CUANDO 10,000 jóvenes de todo el mundo respondieron a una reciente encuesta sobre el clima, cerca de la mitad expresó que la preocupación por el clima afectaba negativamente su funcionamiento diario. Como padre de dos adolescentes, esto me parece angustioso, aunque no sorprendente.
¿Cómo no van a sentir ansiedad? El planeta es ahora 1.1 grados centígrados más cálido que antes de la Revolución Industrial, y el mes pasado la ONU hizo sonar la campana de alarma más fuerte que nunca.
Sin embargo, los adultos de la sala, líderes mundiales y titanes de la industria, parecen más enfocados en hablar que en actuar. Para muchos jóvenes, todo se reduce a un “bla bla bla”, como otra adolescente dijo hace poco.
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Comparto su frustración, especialmente por la falta de acción en las denominadas soluciones basadas en la naturaleza. Han pasado dos años desde que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU nos dijera que las soluciones basadas en la naturaleza podrían ayudar a lograr un 37 por ciento de reducciones en emisiones necesarias. Y si bien son un tema clave en la cumbre del clima de la ONU, estas soluciones han recibido muy poca atención e inversión.
Esto no tiene sentido, somos conscientes de que la agricultura regenerativa es un método que funciona para rehabilitar la naturaleza y ayuda a mitigar el cambio climático. La agricultura convencional, por otra parte, es responsable del 24 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por la actividad humana y del 70 por ciento de la deforestación de los bosques tropicales.
También sabemos que los bosques son una “tecnología” rentable para la captura de carbono y, de todas formas, la deforestación y la degradación de estos continúa a un ritmo espantoso. Esto sucede a pesar de los compromisos con las cadenas de suministro libres de deforestación.
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Tenemos una potente herramienta en nuestras manos para combatir esta crisis global: la naturaleza, pero ¿aprovecharemos su potencial? Por el bien de nuestros hijos, debemos hacerlo.
Para que esto suceda, es necesario aumentar masivamente la inversión en soluciones basadas en la naturaleza, como la silvicultura comunitaria.
Por ejemplo, las exitosas comunidades forestales con las que Rainforest Alliance trabaja en la Reserva de la Biosfera Maya de Guatemala recolectan madera de forma más sostenible y extraen solo un árbol por hectárea cada 40 años. A su vez, mantienen viveros de especies nativas para plantar y cosechan nueces y xate (una hoja de palmera) del suelo del bosque.
El resultado es que estas comunidades han mantenido una notable tasa de deforestación cercana a 0 por ciento durante más de 20 años en una región que, de otra forma, estaría devastada por la deforestación.
EL PODER DE LA AGRICULTURA REGENERATIVA
Es necesario invertir para establecer economías como estas y reforzar los lazos de mercado entre las empresas forestales y los compradores responsables, particularmente en los trópicos, puesto que los bosques tropicales absorben más dióxido de carbono que cualquier otro tipo de bosque.
Cabe mencionar que este modelo funciona mejor cuando los pueblos indígenas y las comunidades locales poseen derechos sobre la tierra. Muchos países han devuelto los derechos sobre la tierra a comunidades que poseen una larga tradición en la gestión de sus bosques y es necesario que más gobiernos se sumen e inviertan más en apoyar a las comunidades.
Otra solución climática crucial basada en la naturaleza es la agricultura regenerativa, la cual mejora la naturaleza en vez de agotarla. Entre sus numerosos beneficios, la agricultura regenerativa mejora la salud del suelo, y un suelo sano es la mejor reserva de carbono del planeta.
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El cuidado de los árboles existentes y la plantación de otros nuevos, a la par de la producción en los cultivos, es una práctica regenerativa conocida como agrosilvicultura. Esta no solo incrementa el almacenamiento de carbono, sino que genera una cubierta protectora que regula la temperatura y la humedad. Muchas variedades de árboles de sombra también mejoran la salud del suelo.
Las ventajas de estas prácticas agrícolas no están limitadas a la captación de carbono.
La finca de café Aquiares de 1,000 hectáreas, en Costa Rica, pionera en agricultura regenerativa, ha plantado casi 50,000 árboles, conectando así dos corredores de vida silvestre. Ahora la finca tiene 76 especies de árboles nativos y 140 especies de aves, 103 de las cuales no se habían visto antes de que se adoptaran prácticas regenerativas en la finca. La biodiversidad ha florecido.
El reciente informe del IPCC afirma que, si queremos evitar los efectos más catastróficos del cambio climático, debemos reducir a la mitad las emisiones para 2030. No estamos en camino de hacerlo.
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El debate en cuanto a cómo conseguirlo se centra en mayor medida en el cambio a la energía verde, aunque la ampliación de las soluciones basadas en la naturaleza es igualmente crucial. Tal cometido empieza por aumentar la inversión: el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente manifiesta que la inversión en soluciones basadas en la naturaleza debe triplicarse de aquí a 2030.
Como alguien que trabajó por dos décadas liderando iniciativas de sostenibilidad en el sector privado, estoy convencido de que las empresas pueden y deben desempeñar un rol principal en impulsar esta transformación.
Sé también que herramientas como la agricultura regenerativa y la silvicultura comunitaria son efectivas y escalables, particularmente cuando se centran en las voces de las comunidades locales.
Muchos gobiernos y empresas dicen estar comprometidos. Lo que necesitamos ahora es una inversión coordinada, alianzas entre el sector público y privado; y una acción rápida, así como demostrar a nuestros hijos que podemos hacer algo más que hablar. N
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Santiago Gowland es director ejecutivo de Rainforest Alliance. Este artículo fue publicado inicialmente en inglés por la Fundación Thomson Reuters. Los puntos de vista expresados aquí son responsabilidad del autor.