El psiquiatra Hans Asperger, reconocido por sus tempranos estudios sobre desórdenes mentales, especialmente en infantes, creía que el trastorno que supuestamente descubrió no podía presentarse en las niñas.
Hasta ahora no se sabe a ciencia cierta el número de niños que fueron tratados por este médico. Sin embargo, los mitos alrededor de él sí lo señalan como un cómplice de los nazis y otros aseguran que se robó lo que ya había sido descubierto.
La poetisa Karen Villeda, ganadora del Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2020 por Anna y Hans (FCE), ha reescrito en esta obra la historia del psiquiatra y su posible encuentro con Anna Knapp, su única paciente del género femenino de la que se tiene registro.
“La primera idea fue escribir sobre Hans Asperger. Conforme avanzaba en mis lecturas sobre este personaje me encontré con la posibilidad de que él no hubiera descubierto el síndrome, ya que había trabajos previos”, cuenta la escritora. “Otro dato escabroso es el de su posible participación en el régimen nazi. No se sabe si participó para tratar de eliminar a la población que no encajaba con este ideal ario o simplemente practicaba la medicina“.
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Villeda añade que, sin embargo, “las investigaciones me llevaron a descubrir que el doctor Asperger llegó a afirmar que las mujeres adolescentes no podían tener ningún tipo de trastorno dentro del espectro autista porque consideraba que el autismo era una forma de inteligencia prominentemente masculina, es decir, detecté que en sus estudios refleja misoginia, sexismo, y por ello nunca trató a niñas”, añade la escritora en encuentro con Newsweek México.
Tras descubrir en sus investigaciones el rechazo del médico a las niñas y mujeres, Karen Villeda creó en Anna y Hans el personaje de Anna, que representa el manejo patriarcal de las enfermedades, en este caso, del espectro autista.
“A lo largo del libro busco darle voz a esta niña con el cometido de que sea ella quien narre cómo se confronta a los silencios impuestos por el mismo lenguaje médico que la discrimina, que la excluye, que no le permite formar parte del universo que tenía Hans Asperger y de la enfermedad.
“Esto último me pareció bastante escabroso —continúa— porque él cierra la oportunidad, en este caso a Anna, de poder decir: ‘Estoy enferma de la enfermedad que tú nombras porque ni siquiera existo para ti’. Así comencé a jugar con ambas voces, donde ambos hablan un lenguaje autista y esto surge porque, de acuerdo con mis lecturas, el doctor Asperger probablemente también estaba dentro del espectro autista”.
Karen Villeda, becaria de la Open Society Foundations, The Ragdale Foundation y del programa Jóvenes Creadores del FONCA, en 2015 participó en el Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa.
Es ganadora del IV Premio Nacional de Poesía para Niños Narciso Mendoza 2005, Premio de Poesía de la revista Punto de Partida 2008, Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2013 y Premio Bellas Artes de Cuento Infantil Juan de la Cabada 2014 por Cuadrado de cabeza.
También ha sido ganadora del Premio de la Juventud de la Ciudad de México 2014 y del Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura 2017, así como del Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas 2017 por Visegrado: microensayos literarios de Hungría, Polonia y República Checa.
UN CIENTÍFICO OBSERVADO Y CONFRONTADO
Ahora, con Anna y Hans, la escritora explora a través de la niña una comunicación de resistencia ante el lenguaje médico, ante la ausencia de perspectiva de género al tratar a los pacientes porque, conforme se avanza en la obra, el lector puede darse cuenta de que Asperger no cree que Anna esté enferma.
“La cuestiona constantemente mientras ambos personajes se desdoblan porque finalmente son reflejo el uno del otro”, relata Villeda.
La autora convierte a Hans Asperger en un científico observado y confrontado por la niña y, a su vez, Anna tiene una forma de liberarse justamente con el constante cuestionamiento al doctor.
“Era necesario escribir, en este caso, a través de Anna sobre está invisibilidad como un ejemplo de esta cuestión de la historia de las mujeres donde, si enferman, ‘está todo en su cabeza’. Por ello me interesaba mucho la historia de la misoginia médica, esta historia de los hombres médicos que deciden quién está enfermo y quién no está enferma”, explica la autora.
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A su vez, Villeda cuestiona al Estado sobre esta enfermedad y su responsabilidad en la existencia del sexismo y misoginia en la medicina que provocan que exista “un gran surtido de diagnósticos equivocados” con respecto a la salud de las mujeres.
“Conforme Anna crece se da cuenta de que nunca estuvo bien y, siendo ya una adulta, hacia el final del libro, habla la mujer que está recuperando su historia. Ella dice: ‘Ahora yo puedo hablar y ahora tú estás muerto, ahora tú eres el invisible porque estás en la tumba’”.
Este escenario es una mirada a un sinfín de historias de mujeres mal diagnosticadas o mujeres que ni siquiera llegaron al diagnóstico porque se presentan ante el médico que de alguna manera les hace creer que “todo es parte de su imaginación”.
“Las investigaciones señalan que, en efecto, sí hay una gran cantidad de malos diagnósticos, y eso al final también entorpece que se desarrolle mayor investigación enfocada en género y, sobre todo, se disminuye la posibilidad de ser más incluyentes con estas neurodivergencias”, añade la escritora.
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Sobre la decisión del tipo de lenguaje que usaría para construir este libro, Villeda comenta que pensó que estos lenguajes —autistas— son realmente maravillosos. “De pronto hay estas alteraciones gramaticales, sin intención de romantizar hago esta declaración, me parece sumamente poético y en ese momento también me tuve que desprender de mi rol como poeta.
“Por ello está escrito en primera persona —añade—. Y para ello llevé a cabo una documentación de todo tipo para saber cómo se expresan las personas en estos lenguajes, qué tipo de expresiones existen, cómo se alteran y cómo podía usarlos”.
La poeta abunda: “Hacia el final ambos personajes tienen una discusión igualitaria porque él también se da cuenta de que está enfermo.
“El libro podría parecer casi un ensayo de la enfermedad y el género si no tuviera la voz de Anna, que fue siempre el contraste”, concluye Villeda. N