En un verano durante la universidad fuimos a una presentación especial de uno de mis compañeros a la Ciudad de México, iba a representar a nuestro estado, nos organizamos y nos fuimos en el primer camión que se ajustaba a nuestro presupuesto de estudiantes sin pensarlo mucho, por eso mismo al llegar allá todo se tornó un poco caótico. Por fortuna, mis amigos y yo nos encontramos con otro grupo que parecía igual de confundido que nosotros y que se dirigía al mismo evento. Entonces la conocí, en ese momento no le puse más atención que al resto, intentaba sobrevivir deambulando entre las estaciones del metro como si estuviera huyendo de la ley mientras que el corazón me palpitaba en las manos de la emoción de estar solo por primera vez en esa gran Ciudad. Ella y su grupo de amigas, contrario a lo que sería lo obvio se veían mucho más tranquilas, el contraste de estos seres pausados y divertidos a lado de nuestro grupo de roedores asustados debía ser todo un deleite para los extraños con ganas de entretenimiento en su vagón del diario.
Así pues, llegamos al evento y me tocó sentarme a su lado, y lo digo así porque ella fue la que me arrastró a esa silla vacía. Estaba entre el pasillo de alfombra roja y su falda de cuadros, mis amigos regados en el resto de las filas alrededor, disfrutamos el espectáculo, era una presentación de música de distintas Universidades, se suponía que habían elegido al mejor por Estado y que todos por primera vez tocarían juntos, noté que ella cerraba los ojos al escuchar la música, recuerdo reprocharme no haber continuado siquiera con las clases de guitarra. En varios momentos recargó su cabeza en mi hombro, supuse que estaba cansada, pero cuando tomo mi mano para apoyarse y después no la soltó mi corazón se mudó rápido a la garganta y me dejó callado hasta que los aplausos comenzaron a estallar.
Su nombre; Carolina, tenía un remolino que le acomodaba el fleco al lado derecho, cara y nariz redonda y se le marcaban los hoyuelos cuando sonreía, usaba brackets, una chaqueta azul y olía a flores dulces. Salimos de ahí, intercambiamos correos electrónicos entre todos pero antes de irme me jaló y me dio un beso a medio labio y también me pasó un papelito con su teléfono. Me quedé helado, era la primera vez que una mujer tomaba la iniciativa o daba el primer paso y francamente aunque me gustó, no supe que hacer más que llamarla en cuanto regresé a la Ciudad.
Hablamos diario hasta que terminó el verano y se fue del país de intercambio, entonces con la diferencia de horarios y la distancia después de un par de semanas decidimos parar, sin discutirlo o convencernos, un acuerdo mudo que nos desvanecía de forma indolora del mundo del otro.
Pasaron años antes de que nos encontráramos en las entonces nuevas redes sociales, por Facebook me enteré que se había puesto más guapa que nunca, que estaba divorciada, le encantaba el buceo y la pesca deportiva y que su papá había muerto. Fuera de un par de felicitaciones, pésames o likes la verdad es que seguíamos en la heladera.
Se dice que las segundas partes nunca son buenas, pero creo que todos los fans del Padrino coincidirán conmigo en que, no siempre aplica este dicho. Hay situaciones que saben mucho mejor a la segunda o a veces, hasta a la tercera – y no precisamente porque sea la vencida-.
Con el mezcal por ejemplo, al segundo trago se puede saborear mucho mejor que en el primero, porque ese es de reconocimiento ¿Y si en el amor pasa lo mismo que con este destilado? No siempre los primeros encuentros están plagados de magia, hay muchos factores que pueden alterar de forma directa una primera oportunidad, eso no significa que hay que desaprovechar el tiempo o que habrán otros momentos después sin importar lo que pase. También es verdad que existen puertas que sólo podemos abrir una vez y que, entremos o no, después se cierran de forma permanente.
Hace dos meses que nos volvimos a escribir, vi una publicación que puso acerca de la nueva normalidad y le escribí en privado interesado en saber más sobre aquello que escribía, luego pasamos a whatsapp, después al teléfono, en cuestión de días me sentía de nuevo como aquel verano aunque se bien que no es la misma persona y que en medio de esta situación será difícil vernos por algún tiempo más.
Lo que me ha quedado claro es que, a pesar de no haberla visto aún, ya puedo saborearla más que en aquel entonces, lo que ambos hemos vivido en este tiempo me ayuda a percibir mejor lo que es ella en esencia, no se a donde vaya a llevarnos esta amistad que retomamos, si se trata de una fase en medio del encierro o si el día que nos veamos completaremos por fin ese beso que quedó a medias, lo que si se es que quiero arriesgarme a que pase lo que tenga que pasar porque si algo he aprendido este año es que ninguna oportunidad debe darse por sentada.