El 29 de diciembre de 1996 concluyó la guerra civil en Guatemala, la cual dejó decenas de miles de muertos y desaparecidos. Este miércoles se conmemoran 25 años del final de un evento que atormentó a la población por 36 años, pero los indígenas aún reclaman que el desenlace no les trajo paz ni desarrollo.
Durante una protesta frente al Palacio Nacional en la capital, Miguel Itzep, líder indígena, mencionó a la AFP que “lo que vino hace 25 años fue el silencio de las armas, no la paz”. Porque “la paz se construye a partir (del cumplimiento) de los compromisos suscritos”.
De etnia maya-k’iche’, con 71 años de edad, Itzep confesó su pesar sobre el poco seguimiento que ha tenido la firma de los acuerdos de paz, que buscaban cambios fundamentales en Guatemala.
“La paz para nosotros es posible si se combaten las causas que originaron el conflicto armado interno, que es la pobreza, la exclusión social, el racismo y discriminación a los pueblos indígenas”. Según expuso el líder, él fue secuestrado por fuerzas armadas en 1977 por sus labores como cooperativista en comunidades mayas del oeste guatemalteco.
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Poco antes de la protesta, un grupo de sacerdotes mayas realizó una ceremonia en Kaminal Juyu, sitio arqueológico, para denunciar los mismos incumplimientos de los acuerdos.
En 1960 empezó la guerra civil, que se extendió hasta mediados de la década de 1990. Cuando culminó, el gobierno y cuatro facciones guerrilleras reunidas en la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) firmaron un tratado de paz.
En el camino quedaron más de 200,000 muertos y desaparecidos, según datos proporcionados por una Comisión de la Verdad, auspiciada por Naciones Unidas, en 1999.
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Feliciana Macario, de 52 años y sobreviviente de la guerra, expresó: “Cuando se hablaba de los acuerdos de paz teníamos muchas esperanzas. Creíamos que la situación iba a cambiar y que íbamos a tener una vida digna, pero no es así, no ha cambiado mayor cosa”.
De los 17 millones de habitantes en Guatemala, el 40 por ciento es representado por la población indígena. Empero, líderes de pueblos originarios consideran que esa cifra está por el 60 por ciento.
La comunidad también ha sido afectada por la pobreza, la cual agravia al 80 por ciento de los indígenas.
Marcelo Vicente, guía espiritual mam de 36 años, concretó: “Realmente la paz que estamos viviendo es una falsa paz porque hay más violencia (criminal y doméstica)”. N