Quisiera decir que este asunto se debe a los últimos años de pandemia, que para mitigar la ansiedad o pensar en lo que estaba pasando me concentré en llenar tanto el carrito virtual como eventualmente cada rincón de mi casa con cosas que no sólo no necesito sino que aún no termino de pagar, pero todo inició desde mucho antes, antes del venmo, el PayPal, Amazon y mercado libre, las plataformas virtuales sólo hicieron terriblemente más sencillo utilizar esta válvula de escape. Antes ya era asidua cliente a las compras innecesarias de todo lo que promocionaban en la televisión, así como de todo lo que pareciera una oferta irrepetible tanto en tiendas departamentales como en el supermercado.
Lo que si vino a cambiar con las dinámicas de home office durante la pandemia fue que de pronto me vi atrapada en un laberinto en el que literal no se podía ver la salida. Entre la cocina y el comedor había muebles con pilas de libros, adornos, recuerditos y artesanías de viajes, sillas rotas que estaban ahí para no olvidar que debían ser reparadas pero que se perdían entre cojines adornados, ropa sin estrenar y artefactos heredados que fueron llegando conforme las personas en mi vida se iban desapareciendo.
En mi habitación por ejemplo la mitad de la cama estaba invadida por ropa que no había podido organizar ni encontrar espacio en mi closet, revistas que había comenzado a coleccionar sin darme cuenta, diarios con anotaciones y álbumes de fotos, como si el espacio que ocupara yo fuese menos importante al de todo aquello que alguna vez decidí adquirir. De cualquier manera ya me había habituado a aquello, empecé a darme cuenta de que necesitaba tomar cartas en el asunto cuando no había ni un solo espacio de metro y medio en el que pudiera sentarme a trabajar, no podía conectarme a ninguna video llamada sin por lo menos invertir alrededor de veinte minutos para despejar el área ( y con esto sólo me refiero a trasladar las cosas de un lado a otro), así transcurrieron los primeros dos meses, ahora había también cajas llenas de gel antibacterial, cubre bocas de todo tipo y máscaras y lentes de protección por todos lados, encima de lo que ya había antes del covid ahora tenía recordatorios de aquello como si se tratara de un sitio temático. Pensaba entonces que sería cuestión de un par de semanas más para poder volver a la oficina y a mi rutina fuera de casa, pero como ya sabemos, no fue así.
Un domingo por la mañana caminé de mi habitación a la cocina y me encontré el plato de Cora, mi gata, completamente vacío lo cual nunca antes había sucedido, caminando aún tranquila comencé a llamarla sin éxito, fui al patio y la puerta estaba cerrada así que volví al interior, cuando llegué a la sala me di cuenta de que varias pilas de cajas con vajillas y platos de fiesta que no había aún podido estrenar habían caído sobre las dos sillas que debí mandar a reparar, me asusté y pensé lo peor, que seguro Cora estaba atrapada debajo, que había muerto aplastada durante la noche y que, por supuesto todo aquello era mi culpa. Despejé el área, recogí los platones de cerámica hechos añicos y los saqué al contenedor de basura en las mismas cajas que los había recibido, lo mismo con las sillas… regresé y tomé bolsas negras que fui llenando, primero con basura ( ye s que uno no se da cuenta de cuanta basura acumula hasta que comienza a deshacerse de ella, junté sólo en esa área cuatro bolsas, después en cajas acomodé todos aquellos libros que ya había leído o que sabía con certeza que no leería jamás, algunos adquiridos cuando aún estaba casada, antes de que Juan Luis se fuera del país. Se acababa el día y aún ni rastro de Cora. No podía detenerme era como si una fuerza extraña hubiera llegado desde mis adentros y no quería interrumpirla, me daba miedo arrepentirme.
Alguna vez había visto aquel programa sobre personas acumuladoras, y temía que me pasara aquello de que estando muy cerca de lograr tener un espacio saludable se ataran a aquellos chunches por miedo a perderse a sí mismos, no sólo no quería que me pasara eso sino que me había dado cuenta de que no era tan distinta a ellas.
La cocina fue un desafío tremendo, desde la alacena con alimentos que había comprado años atrás hasta termos, vasos y recipientes que no concordaban con nada, estaban rotos o no tenían tapa… se me acabaron las bolsas, por suerte las ganas de seguir no, el contenedor de afuera estaba a tope, así que decidí continuar pero clasificar en el garaje y el patio todo lo que sobraba fuese útil o no, ya después podía decidir su venderlo o donarlo, o que se yo, en eso estaba cuando por fin, encontré a Cora. Primero escuché un chillido horrible detrás de la elíptica que hacía de perchero, despejé el área y ahí estaba, había un huequito en la pared y un par de ratones casi muertos ya, se veía cansada y orgullosa, moví los muebles de alrededor y lo que encontré fue aterrador, había deshechos de animales y restos de bichos y cucarachas por todos lados. Esa noche no dormí, no podía creer que estuviera pasándome a mi aquello, en mi cabeza comencé a justificar el abandono de Juan Luis, debía haber sido mi culpa, ¿quién en su sano juicio querría vivir en un lugar así, con alguien como yo?, entre culpa y rabia por fin vacié su lado del closet, todo lo que no se llevó y por lo que quizá pensé que algún día volvería, sus botas de trabajo, la chamarra que usaba exclusivamente cuando iba a pescar, sus camisas de franela, en fin, todo, todo lo que había resguardado los últimos cuatro años.
No sé bien en que momento caí dormida, a la mañana siguiente llamé a mis hermanos y les pedí su ayuda, necesitaba back up y de otra vez sentí ese miedo a mirar atrás, a seguir enganchada a todo eso que bien me había costado adquirir, tener y mantener, pero estaba decidida a recuperar aquel espacio para nosotras, a no volver a poner en riesgo ni mi salud ni la de Cora, así que seguí, llamé también a un exterminador, pedí apoyo para la limpieza y todo lo que se encontraba en buen estado lo doné, los libros a una biblioteca pública, algunos cacharros a un bazar local y me quedé con lo indispensable.
Cuando veo mis fotografías en este lugar hace seis meses no sólo no lo reconozco sino que sólo lo creo porque las tomé yo, porque esto lo hice yo, justo después de deshacerme de todo aquello comencé a ver a una terapeuta conductual, he entendido que me aferraba a cosas del pasado como parte de una lealtad imaginaria atada a la fantasía de que de esa forma todo sería como entonces, nada cambiaría pero sin la noción de que ya nada era igual, aún me cuesta trabajo controlar la obsesión por las compras pero aún sigo pagando las deudas de aquello que había adquirido, en ocasiones recuerdo con tristeza aquella noche y me arrepiento de haber donado tal o cual cosa, después veo a Cora que se regodea por toda la casa como si fuera un palacio y me tranquilizo, luego me veo a mí, frente al espejo y con compasión me repito hasta encontrar un poco de calma el siguiente manera : lo siento, perdóname, te amo, gracias.