Cuando estás en el cuadrilátero, los puños en alto y la mirada fija, no se trata de qué tan duro puedes lanzar un golpe. Más bien, de cuántos de esos puñetazos puedes aguantar, hasta dónde puedes exigirte para no bajar la guardia y no caer noqueado. Así se siente el nuevo álbum, El viejo boxeador, del artista español Marwan, uno de los cantautores más importantes entre la comunidad hispanoamericana.
En entrevista con Newsweek en Español, el músico y poeta cuenta que este proyecto nació porque se ha sentido hipnotizado por la estética del boxeo. Y también por el ejemplo que su padre le ha dado a través de los años. Como refugiado palestino en España, su padre estuvo presente en la Guerra de los Seis Días con un fusil en mano.
“Es mi disco más optimista hasta ahora”, comparte Marwan. “Principalmente, porque todo gira sobre la frase: ‘Tengo el corazón de un viejo boxeador, cayó mil veces y se levantó y entendió que eso era ser un viejo campeón’.
“En el fondo el disco habla mucho de eso, sobre salir adelante y las segundas oportunidades que te da la vida. Creo que, a nivel de letra y musical, es lo mejor que he hecho nunca”, añade.
“Me parece que ese concepto de que la vida puede ir mejor y que las cosas buenas vuelven, mi padre lo refleja como nadie”, argumenta el poeta. Tener una vida próspera, formar una familia bonita y vivir en un país en paz es la victoria que cantó el padre de Marwan sobre las cuerdas del cuadrilátero al que llamamos vida.
—¿Qué fue primero: la música o la poesía?
—Vinieron de la mano porque fue primero la música, pero la música que yo cultivo es completamente poética. Vengo de una tradición de cantautores como Sabina, Serrat, Silvio Rodríguez y Drexler. Ellos cuentan la vida de una forma bella, profunda, pero muy bella. Tras mi cuarto disco entonces comencé a publicar poemas.
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—¿Tu padre te inculcó la poesía y la música?
—Siempre hemos escuchado mucha música en casa, me enseñó a los grandes trovadores de los años 60 y 80. Eso tuvo un impacto muy fuerte en mí, mi padre siempre fue un hombre muy amoroso y nos libró de contagiarnos sus traumas.
—¿Sientes una conexión muy fuerte hacia Palestina?
—Claro, porque la mitad de mis raíces son de allá, la mitad de mi familia vive por ahí. Hay muchas costumbres árabes que están presentes en mi casa. Uno siempre echa de menos sus tierras, por más que sea patriota o no. Palestina ha sido tan golpeada y oprimida que fortalece un vínculo lleno de nostalgia y amor, porque la gente con la que compartes sangre está sufriendo.
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—Todos los artistas tienen algo de su infancia en su obra, ¿cómo fue crecer en España?
—Yo creo que todos los artistas somos niños sin resolver. Los adultos en general somos niños sin resolver. Pero quizá los artistas tenemos unos cuantos nudos que difícilmente se puedan resolver y queremos sacarlos por medio del arte, símbolos, canciones, películas, esculturas, etcétera.
“Mi infancia fue muy bonita, pero complicada porque tenía una ebullición emocional que no podía manejar. Yo tendía a vivir excesivamente en olas emocionales muy grandes: era como un niño inundado en un mar que no podía manejar. Pero ya con los años uno aprende a controlarlas, mas hubo cosas muy bonitas, como las travesuras con mi hermano.
—Si pudieras conversar con cualquier artista, ¿con quién sería?
—Te diría que con Sabines o Serrat, pero esas ya las tuve. Entonces, yo creo que algún estadounidense, como Michael Jackson o Prince, esos artistas de los 80 que tanto influyeron en mi adolescencia. Aunque quizá no sería bonito charlar con ellos, yo creo que no hay que amar a los artistas, solo hay que amar su obra y ya está. N