Reformar, es un verbo transitivo, significa ser distinto para mejorar. Durante los últimos meses se ha invadido el espacio comunicativo sobre una reforma electoral, para lo cual postularon más de 100 iniciativas, empero, las comisiones correspondientes de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión solo destacaron la que envió el jefe del ejecutivo federal. Visto críticamente el debate se da entre un Derecho “Posmoderno” y un Derecho “Moderno”. La doctrina no acaba de aceptar las ideas jurídicas posmodernas sobre todo en las interpretaciones por supremacía de los juristas y en soluciones prácticas.
Es preciso comprender que el Derecho posmoderno no desaparece de la escena, “… ¡ni que fuera gripa!”,(Anayeli Muñoz), somos una sociedad comunicativa. La didáctica áulica se hizo información virtual por ondas hertzianas de una “sociedad red”. Las transfiguraciones son objetivas, el mercado de manera violenta suple funciones gubernamentales, se aminoran, pierden su capacidad moderadora, el narcotráfico, entre otros grupos de presión, tiene voz y voto en decisiones de Estado. La atmosfera del consumo es protegida con relevancia superior a los derechos de ciudadanía. De la misma manera que se cancelan las grandes narrativas, el Derecho posmoderno prioriza soluciones particulares sobre las universales. El imperio del egoísmo engendró derechos de nuevo cuño, algunos no bien calibrados en pluralidad y diversidad. El ser humano ha sido trascendido por heterogéneas formas legítimas de ser y de tolerar, la naturaleza, subrayado el reino animal ocupa un lugar sobresaliente. Aparecen en escena nuevos sujetos y objetos jurídicos que nacen del arreglo sentimental, de la sobre explotación de la autoestima, de las contradicciones. La normativa, con sus propios principios, explora soluciones particulares en la impartición de la justicia con aplicación inmediata y redobles mediáticos… Dicho esto, es preciso que el legislador tome conciencia plena del contexto para luego legislar en beneficio de la vida social. “Traición a la Patria” es legislar a capricho de partido y con olvido del pueblo.
Reformar las reglas del juego democrático nos ubica en la participación ciudadana nacida de la reflexión de Aristóteles en la constitución ateniense, puente que une pretérito con presente, lo que facilita las comprensiones de ciudadanía y sus manifestaciones. En el debate modernidad – posmodernidad la participación del Estado como aparato del poder legítimo en los procesos de gobernabilidad ha perdido protagonismo. Revisemos los signos: “vecino vigilante”, uso y abuso de cámaras en colonias y residencias custodiadas, incluso, desde celulares, atenúan, pero no resuelven los delitos, justicia por propias manos, compra de agua en pipas…, en fin, un mundo virtual terco, como el físico. El modelo económico-político neoliberal se difundió de manera planetaria sin fronteras, en consecuencia, sentaron sus reales juicios ideológicos y sus ocurrencias, lo que se ha reflejado en una minimización del Estado en favor de la ampliación del margen de acción del sector privado en la gestión de las necesidades sociales. Los actores privados asumen funciones de autoridades. Entes públicos y privados en violación constante del principio de legalidad y la fastuosidad de los dichos.
Debemos reconocer el entusiasmo y compromiso del Diputado Sánchez Nájera, en su menester refleja que al legislador de Aguascalientes le anima un cambio de paradigma político en el tema de participación ciudadana. Es el límite de la norma la que transforma la definición de autoridad política en el marco de una sociedad cada día más compleja donde la misión de y con la sociedad se comparte. Hoy la distancia es corta entre la autoridad del Estado en ejercicio de su jurisdicción política y, el Derecho de entes privados sin autoridad política, un compromiso exigente de ética política armonizar los espacios de la deliberación públicos virtuales y físicos.
Decidir a mano alzada es una vacilada. El reloj democrático exige encender la luz para que la ciudadanía participe libre y autónomamente con las facilidades de la inteligencia artificial, la mente factura, la velocidad de la luz…, una tecno-arquitectura renovada de participación ciudadana y las condiciones normativas de un escenario gubernamental revitalizador. ¿Cómo despejar ciudadanía de la fórmula política de una sociedad participativa y deliberativa?, la respuesta es simple, con pedagogía política, hacer fácil lo difícil: fraccionar el compromiso y abrir la puerta a la impartición de justicia en mérito de “la ética cordial”, como enseña Adela Cortina.
En esa lógica, el derecho constitucional ordena la estricta igualdad de las personas. El reto es comprenderlo, enseñarlo, practicarlo, cotidianamente. Si primero son las personas, los derechos de nuevo cuño serán bienvenidos en la lógica de la cultura y la sana convivencia heterogénea y plural. Ese “logos” se muestra en la OTREDAD. La transformación jurídica del “yo” en “nosotros” es razón para describirnos como sujetos de vida compartida. La ley es un semáforo que nos dice cómo no olvidar que “el yo es el otro del otro”. Todos dependemos de todos, todos aprendemos de todos.