La economía global ha cambiado. Pese a los intentos que hacemos analistas, operadores, instituciones financieras e, incluso, altos funcionarios de gobierno y bancos centrales para encontrar respuestas de corto plazo a los fenómenos que observamos, estos no permiten darnos cuenta de que el mundo económico está cambiando de manera acelerada.
Estamos atestiguando el fin de la visión económica única para dar paso a la bipolaridad comercial. En este sentido, la situación actual causa estrés colectivo particularmente por el tiempo que se ha prolongado la incertidumbre que ya alcanza los 14 años.
A partir de la crisis subprime que surgió después del quebranto del sistema bancario estadounidense a raíz de las burbujas inmobiliaria y crediticia, la economía global no ha visto la suya. Y es que no solo se trata de las ansias por ganancias exorbitantes como se acostumbra en los mercados financieros, sino de la calidad de vida de las personas.
Los procesos económicos como el comercio, el empleo, la productividad, los alimentos, la vivienda, entre otros, han venido sufriendo un impacto negativo en los últimos años. En aquella crisis el costo fue de trillones de dólares que, de una u otra forma, tuvieron que pagar la mayor parte de las economías, lo que generó un retraso en el avance del desarrollo global e, incluso, significó que revivieran con fuerza las corrientes políticas y sociales en contra de los modelos capitalista e industrial argumentando su fracaso.
UNA LARGA RECUPERACIÓN
Ha sido de tal magnitud el daño que tardaremos muchos años en recuperarnos. En esas nos encontrábamos cuando apareció el SARS-2-COV a consecuencia de tradiciones culturales en China que permiten, por ejemplo, la ingesta de alimentos de origen animal de toda clase, lo que, además, se hace con animales vivos en condiciones poco salubres.
Este traspase del hombre sobre la naturaleza nos ha dado como resultado la peor pandemia global de la que haya registro. Ello se logró, entre otras razones, debido a la impresionante conectividad internacional que permite que un ser humano portador de cualquier virus se mueva de un continente a otro en cuestión de horas.
Este fenómeno aparejado con la salida todavía insipiente de la crisis subprime ha hecho que el balance de riesgos de la economía global esté saturado de variables negativas que en cualquier momento pueden detonar crisis económicas, financieras, políticas y sociales, como vemos en los casos de los altos niveles de inflación y estancamiento, los retrocesos democráticos, las tensiones Rusia-Ucrania, China-Taiwán-Estados Unidos, y la impactante deserción escolar masiva, así como una mayor pobreza con el creciente fenómeno migratorio.
¿Y EL ENORME MERCADO MUNDIAL?
Actualmente no existe espacio para un evento adverso más. La economía global pende de alfileres al mismo tiempo que se gesta un nuevo orden económico. Antes de 2008 y la pandemia, en el mundo fundamentalmente existía una sola idea económica sustentada en el liberalismo económico y el libre comercio. En ese proceso los países se iban integrando a un enorme mercado mundial en donde cada uno ponía su parte en un proceso de complementariedad similar al descrito por David Ricardo.
En ese concierto existían tres grandes bloques comerciales: Estados Unidos, Europa y China, sustentados en el dólar y, en una menor medida, en el euro, lo que permitía que, cuando alguno de ellos entrara en problemas, los otros podrían estar creciendo.
Este equilibrio permitía que otras naciones fueran beneficiadas por el desarrollo de las grandes economías, como ha sido el caso de América Latina como proveedor de materias primas de China. En el mismo sentido existía, hasta antes de la invasión de Rusia a Ucrania, una confianza tácita con el comercio de energéticos entre Occidente y Oriente.
No obstante, estamos ante la desaparición de estos bloques, la creciente pérdida de la confianza entre ambas partes del mundo, el surgimiento de fuertes tensiones geopolíticas y el reacomodo de las líneas de producción y comerciales. Así, la economía resultante de la caída del muro de Berlín, las revoluciones de terciopelo y la disolución de la URSS provocada por el colapso del socialismo real, sustentada en una visión única, está quedando atrás.
LA FORMACIÓN DE LOS BLOQUES
Asistimos a la formación del bloque euroasiático, encabezado por Rusia y China, a los cuales se les sumarán India, Sudáfrica, Corea del Norte y no pocas naciones árabes, al igual que otras en el sur de América como Venezuela, Argentina y Brasil.
Por el otro lado, Estados Unidos es la cabeza de lo que será el bloque occidental en términos comerciales y financieros. Estos bloques tendrían su propio mercado con capacidad de compra, amplia capacidad laboral y tecnología, al igual que acceso al crédito y mercados financieros, aunque el proteccionismo será, ni duda cabe, la constante.
Este proceso, de nuevo armado con la arquitectura económica mundial, prevalecerá al menos la mitad del siglo, costará mucha más incertidumbre que la que estamos viviendo, y no estará exenta del traslape entre lo económico y lo político-social. N
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Carlos Alberto Martínez Castillo es doctor en Desarrollo Económico, Derecho y Filosofía y profesor en la UP e Ibero. Ha colaborado en el Banco de México, Washington, Secretaría de Hacienda y Presidencia de la República. Es socio de Excel Technical Services. Su correo es drcamartí[email protected] Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.