“Pintar paredes de verde, es decir, cubrir de plantas este tipo de espacios y llamarlos ‘jardines verticales’, no significa que sean espacios verdes; en realidad, ese paisaje no tiene ningún tipo de beneficio para las ciudades porque no existe en ellos una estrategia sostenible”, explica la arquitecta urbanista Elena Tudela Rivadeneyra en entrevista con Newsweek en Español.
Una ciudad inteligente que tiene como objetivo ofrecer una buena calidad de vida no solo debe tomar en cuenta la movilidad urbana, el transporte público sostenible, mobiliario urbano práctico y niveles de polución controlados, sino poner a disposición de los ciudadanos espacios verdes con base en políticas responsables con el medioambiente.
“Los llamados jardines verticales muchas veces son solamente cuadros verdes”, añade Tudela Rivadeneyra. Una ciudad inteligente, explica, debe crear espacios verdes en función de redes de terrenos que a su vez se interconecten. Con ello se debe tomar en cuenta que no basta con sembrar árboles en un parque o un terreno baldío.
La también maestra en diseño urbano explica que, a la hora de crear un espacio verde, debe haber criterios de valoración. Esto significa escoger cuidadosamente el tipo de vegetación acorde con el tipo de ciudad y prever cuánta agua se necesitará para la flora porque hay urbes donde la escasez de esta es constante.
A su vez, se debe considerar qué tipo de mantenimiento requerirán las especies, el costo de este y cuáles serán los beneficios que aporte el espacio verde. Además, se debe tener presente que las plantas deben tener la capacidad de adaptarse a la zona.
EL PRINCIPAL ERROR DE LOS ESPACIOS VERDES
Las llamadas redes de espacios verdes funcionan también para reconocer los sitios que pueden prestarse fácilmente a la polinización, donde las abejas puedan acercarse, y también las aves. Además, que ambas especies puedan realizar una continuidad en la polinización, es decir, que no se fragmente su recorrido y, por el contrario, logren transitar su trayecto de forma natural de un espacio verde a otro.
Un error que se presenta comúnmente cuando se crean espacios verdes es que, después de una temporada, pueden terminar en malas condiciones. Cuando esa infraestructura verde se debilita, no se logra el objetivo de beneficiar a la población a través de una conexión con el medioambiente.
“En el caso de México, el problema es que pocos espacios están logrando su potencial completo. Ello no quiere decir que no sean valiosos e indispensables, pero se encuentran incompletos por no mantener al cien por ciento los servicios ecosistémicos”, señala la experta en urbanismo ecológico.
Tudela Rivadeneyra es enfática al señalar que un espacio verde debería tener pasto; empero, en una región como la Ciudad de México es imposible que ello se logre porque consume una gran cantidad de agua.
Asimismo, en la creación de un espacio verde es imperativo tomar en cuenta el tipo de suelo con el que se cuenta antes de comenzar con el proyecto. “Muchas veces se adquieren especies que requieren mayor o menor humedad y puede llegar a contrastar con el lugar, lo que lleva a la pérdida de fortaleza de la vegetación e incluso a la pérdida de especies o a ponerlas en peligro de extinción”, añade la arquitecta.
PLAGAS QUE AFECTAN LOS ESPACIOS
La experta urbanista pone como ejemplo la planta llamada “pata de elefante”, endémica de regiones como Oaxaca y Puebla y que actualmente está considerada como amenazada en la Norma Oficial Mexicana NOM-059-Semarnat-2010. Ello porque la han sacado de su hábitat para comercializarla de manera ilegal y han disminuido el número de plantaciones que crecen lentamente y pueden vivir hasta 500 años.
Por el contrario, los eucaliptos que se siembran en diversas zonas urbanas, lejos de contribuir al espacio verde, secan la tierra. “Al final del día son plagas que afectan los espacios, por ello es necesario repetir que no se trata solamente de sembrar cualquier árbol en donde sea. Siempre debe haber una estrategia”, explica.
Tudela Rivadeneyra también comenta que los espacios verdes pueden surgir a su vez en casas particulares, siempre y cuando cuenten con jardines, pasto y árboles, en donde aves y abejas puedan acercarse y desarrollar libre y fácilmente la polinización.
En tanto, para el ecónomo y maestro en urbanismo Salvador Rosas Barrera, los espacios verdes no solo repercuten en la calidad de vida de las personas, sino también en la competitividad misma de la ciudad.
“Muchas urbes en el mundo, principalmente las que componen a los países avanzados, consideran los espacios verdes no solo como construcciones de confort de las poblaciones, sino también como parte de la sostenibilidad del desarrollo humano”, comenta Rosas Barrera en entrevista con Newsweek en Español.
