“Samovar es mi novela más íntima y personal, así como la más trabajada, la más sufrida y la más llorada hasta el momento”, asegura la escritora Ethel Krauze. “Es íntima y personal porque estoy hablando de la vida de mi abuela. Todo lo que narro es real. Hablo de una mujer que transita por el siglo XIX, pasa por el siglo XX, hasta el siglo XXI; y el otro personaje con quien interactúa es la nieta, que soy yo”, comenta la escritora en entrevista con Newsweek en Español.
Empero, en la trama de Samovar la nieta no es una escritora, sino una fotógrafa. “Porque la fotógrafa es quien observa y capta las escenas, el momento, lo significativo, no lo escribe, pero lo observa a través de su lente”. Cuando surgió la idea de este personaje, Ethel Krauze tenía 27 años y lo observaba todo, pero aún, dice, se sentía incapaz de plasmar en papel las conversaciones con su abuela.
ETHEL KRAUZE TRABAJÓ EN “SAMOVAR” 40 AÑOS
“No me sentía capaz de escribir aquellas conversaciones que transcurrieron durante los dos últimos años de la vida de mi abuela, ella ya con 86 años. Recuerdo que la visitaba, comía con ella y escribía, hacía apuntes de lo que me contaba, pero aún no sentía esa capacidad literaria suficiente como para echar a andar lo que finalmente terminó siendo Samovar”, explica Krauze.
La escritora trabajó durante 40 años lo que hoy es Samovar y no hubo pausa alguna durante el proceso de creación. Finalmente, tras varios años de escritura y varias versiones de la historia, Ethel Krauze las hizo a un lado por no sentirse satisfecha con estas y comenzó “con humildad y valentía desde cero. Esto fue en 2018”.
La abuela de Ethel Krauze vivió momentos históricos trágicos como lo fueron aquellos de la Revolución Bolchevique y la Segunda Guerra Mundial. Ella huyó de Rusia cargando su samovar (un recipiente metálico en forma de cafetera alta que sirve para preparar té), cruzó Europa y se embarcó en la aventura para llegar a América, mientras Estados Unidos cerraba las cuotas de judíos que podían entrar.
UNA NOVELA CON UNA CARGA DE AMOR ÍNTIMA Y ENTRAÑABLE
En medio de ese viaje le suceden tragedias, sin embargo, ella jamás suelta su samovar y se aferra a él de la misma manera que se aferra a sus hijos. Para ella, el samovar representa la sobrevivencia después de haber perdido todo.
“La novela presenta una carga de amor distinta al amor que yo he presentado en otras novelas. Aquí hay una carga de amor muy íntima y muy entrañable. Trae drama, momentos de humor, también las pequeñas tragedias de la vida y las grandes tragedias de la vida se mezclan”, añade Ethel Krazue.
Samovar inicia en un soleado departamento de la Ciudad de México. Ahí habitan tres ancianas: la bobe Anna, la tutta Lena y Modesta, todas ellas sobrevivientes de lo imposible.
UN PACTO BAJO LAS JACARANDAS
De pronto, un día, alguien llega a comer. Tatiana ha hecho un pacto bajo las jacarandas con su abuela. Una historia está esperando. El viejo samovar oxidado, perdido en el tiempo, se enciende. La estufa crepita. El aire entra con un vendaval de naufragios y polvaredas, chales bordados, tardes, furias, siestas, y criminales de amores duplicados en el tiempo que resucitan.
“El samovar funciona como aquella magdalena en la que los recuerdos, los amores, el aprendizaje de saber de dónde viene una, se van entretejiendo con estas maravillosas voces que pintan los lienzos en los que Tatiana se irá reconstruyendo. ¿Es posible describir qué se siente recobrar un idioma que se creyó perdido? Y con ese idioma, un mundo; con ese mundo, el propio mundo”. N