A poco más de un año de haber iniciado la guerra ruso-ucraniana, la estructura del sistema internacional parece estar poniendo en evidencia, aún más marcada, la crisis del multilateralismo tradicional, representado fundamentalmente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La Organización de las Naciones Unidas y todo el sistema de organismos especializados, fondos y programas que de ella se derivan plantearon desde sus orígenes mantener la paz y la seguridad internacionales fomentando la solución pacífica de las controversias, proscribiendo el uso o la amenaza al uso de la fuerza y promoviendo los intereses colectivos y la cooperación…
Hoy, próxima a cumplir 78 años de existencia, es claro que el objetivo de la ONU es fundamental. El mantenimiento de la paz y la solución pacífica en los asuntos internacionales no se ha alcanzado tal y como se evidenció en una investigación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura publicada en 1970, en las que se analizaban más de 100 guerras y conflictos armados ocurridos de 1945 a 1969.
Hoy, 53 años después de esa publicación, el número de guerras y conflictos armados se han triplicado. Hoy no solo tenemos la guerra de Rusia y Ucrania, siguen activas la guerra en Yemen, el conflicto en Birmania, el del Alto Karabaj, los conflictos en Pakistán, en Kirguistán con Tayikistán, la guerra en Siria, por solo referir algunos. El multilateralismo muestra un gran déficit respecto a su loable objetivo de mantener la paz.
LA ONU ESTÁ EN JAQUE
La escalada militar entre Moscú y Kiev tiene en jaque a la ONU. El Consejo de Seguridad, tras varias reuniones, sigue llamando a la paz. No obstante, Rusia, como miembro permanente de este consejo, sigue vetando las resoluciones emanadas en este órgano. Por ello, y tal como ocurrió durante la Guerra Fría, el Consejo de seguridad, y consecuentemente la ONU, no puede actuar más allá de emitir resoluciones de condena y proponer sanciones con pocas repercusiones.
Esta confrontación vuelve a mostrar la incapacidad de la ONU para actuar en una guerra en la que están involucrados los intereses de alguno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
En este escenario de impasse que vive la ONU destaca el papel y toma de posiciones en la más reciente reunión de la Conferencia de Seguridad de Múnich. El 17, 18 y 19 de febrero se celebró la edición 59 de esta conferencia, que reunió a más de 40 jefes de Estado y de gobierno, a más de 100 ministros y centenares de expertos de política internacional y de seguridad.
En estos tres días de reunión se abordaron diversos temas que enfrenta el mundo en áreas de la política, la economía, la defensa y el medioambiente. No obstante, las deliberaciones se centraron en la restructuración del orden global y la seguridad en la que destacaron las discusiones en torno a la ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con la integración de Suecia y Finlandia, así como las acciones a seguir para poner fin a la guerra Rusia-Ucrania.
Contrario a lo que ha ocurrido en el seno de la ONU, en esta reunión de Múnich el canciller alemán, Olaf Scholz, refrendó su apoyo a Ucrania tanto financiero como militar, a lo que se sumaron Estados Unidos y Francia.
MULTILATERALISMO TRADICIONAL
Por su parte, Polonia urgió a tomar decisiones para la entrega de aviones de combate occidentales y hacer efectiva la entrega de aviones caza F-16, lo que Holanda respaldó. Los participantes en esta conferencia declararon dar pasos decisivos de apoyo a Ucrania frente a la anunciada nueva ofensiva rusa en Siversk.
De manera contundente, las principales potencias reunidas en Múnich reiteraron su apoyo al plan de paz de 10 puntos de Zelenski, presidente de Ucrania, al tiempo que Japón ha decidido enviar una ayuda adicional por más de 5,500 millones de dólares e invitar a Ucrania a la próxima cumbre de líderes del G7.
Así, la diplomacia que se despliega en paralelo a la estancada ONU, como la de la conferencia de Seguridad de Múnich, el G7, la OTAN, las reuniones del Consejo Europeo y el Consejo de la Unión Europea a la que se suman acciones unilaterales como la visita “sorpresa” del presidente Joe Biden a Kiev el pasado 20 de febrero, no hace sino constatar que aquella diplomacia normativa basada en los principios del derecho internacional hoy está siendo relevada por una “diplomacia bélica”.
En esta, el envío de armas, equipo militar y recursos financieros es fundamental, ya que se propone poner fin a la guerra en el terreno militar y no en la mesa de negociación, lo cual solo augura una guerra de mayores dimensiones. N
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Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.