A medida que el mundo se hace cada vez más multipolar, nuevas formaciones prometen complicar las relaciones internacionales. Una de esas formaciones nació en 2009, cuando Rusia invitó a China, Brasil e India a Ekaterimburgo para crear una organización compuesta por estos cuatro países. En 2010, se invitó a Sudáfrica, y surgieron los BRICS (utilizando la primera inicial de cada Estado miembro).
En 2014, los BRIC crearon el Nuevo Fondo de Desarrollo (ahora Nuevo Banco de Desarrollo) con 50,000 millones de dólares de capital inicial, así como un mecanismo de liquidez denominado Acuerdo de Reserva Contingente para ayudar a los miembros con dificultades de pago. La expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff, fue investida como su presidenta el mes pasado.
Aunque esta organización no compite realmente con el G7 u otras instituciones multilaterales, ha creado un sentimiento de solidaridad entre los cinco. También atrae a otros países como Arabia Saudita, México, Nigeria, Argelia y Argentina, que parecen interesados en unirse.
A pesar de sus diferentes sistemas políticos y sociales, los cinco parecen estar en sintonía en ciertas cuestiones clave. Por ejemplo, ninguno de los cinco participa en las sanciones contra Rusia, y todos han tenido una postura llena de matices acerca de la invasión rusa de Ucrania.
UNA LÍNEA DIVISORIA
“Desde el punto de vista diplomático, la guerra en Ucrania parece haber dibujado una línea divisoria clara entre una Rusia respaldada por el Este y Occidente”, señaló el politólogo Matthew Bishop, de la Universidad de Sheffield, en el Observatorio Económico a finales del año pasado. “En consecuencia, a algunos responsables políticos europeos y estadounidenses les preocupa que los BRICS puedan convertirse menos en un club económico de potencias emergentes que buscan influir en el crecimiento y el desarrollo mundial, y más en un grupo político definido por su nacionalismo autoritario”.
El presidente brasileño Lula da Silva visitó China el mes pasado y dedicó gran parte de su discurso público a repetir como un loro las líneas rusas sobre la invasión de Ucrania. Enfureció a los partidarios occidentales de Ucrania al afirmar que Estados Unidos ha fomentado la guerra enviando armas al presidente Zelenski, refrendando las posiciones adoptadas por China y Rusia.
Sudáfrica encabeza una lista de naciones africanas cuyos gobiernos se han mostrado reacios a unirse a Estados Unidos en la crítica y el castigo a Rusia por su invasión de Ucrania. En marzo del año pasado, cuando Estados Unidos ayudó a aprobar una resolución de la ONU que condenaba a Rusia y pedía su retirada de Ucrania, Sudáfrica y otros 33 países africanos se abstuvieron en la votación. Al menos cinco de los países que se abstuvieron han contratado al grupo paramilitar ruso Wagner, y muchos otros tienen acuerdos sobre armamento con Rusia desde hace tiempo.
LA INFLUENCIA DE LOS BRICS
Los lazos de Rusia con muchos Estados africanos encajan con las inversiones de China en el marco de su “Iniciativa de la Franja y la Ruta” y subrayan el alcance de la influencia de los BRICS.
Según Energy Intelligence, la capacidad de Rusia para aprovechar sus sectores financiero y energético y a sus aliados del BRICS para contrarrestar las sanciones occidentales ha frustrado a Estados Unidos, Europa y el G7.
India y China se han erigido en los principales compradores de petróleo ruso desplazado de Occidente, China ha indicado que está dispuesta a aumentar las importaciones de gas natural de Rusia, y Brasil ha manifestado su interés por las inversiones del gigante gasístico ruso Gazprom.
Según Akhil Ramesh, miembro del Foro del Pacífico, con sede en Honolulú (citado en GZERO), los BRICS podrían convertirse en una alternativa a foros liderados por Occidente como el G7 o el G20.
“Es una cuestión de geopolítica, de cómo se desarrollen los acontecimientos mundiales, pero sin duda están trabajando para conseguirlo”, explica. “Lo que intentan es que el mundo sea menos unilateral”.
De hecho, hay al menos dos razones por las que el “fenómeno BRICS” es interesante como expresión del estado actual de los asuntos internacionales. En primer lugar, los Estados BRICS encarnan un sentimiento antioccidental muy arraigado en la mayoría de los países en desarrollo que, en distintos momentos de su historia, han sido víctimas del colonialismo.
¿EL DECLIVE DE OCCIDENTE?
En segundo lugar, el surgimiento de los BRICS parece señalar una transición hacia un mundo posoccidental y, por lo tanto, alimenta la ansiedad sobre el declive de Occidente.
De hecho, la supervivencia de Rusia frente a las sanciones occidentales desde la primera invasión de Ucrania en 2014 subraya la idea en muchas partes del mundo de que la hegemonía de Estados Unidos está disminuyendo, y que el grupo BRICS ofrece una oportunidad de cooperar con lo que muchos ven como potencias emergentes sin romper abiertamente con Estados Unidos.
Esto juega perfectamente a favor de India, ya que aún tiene tensiones fronterizas con China y es miembro del Quad organizado por Estados Unidos, que incluye a Australia y Japón. Este grupo de cuatro potencias permite a India mantener algunos acuerdos de seguridad con Occidente en caso de que las cosas se calienten con China.
Puede que la unidad de los BRICS no sea algo seguro hasta que China e India resuelvan sus diferencias o acuerden subsumirlas en aras del fortalecimiento de su posición organizativa global.
Pero Occidente debería estar atento a cómo se desarrolla el BRICS y cómo atrae a otros miembros que comparten la misma visión ideológica del mundo. Es evidente que está surgiendo una ruptura con el pasado que refuerza la posición geopolítica de Rusia y China. N
—∞—
Eduardo del Buey es diplomático, internacionalista, catedrático y experto en comunicaciones internacionales. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.