INVERSIÓN Y ELECCIÓN DE ESPACIOS PÚBLICOS
El urbanista asegura que estos espacios no pueden reducirse a parques y jardines públicos. Indica que es preciso recordar la existencia de las azoteas verdes o las áreas agrícolas urbanas, es decir, la siembra de especies de legumbres o plantas dentro de espacios urbanos “que hacen una ciudad más atractiva y confortable. Incluso estos espacios ayudan a combatir el fenómeno de la ‘isla de calor’ —acumulación de calor en las urbes— y pueden bajar entre 2 y 4 grados la temperatura”.
Al hablar de inversión económica en espacios verdes, Rosas Barrera apunta que los países desarrollados sí realizan altas financiaciones en “enverdecer las ciudades”. De hecho, explica, “la Unión Europea tiene programas sumamente ambiciosos para generar ciudades verdes e inteligentes al mismo tiempo”.
En 2020, la Unión Europea lanzó el “Acuerdo por una Ciudad Verde”, donde los alcaldes y líderes de los gobiernos locales se unieron en torno a una visión común de “un mejor futuro urbano”, según la cual, en 2030, las ciudades serán lugares atractivos para vivir y promoverán la salud y el bienestar de los ciudadanos a través de espacios verdes.
“Todos los ciudadanos respirarán aire limpio, tendrán agua limpia y acceso a parques y espacios verdes, a la vez que se reducirá la contaminación acústica. La economía circular será una realidad y los residuos se habrán transformado en recursos gracias a la promoción de prácticas de reutilización, reparación y reciclaje”, indica la Unión Europea en el acuerdo.
EL COSTO MÁS GRANDE DE UN ÁREA VERDE ES EL POLÍTICO
Sin embargo, este tipo de iniciativas no se presentan en naciones pobres, donde la inversión es baja o nula, agrega el maestro Rosas Barrera. “Existe mucha intención de poder mejorar el entorno urbano, pero los recursos económicos son bastante limitados”.
Además, menciona Rosas Barrera, a la hora de pensar construir un espacio verde también existe la pugna de usos de suelo que hace que predominen o se elijan los usos más rentables, como lo serían los espacios habitacionales, de oficinas o bodegas.
Sin embargo, “el costo más grande de un área verde es el político, es decir, que exista la voluntad de crearlo, porque, como se sabe, el Estado es quien tiene el derecho a darle destino al suelo y, por lo general, no es para un espacio verde”.
El urbanista Rosas Barrera considera que, en México, “afortunadamente” el pensamiento de la sociedad ha rebasado al gobierno. Menciona que cada vez más existe una conciencia ecológica gracias al pensamiento de las nuevas generaciones.
“Si bien es cierto el gobierno de nuestro país actualmente ha firmado distintos acuerdos como el de París, también se ha comprometido con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y qué bueno. No obstante, aunque hay cierta intención de asumir dichos compromisos, la pregunta es si se tienen los fondos suficientes para desarrollarlos o se quedarán como simples sueños”, reflexiona el urbanista.
A su vez, reconoce que los gobiernos locales realizan una evaluación a la hora de elegir la construcción de una zona verde. Esta consiste en verificar la problemática ambiental que experimenta el territorio, además, se clasifican y evalúan los terrenos que pueden generar los mayores beneficios a la región.
INFRAESTRUCTURAS PARA ESPACIOS VERDES Y SU PROTECCIÓN
Los espacios verdes, además de reducir el calor y favorecer la sostenibilidad, contribuyen a frenar el envejecimiento, indica un reciente estudio de la Universidad de Northwestern de Estados Unidos. “En promedio, las personas que viven cerca de ellos son 2.5 años más jóvenes biológicamente que el resto”, menciona una investigación reciente publicada en la revista científica Science Advances.
Los científicos de la universidad llevaron a cabo un estudio para ver si vivir cerca de espacios verdes, como parques y áreas con muchas plantas, puede afectar la forma en que los cuerpos envejecen y contribuir a un envejecimiento saludable en general.
“Cuando pensamos en mantenernos sanos a medida que envejecemos, generalmente nos centramos en cosas como comer bien, hacer ejercicio y dormir lo suficiente”, dijo Kyeezu Kim, primera autora del estudio y becaria postdoctoral en medicina preventiva en la Escuela de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern. “Sin embargo, nuestra investigación muestra que el medioambiente en el que vivimos, específicamente nuestra comunidad y el acceso a espacios verdes, también es importante para mantenernos saludables a medida que envejecemos”.
El estudio es el primero en investigar el efecto de la exposición a largo plazo (alrededor de 20 años) en los espacios verdes urbanos y el envejecimiento biológico, específicamente utilizando la edad epigenética basada en la metilación del ADN. Esta se refiere a los cambios químicos en el ADN que pueden influir en varios resultados de salud relacionados con la edad. La edad epigenética es un biomarcador del envejecimiento asociado con enfermedades relacionadas con la edad y la mortalidad por todas las causas.
“Nuestro estudio destaca que el entorno natural, como el espacio verde, afecta la salud a nivel molecular (cambios en la metilación del ADN), que es detectable en la sangre”, concluyó Lifang Hou, autora principal del estudio. N