de Gaza, como parte del estricto bloqueo impuesto cuando Hamás tomó el poder en 2007. En ocasiones, los pescadores afirman haber sido blancos de disparos incluso estando más cerca de la costa.
GAZA APRUEBA LA TREGUA PARA PESCAR
Walid Sultan insiste en que salió para “encontrar todo lo que había perdido en Beit Lahya”. “Tenía una red de pescar, un barco y un motor, todo fue destruido”.
Desde entonces, “la vida ya no tiene sentido. La vida, la muerte… da lo mismo”, afirma. Otro pescador, Fayez Musleh cuenta que no se atreve a ir más allá de una milla náutica.
Todas las mañanas, el portavoz del ejército israelí Avichay Adraee recuerda en un video colgado en Internet que “está prohibido hacerse a la mar”, en árabe. El jueves por la mañana, el ejército israelí volvió a afirmar que tuvo que recurrir a “disparos de advertencia contra varias embarcaciones palestinas que violaron las restricciones de seguridad”.
Un funcionario del gobierno de Hamás, bajo condición de anonimato, denunció “múltiples violaciones de la tregua”. Wael Ahmed, palestino de 48 años, teme el fin de este acuerdo. “Queremos recuperar nuestras vidas y que nuestros hijos vivan en paz”, afirma. N