En Copenhague, considerada una de las ciudades más seguras del planeta, destaca un par de peculiaridades muy visibles: la gran cohesión social y la brecha de riqueza relativamente estrecha. Esta urbe, capital de Dinamarca, en 2021 recibió el título de la ciudad más segura del mundo que otorga el Índice de Ciudades Seguras de The Economist Intelligence Unit. Un factor clave es su baja tasa de criminalidad, actualmente en su nivel más bajo en más de una década.
El alcalde de Copenhague, Lars Weiss, dice que esta es una ciudad mixta y segura donde tanto el asistente de limpieza como el director ejecutivo se encuentran en el supermercado y tienen a sus hijos en la misma escuela. Esta es una de las piedras angulares de la cultura danesa y contribuye en gran medida a los altos niveles de confianza y seguridad de los que se beneficia la población.
Si bien Copenhague también es una de las ciudades más prósperas del orbe y, por ende, de las que más inversión pública efectúan, las urbes no tan opulentas podrían ser capaces de conjuntar esfuerzos para prevenir los delitos con acciones como eliminar los espacios abandonados y mantener una buena limpieza en el entorno.
EL SENTIDO DE PERTENENCIA HACE UNA CIUDAD SEGURA
“Es clave que la ciudadanía tenga la capacidad de identificarse con el espacio en el cual vive”, opina Vicens Valentín López, profesor del Master Universitario Ciudad y Urbanismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y miembro de la Red Internacional para la Innovación en Seguridad (RISE). Consultado por Newsweek en Español, Valentín considera que el sentido de pertenencia es básico para que, como individuos, la población tenga conciencia de en qué lugar vive.
“Porque esa identificación con nuestras ciudades y barrios aumenta nuestra percepción sobre lo que acontece en ellos: sabemos con quién vivimos, conocemos los problemas que compartimos y somos capaces de identificar los peligros y avanzarnos a ellos”, reflexiona.
El sentido de pertenencia a un lugar hace que las personas tengan también sentido de pertenencia a un colectivo (vecinas y vecinos), y eso las empodera como individuos y facilita que sean activos ante cualquier problemática, agrega nuestro entrevistado: “El empoderamiento dificulta la actividad de aquellos que pretenden utilizar nuestro espacio de convivencia como escenario de sus actividades, ya sean estas relacionadas con grandes o pequeños delitos, con grandes o pequeños conflictos o con la apropiación de nuestro espacio para modificarlo, como sucede hoy día con los procesos de gentrificación ligados a las grandes inversiones y a grandes especuladores”.
FACTORES URBANÍSTICOS CONTRA LA INSEGURIDAD
En 2019, una investigación de amplio espectro realizada en la Ciudad de Nueva York, en Estados Unidos, demostró que instalar luces en las calles puede ayudar a reducir en 36 por ciento la tasa de criminalidad durante la noche y en ambientes al aire libre. Empero, de acuerdo con el especialista consultado, otros factores urbanísticos pueden intervenir en la prevención de delitos y en el aumento de la seguridad.
En este tenor, la vigilancia natural, la que los vecinos realizan de manera ordinaria, es un factor muy importante para la prevención del crimen, pues el uso común de los espacios públicos genera autovigilancia. Jane Jacobs, divulgadora científica canadiense y teórica del urbanismo fallecida en 2006, desarrolló el concepto de vigilancia natural, el cual considera que el sentimiento de pertenencia de la ciudadanía y la actividad ciudadana generan seguridad: una especie de control espontáneo del ambiente urbano por parte de la propia población. Vicens Valentín indica que “una buena mezcla de usos (comercial, residencial, recreativo, etcétera) y de actividades diversas produce una autovigilancia constante, ya que implica la presencia de usuarios diversos en distintos momentos”.
