En ese tiempo no me sentía precisamente intrigado por el agave azul, sus propiedades, sus colores, la diferencia que había entre un destilado y otro, para hacer un esto lo único que buscaba era un fin de semana fuera de la ciudad donde pudiera compartir con mis amigos un buen rato.
No sospeche que el nombre del paseo fuera mi penitencia, bueno, la verdad es que no tengo mucho de qué quejarme lo que sería un recorrido en el tequila Express ha resultado en el mejor viaje de mi vida hasta ahora.
Quizás porque soy de aquí, de Jalisco nunca he prestado tanta atención a estos pequeños pueblos mágicos que esconden tantos secretos colores y formas, no fue hasta que llegaron visitas de otro lado que decidí acompañarlos a este recorrido turístico que me parecía demás tonto y simplista, vaya que tener que tomar un tren para llegar a un pueblo que está a media hora en auto pagando sobre el precio por unos cuantos tragos de tequila, no me llamaba la atención, pero qué bueno que ese fin de semana lo hice.
No tarde mucho en empezar a calentar la garganta cantando con los mariachis en el tren y entreteniendo al resto de los ocupantes, cuando llegamos a la tierra prometida ya estaba más allá que acá, se me había subido un poco en las copas y preferí hacer una pausa y me puse a caminar entre los agaves azules y entonces la vi con los ojos del mismísimo color del cielo, un vestido blanco con flores y un sombrero café con unas mesitas bajándole al rostro… Como ya estaba envalentonado no me costó trabajo preguntarle su nombre, Margarita me dijo, pensé que era un hombre como de persona mayor o de otra época y si es un alma vieja, pero eso lo descubrí después.
Asumí al principio que ya estaba ahí con nosotros de paseo con amigas, estaba equivocado, resulta que Margarita era de ahí mismo de ese pueblito famoso de Jalisco. No me batalle para comenzar a seguir sus pasos, yo estaba un poco mareado y me tambaleaba, pero ella era como un imán del cual no podía escapar, aún recuerdo como sentía el calor del sol en el rostro, era casi como si pudiera sentir que se enrojecían mis mejillas al cruzar esos campos y alejarme de la multitud con ese magnetismo que se impregno en mi al momento de sentirla cerca.
No sé en qué momento llegamos a una pequeña tienda rustica, sin preguntarme ni pensarlo me pasó un mazapán, me dijo “cómetelo, te va a hacer bien” pidió un agua y salió como si nos conociéramos de siempre, como si compartir de pronto una botella con un extraño fuera lo más normal, y es esa familiaridad lo que nos sigue manteniendo juntos hoy en día, sin querer ella vino a salvarme, de repente empecé a prestar más atención lo que tenía alrededor a los agaves al aire fresco.
El sol en mi piel y el encontrar que incluso en los lugares más cercanos se esconde magia, solamente hay que aprender a verla, desde ese entonces soy el mejor guía de turistas que mis amigos han tenido en la región, pero ahora no voy solo a divertirme y emborracharme como antes, ahora voy a conocer y disfrutar de manera intencional el momento presente .
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