Me gusta imaginar cuales historias hay detrás de las personas , a veces para matar el tiempo cuando no hay más alternativas, como si se tratara de personajes dentro de un cuento o una novela; en el banco, la línea del metro, las centrales de autobús… me parece fascinante la cantidad de mundos e incluso universos alternativos que se esconden en estos lugares de encuentro, en estos sitios comunes que sin buscarlo reúnen a extraños y donde encontramos más similitudes que diferencias, sabiendo de antemano que compartimos algo, estos, los lugares comunes, son los que me hacen sentir que pertenezco, aunque no sea eso del todo cierto.
En uno de estos momentos de tejer ficciones basándome en lo que veo fue que la vi, una mujer sentada al fondo de las filas del autobús como si se tratara de la luz al final del túnel, cual palomillas mis ojos la seguían. Los suyos fijos en el otro lado del cristal, parecían tener acceso a un mundo aparte en el que la podredumbre de las calles y la contaminación visual no tenían cabida, donde en definitiva algo sucedía y había que poner atención. No volteó al frente durante el trayecto, al llegar tardó varios minutos en darse cuenta de que había que bajar. Yo, el espectador fascinado intenté no ser tan obvio y salí varios minutos después de ella.
No la vi de nuevo aquella noche. Yo estaría en aquella ciudad sólo unos días, iba a arreglar algunos asuntos legales alrededor de la muerte de mi Tía Gaby, quien, si hubiera puesto aunque fuera un poco del tiempo que dedicaba cada tercer día a organizar su alacena a hacer lo mismo con sus documentos no nos hubiera dejado tal embrollo.
Entre visitas a las propiedades, el banco de la ciudad y el supermercado me seguía distrayendo imaginando las historias de quienes me rodeaban, lo curioso era que ahora me encontraba acomodando a la extraña del autobús cual pieza de rompecabezas en cada una de ellas, que tal que era la hermana del señor detrás de mí en la fila del supermercado, una periodista que iba a investigar, o una enfermera de esas por vocación que lo que buscan es hacer realmente la diferencia y cansada de las grandes ciudades y enamorada de ayudar al otro había ido a terminar en aquel sitio o quizá era que su familia estaba en alguna de las casas de campo que quedaban fuera de las calles principales y ahí pasaban el verano, en fin; las posibilidades eran infinitas y como siempre, la realidad una sola; no tenía idea de quien era, pienso que incluso si la hubiera conocido hubiese dado igual, tendría la ilusión de saber quién es gracias a saber un nombre y algunos datos varios y sin embargo quizá nunca sabría a ciencia cierta qué era lo que veía fuera del autobús.
Después de unos días terminé de organizar el tema y volví a casa. Por un tiempo seguí buscándola en los autobuses, trenes…después en aeropuertos y aviones, alguna vez hasta creí haberla visto cerca de mi casa entre la gente caminando por la calle. ¡Vaya que la mente puede jugarnos tanto a favor como en contra! Ya sea mostrándonos aquello que buscamos sin que esté realmente ahí, lo que queremos ver aunque no sea real aunque ¿qué si lo es? Me gusta imaginar que historias hay detrás de las personas, solía creer que lo hacía para matar el tiempo cuando no hay más alternativas y luego descubrí que lo hago para no concentrarme tanto en la mía, si me concentro en convertir en personajes de cuento o de novela a los que me rodean es más sencillo narrar alrededor de aquello una historia, inventarme un universo en el que no estoy solo, en el que mi familia sigue conmigo. Prefiero concentrarme como aquella mujer en lo que hay afuera de la ventana, imaginarme otros mundos en lo que puedo cambiar todo, incluyéndome a mí mismo.
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