La semana pasada, un amigo mío, el profesor Juan Manuel Torres, de la Universidad Anáhuac Mayab de Mérida, México, me invitó a participar en su clase para hablar con los jóvenes sobre el porvenir de las relaciones internacionales. Salí impresionado por el calibre de los estudiantes y con una esperanza renovada en el futuro.
Una de las grandes satisfacciones que he tenido al dar clases a nivel universitario en Mérida, Yucatán, ha sido ver cómo se está preparando la siguiente generación. Tenemos el estereotipo de unos jóvenes que se dedican a jugar videojuegos, a pasar horas en Instagram y Facebook, a rendir culto a las Kardashian y otras “celebridades” cuya única notoriedad es ser famosos por ser famosos, y que son en apariencia ignorantes del mundo en el que vivimos y de los retos a los que nos enfrentamos.
¿Pero esto es diferente a lo que ocurrió con nuestra generación? Me parece que no. No se pueden hacer generalizaciones sobre la juventud de hoy en día, al igual que no se puede etiquetar a mi generación de los años 60 y 70 diciendo de forma estereotipada que pasaba la mayor parte de su tiempo escuchando rock, idolatrando artistas y músicos, drogándose y teniendo sexo libre.
POR UNA CONTRIBUCIÓN SIGNIFICATIVA
Al igual que en mi juventud, he constatado que los jóvenes a los que he tenido el honor de dar clases aquí en Mérida están muy bien preparados, en sintonía con todos los aspectos de los asuntos globales, y aspiran a hacer una contribución significativa cuando se titulen. Están preocupados por el futuro del mismo modo que las generaciones que les precedieron, pero saben que están desarrollando las herramientas emocionales e intelectuales que necesitarán para sobresalir.
Algunos se dedicarán a la diplomacia, como hice yo cuando me gradué, mientras que otros se dedicarán a los negocios, las artes y las organizaciones de la sociedad civil. Estos jóvenes tienen un buen conocimiento de economía, ciencia política, derechos humanos y otras variables importantes que rigen nuestras vidas.
Son muy curiosos, y utilizan las redes sociales no solo para jugar en su tiempo libre, sino también para explorar el mundo y conectarse con otras personas que comparten sus intereses y usan esas redes para comunicarse e interactuar con colegas más allá de sus fronteras.
Cuando me volví diplomático, en 1974, el mundo no estaba a nuestra disposición. Se trataba más bien de un ente en gran medida desconocido que exigía mucho esfuerzo para descubrirlo y comprenderlo. Íbamos a la biblioteca a buscar libros y artículos, y esta era nuestra única fuente de información. La conexión con personas del extranjero se limitaba a amigos por correspondencia cuyas cartas podían tardar semanas en llegar, lo que impedía un diálogo efectivo.
JÓVENES CON PENSAMIENTO CRÍTICO
Mientras que hoy en día muchos sucumben a las noticias falsas y a las teorías conspirativas, he visto que los estudiantes universitarios aquí en Mérida están bien formados en pensamiento crítico y no parecen caer con facilidad en muchas de las mentiras e ideas erróneas que circulan por el ciberespacio.
Al igual que en mi época, no me cabe duda de que esta generación de jóvenes debería titularse con un sólido conocimiento de historia, economía, sociología, psicología, ciencia política y diplomacia, por no hablar de la tecnología y sus amplias aplicaciones en la práctica profesional.
La creación de programas multidisciplinares en las universidades locales que los estudiantes se titulen con un excelente conocimiento de las complejidades a las que se enfrentan en la actualidad y que tengan las herramientas necesarias para prosperar en el entorno internacional.
La combinación de aspectos jurídicos, empresariales, el comercio internacional, los derechos humanos y las técnicas de negociación está creando un sólido cuadro de graduados que pueden empezar a trabajar de inmediato. Su punto de partida es la cima que yo alcancé como diplomático antes de jubilarme hace 12 años, así que comienzan desde una posición fuerte.
Se trata, sin duda, de un modelo para los países que quieren desarrollar un cuerpo diplomático de vanguardia que pueda competir a escala mundial. Felicito a estos estudiantes y a quienes han diseñado las materias que están cursando, y pienso seguir colaborando con ellos. N
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Eduardo del Buey es diplomático, internacionalista, catedrático y experto en comunicaciones internacionales. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.