Mi historia de amor no se siente como cualquier otra que me hayan contado, aunque si tiene varios clichés, o eso opinan a quienes les he contado como fue que empezó.
Conocí a Ana cuando estábamos en la primaria, en segundo grado para ser exactos, su padre se mudaba mucho debido a su trabajo, recuerdo que fue la única niña nueva en el salón y que la invitamos a estar con nosotros en el recreo. Era muy callada y tímida.
No le presté mucha atención hasta la secundaria, cuando naturalmente, las interacciones cambian y los intereses románticos se manifiestan o por lo menos a mi me comenzaba a suceder.
A mí no me atraía Ana s no su amiga María, así que el primer acercamiento que tuvimos fue para preguntarle qué tipo de flores le gustaban y pedirle ayuda para llegar al corazón de su amiga, ella aceptó y me ayudaba a hacerle cartas y adornar el pupitre de María, en ese momento pasó de ser amiga de mis amigos a mi cómplice en el enamoramiento y mi confidente ya que le contaba lo que sentía y sobre todo que no podía hablar con mis amigos y sobre el amor (o lo que pensaba que era este).
Como la mayoría de las relaciones amorosas de secundaria, María y yo duramos 2 meses, pero seguí siendo cercano a Ana por todo lo que compartimos como amigos.
Al llegar la preparatoria, Ana y su familia tuvieron que mudarse , claro que perdímos contacto en ese momento no existía facebook ni WhatsApp.
Decidí estudiar Ingeniería Industrial, me gradué con uno de los mejores promedios por lo que me sentía seguro al momento de salir al ámbito laboral pero ¡Oh, sorpresa!
Me contrataron en una compañía automotriz multinacional, sin embargo, al entrar y ver que la teoría y la práctica no eran lo mismo, empezó en mi un conflicto interno , como si de pronto me diera cuenta de que no estaba preparado para la vida, o al menos no para la vida que había elegido vivir.
Los primeros 3 meses me capacitaron para ser supervisor de línea, una semana antes de la firma de mi contrato oficial estaba decidido a no regresar y buscar otras oportunidades ya que no había cumplido mis expectativas , fue entonces que mi jefe me pidió ir al aeropuerto a recibir y llevar a la planta a unas personas que venían de una consultora muy importante de otra Ciudad para la mejora continua de nuestros procesos.
Cuando se abrieron las puertas de “llegadas” salió una mujer guapísima. Sin palabras la miré mientras decidida se acercaba a mi y me saludaba respondiendo al letrero que yo llevaba de la consultora, tardé unos segundos en reconocerla, era Ana. Pero no dije nada.
Había cambiado, tenía tanta seguridad en ella misma, era bellísima. Yo no sabía ni que decir ni qué hacer, habían pasado muchos años. La acompañé al auto, subí su maleta y cómo si fuera un chiquillo me quedé congelado ante aquella coincidencia y su sonrisa. A medio camino miro directo al retrovisor y cuando cruzamos la mirada me dijo “¿Eres tu Tavo?” pregunta que rompió la tensión, entre risas confirmé si sospecha mientras un alivio extraño recorría mi cuerpo.
Mi jefe no mentía, al llegar a la planta se notaba que el nivel que manejaba era extraordinario, conocía muy bien los procesos, eso provocó que me interesara no sólo en ella, sino en el trabajo, la quería sorprender, que ella sintiera admiración por mí así como yo la sentía por ella.
Su estadía se prolongó por cuestiones de logística en mi línea de producción, lo que hizo que tuviéramos que trabajar hombro con hombro y por más que yo quería invitarla a salir cuando estaba frente a ella no podía. Un mes después se fue.
Meses después por fin llegó el evento de la certificación que logramos gracias al trabajo de la consultora , estaba ansioso de ver a Ana de nuevo ya que habíamos seguido en contacto coordinando el tema y también poniéndonos al día, de pronto parecía que no había pasado el tiempo. Pero de lo que sí estaba seguro era de que había cambiado todo, estaba loco por ella.
Me esforcé por esconder mis sentimientos cuando me ofrecí de voluntario para ir a recibirla al aeropuerto. Me sudaban las manos y sentía que se me contraía el pecho esperando su vuelo retrasado. Ahora si, no había más tiempo que perder, había decidido declararle mi amor y decirle todo lo que sentía en cuanto la viera porque no podía pasar un día más sin ella.
De nuevo se abrieron las puertas de ‘llegadas’ y la vi salir, aún más hermosa de lo que recordaba,apresuró su paso y se lanzó hacia mí con un abrazo de esos que detienen el tiempo…después de lo que me pareció un segundo me miró sonriendo y me pregunto señalando a otra mujer ”¿Recuerdas a Maria?”.