URBANISMO FEMINISTA PARA UNA CIUDAD SEGURA
Mientras tanto, los diagnósticos de seguridad con perspectiva de género son herramientas de participación y debate sobre la percepción de la inseguridad en el espacio público. Estas auditorías son imprescindibles para empoderar a las mujeres y actuar en ese medio. Y también suponen un canal de comunicación entre la ciudadanía y el gobierno en turno.
“Las propuestas de mejora de la ciudad con perspectiva de género del urbanismo feminista están muy vinculadas con el ambientalismo que inició Jacobs y han tenido un desarrollo espectacular a escala global, sobre todo a través de las auditorías de género”, explica el urbanista de la UOC. “También en propuestas de prevención de la violencia, en las cuales se sustituye la criminalidad por la violencia, provocando un cambio de enfoque: del ilícito penal (del crimen) a las víctimas”.
Por otra parte, uno más de los factores que logran que una ciudad sea más segura es que los planes de desarrollo urbano eviten que se construyan espacios habitacionales cerrados o protegidos del mundo exterior (el cual se percibe como una fuente de inseguridad), porque, opina el experto, conducen a la exclusión y producen conjuntos residenciales cerrados o espacios encerrados en sí mismos.
OTRAS PRÁCTICAS QUE INHIBEN LOS DELITOS
Mientras tanto, prestar atención a las estaciones, terminales, paradas, apeaderos, etcétera, es otra de las prácticas que inhiben los delitos. Explica el urbanista: “Los lugares utilizados por usuarios temporales (estaciones del metro, puntos de transbordo, paraderos) son más vulnerables que otros al crimen a causa del bajo sentido de pertenencia de los usuarios”. Por eso “hay que considerar estos lugares con mucha atención”.
A su vez, la eliminación de los espacios abandonados y convertirlos en comunitarios, así como el mantenimiento y la limpieza del entorno, son disuasorios. El desafío de esta propuesta es mejorar la prevención del crimen, pues “los espacios abandonados sin vitalidad, indefinidos o aislados deben evitarse porque el vandalismo y la criminalidad suelen concentrarse en estos lugares”.
De acuerdo con nuestro entrevistado, también es necesario emprender actividades de mantenimiento y control del entorno para prevenir el decaimiento: “En caso de que ya esté presente, entonces es necesario supervisar cuidadosamente las zonas deterioradas y empezar acciones de recuperación”.
Una alternativa más que contribuye a tener una ciudad segura es la clarificación de los espacios peatonales. Vicens Valentín opina que una red urbana continua y un plan de zonas públicas mejoran la orientación de los usuarios y su percepción de la seguridad: “Una buena visibilidad de los espacios peatonales y de los recorridos alrededor de los edificios y a través de las calles favorece la prevención del crimen y aumenta la prevención de seguridad”. Por ello, se considera primordial una buena iluminación en las avenidas, porque es un elemento disuasorio para los delitos.
ESPACIOS POTENCIALMENTE PELIGROSOS
Asimismo, es menester poner atención a los elementos provisionales que a diario se presentan en el ambiente. Sitios en construcción, desvíos, vallas temporales, conos viales y otros componentes no solo producen incomodidades a la población, sino que también dan origen a espacios potencialmente peligrosos. “Tanto los arreglos provisionales como los lugares en obras y los cercados, cercanos a los espacios utilizados, han de planearse en términos de seguridad”, acota el profesor de la Universitat Oberta de Catalunya.
En tanto, pese a la polémica en torno a su uso, las cámaras de videovigilancia no deben menospreciarse como un elemento más de seguridad: “La vigilancia electrónica (circuitos cerrados de televisión) es una respuesta preventiva a una planificación insuficiente”, comenta Valentín López. “Es útil tan solo cuando es parte de un plan de seguridad general. Se ha demostrado, por ejemplo, que la instalación de cámaras no ha logrado hacer disminuir la criminalidad en un espacio vigilado. Esta vigilancia simplemente ha trasladado la actividad delictiva a la periferia no vigilada de ese espacio”.
