EL 18 DE MARZO, y como en todas las administraciones anteriores, en México se realizan anuncios de descubrimiento de reservas equivalentes de hidrocarburos en fase exploratoria, a lo cual deberá realizarse inversiones para poder tener información del subsuelo, y cuyo objetivo es crear un plan de desarrollo, una vez disminuido el riesgo geológico, para aumentar el éxito comercial de cada pozo que perforen en cada sección en un yacimiento.
Todo esto dependerá del presupuesto asignado u otorgado por una empresa productiva del Estado o privado. Las reservas no son de las empresas que las descubren, son de la nación, la cual decidirá la forma de quién o cómo podrá obtener estos recursos en su superficie, ya sea para su comercialización o transformación.
Ser parte importante del grupo o grupos que controlan el volumen de producción en función de una demanda da acceso a información y mercados en el mundo, y con esto poder adaptar el crecimiento económico macroeconómico de cada nación para establecer un equilibrio dentro del desarrollo económico de la sociedad que lo integra.
La pandemia en todos los países productores ha obligado a una pausa, y esto ha traído lecciones del cómo deberá ser la inversión cada país para la extracción de las energías primarias que haya lugar en cada subsuelo, tener una mejor calidad de aire, combustibles, aditivos, y mayor kilometraje recorrido por cada litro de combustible consumido, y ante un cambio generacional de autos en un periodo de largo plazo. La demanda de crudo en el mundo, la tendencia, es aumentar de los 90 millones de barriles diarios a cuando menos alrededor de 104 millones en 2026.
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En México, y de acuerdo con la política energética de la administración actual, debemos considerar en dos puntos el decálogo leído el 18 de marzo:
Cuatro: “…La extracción de petróleo se destinará a la refinación y no continuará la tendencia a exportar crudo y comprar gasolinas, es decir, toda la materia prima será procesada en nuestro país”.
Cinco: “Esta nueva política significa no extraer más petróleo que el indispensable… No sacaremos del subsuelo más de 2 millones de barriles diarios; con esta producción moderada cumpliremos el compromiso de reponer —y esa es la norma— el 100 por ciento de las reservas probadas”.
Estos dos lineamientos han dejado en claro para el mercado mundial de productores, y sobre todo de exportadores de crudo, que México podría dejar de ser parte de este grupo ante la reducción de las exportaciones o la nulidad de estas. Podremos ver que países como Arabia Saudita, Estados Unidos, Rusia y hasta Irán podrían pelear cada barril que México dejaría de comercializar en el mundo.
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En el caso de cumplir ambos puntos, estos podrían ser algunas de los efectos a considerar:
- Eliminar de las divisas el petróleo, dejando solo el turismo y remesas. Dependeríamos de la percepción y la exportación de mano de obra a otros países.
- El Poder Legislativo deberá buscar otra variable que puede adaptar el faltante o exceso de dinero en cada presupuesto que se apruebe. El precio de la mezcla mexicana saldría de la ley de ingresos, y dependeríamos de una mejor recaudación, bajo una nueva reforma hacendaria y financiara para el país. Pondría en dilema el de dónde sacar el dinero faltante en el caso de que aumente el gasto. Entonces deberíamos tener un mayor déficit presupuestal, eso daría lugar a tener una mayor deuda del país.
- Dejar de exportar nos saca del contexto internacional y, sobre todo, de poder tener acceso a reuniones, eventos, información e intercambios comerciales. Ser de los países exportadora hoy, y en la próxima década, es sinónimo de ser parte de hacia dónde se mueve la economía mundial, y en función del crecimiento en la demanda del gas natural a partir de 2030.
- Reducir la plataforma de exportación y aumentar la enviada a refinación con una producción acotada de 2 millones de barriles (Pemex + privados) indicaría dejar el sector de hidrocarburos en la parte de exploración y producción, dejar de invertir en crecimiento, y concentrarse en solo el tipo de mantenimiento, una desaceleración y dependencia del presupuesto que la administración dé a la empresa productiva del Estado para incorporar nuevas reservas.
- La posible desaparición total o parcial de Pemex internacional PMI, o solo dejarla para la importación de combustibles, en el caso de no poder cubrir toda la demanda ante la tendencia en el incremento del parque vehicular.
- Pemex Exploración y Producción y algunos privados deberán adaptarse a las nuevas condiciones del precio tasado de venta interna de acuerdo con las políticas que emanen. Pudiendo llegar a establecer un costo de comercialización que cubra los costos de producción y administración, y que den como resultante venderlo a punto de equilibrio. Es decir, vender a cero ganancias. Esto podría traer como consecuencia la cancelación de contratos y estresar más a Pemex, que con poco presupuesto hace todo.
- Las refinerías de México, a ciencia cierta, no sabemos con el dinero que le estamos metiendo, cuánto es la vida útil que tendrán, recordemos que la de Madero data de 1914, y la última fue inaugurada en 1979. Estamos cambiando el motor de las refinerías, pero estamos dejando el mismo chasis. Aquí la pregunta es: con este dinero que metemos ahora en las refinerías hasta qué tiempo tenemos para poder operar, hasta que de nuevo haya que meter dinero.
Ante esta nueva política, al llegar a 2024 qué sigue o quién le dará continuidad, o estaremos tarde para insertarnos de nuevo en el mercado mundial.
El futuro no espera, el presente ya fue.
Con la tabla de arriba se puede tomar una decisión sobre si es correcto o no. Se puede observar cómo han descendido las metas en cada escenario de cada año presupuestal. N
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Ramsés Pech es analista y asesor de la industria energética y en economía. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.