VIVIR EN CIUDADES CON CRIMEN
Cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) exhiben que 60 por ciento de las personas que viven en ciudades de países en vías de desarrollo han sido víctimas de la delincuencia por lo menos una vez en los últimos cinco años. De acuerdo con el organismo internacional, la urbanización ha sido acompañada por un aumento en los niveles de delincuencia, violencia y desorden, y han convertido a Latinoamérica en la región más afectada por la criminalidad en el mundo.
En un informe titulado “Violencia e inseguridad en las ciudades”, la ONU expone que la creciente violencia y la sensación de inseguridad que enfrentan diariamente las personas que viven en ciudades es uno de los principales desafíos en el mundo. En algunos países —añade— la delincuencia y la violencia han aumentado por la proliferación de armas, el abuso de sustancias y el desempleo juvenil.
Igualmente existe una correlación entre concentración de población, violencia y delito, agrega Naciones Unidas. Las ciudades con mayor densidad de población muestran altos índices de criminalidad violenta (homicidios, lesiones, violación), aunque el predominio de la población urbana y el incremento en el número de ciudades no son causales o factores del incremento de la violencia.
EL URBANISMO COADYUVA A UNA CIUDAD SEGURA
Así, entonces, ¿el urbanismo de qué forma coadyuva a que una ciudad sea más segura? Responde Vicens Valentín: “Hay quien piensa que el urbanismo es el problema, pero también la solución, a los comportamientos sociales asociados con la criminalidad. Por un lado, los que creen que a través de la planificación del espacio es posible modificar las dinámicas sociales e, incluso, las derivas del modelo económico capitalista; y por otro, los que piensan lo contrario. Ambas posiciones tienen parte de razón, pues el concepto de urbanismo tiene un carácter polisémico”.
Por esa razón, “solo el trabajo conjunto con otros actores sociales y políticos puede hacer posible un cambio real y una reducción de la criminalidad. En ese sentido, el urbanismo puede aportar conocimiento para influir en determinadas formas de planificación que ayuden a mejorar la vida en los barrios y en las ciudades. Si desde el urbanismo se trabaja en ese sentido, en la mejora de la vida de las personas, se puede ayudar a mejorar la inseguridad”.
En otro informe, titulado “La planificación urbana juega un papel importante en la prevención del crimen”, la ONU concluye que las causas del crimen son diversas, pero que hay una relación entre la inseguridad y el diseño, planificación y gestión urbana deficientes.
AQUÍ NO HAY NADIE QUE CUIDE ESTO
Por ejemplo, las actividades delictivas tienden a ser más agudas en lugares donde no hay suficiente alumbrado público, en terrenos baldíos o en edificios abandonados. También, en calles con difícil acceso, así como en áreas poco vigiladas o con reducida visibilidad en donde es fácil esconderse.
En resumen, explica Naciones Unidas, los espacios urbanos en malas condiciones envían una clara señal: aquí no hay nadie que cuide esto. Por el contrario, cuidarlos y utilizarlos envía un fuerte mensaje de mejora social y es una estrategia de disuasión del crimen.
—¿Por qué las grandes ciudades son tan atractivas para los delincuentes? —preguntamos a Valentín.
—Las zonas urbanas concentran una mayor actividad delictiva que las zonas rurales. Y la respuesta está vinculada a un sencillo problema demográfico: hay más actividad delictiva allí donde hay más oportunidades de delinquir. Por ese motivo, en zonas urbanas de gran concentración demográfica habrá más actividad delictiva que en una pequeña ciudad. La concentración de población en un territorio genera más oportunidades para las actividades delictivas, como sucede con los grandes centros turísticos.
“Pero maticemos. Los problemas y complejidades de la vida urbana se extienden como una mancha de aceite por todo el territorio a través de sus relaciones sociales, económicas y por sus vías de comunicación. Podríamos afirmar que, al igual que los paraísos perdidos, la vida rural idealizada y alejada de lo urbano solo pervive en nuestra nostalgia”, concluye. N