De niña, cuando viajaba por carretera iba con la nariz pegada al vidrio de ventana con tal de seguir viendo la luna a veces hasta perderla de vista, otras hasta que me ganaba el sueño, por lo general casi siempre pasaba lo primero, no entendía entonces que no sólo nosotros nos movíamos sino que ella también, me gustaba pensar que a veces nos seguía y otras tantas cansada ya de tanto andar se iba a descansar con su brillo a lugares más despejados, a seguir otros autos o a estar sola.
Antes de las noches de luna llena mi madre nos advertía que había que prestar más atención de la normal a todo, evitar ponernos en situaciones de riesgo, no pelear, pensar antes de hablar “por algo Diosito nos dio dos orejas pero nomás una boca, para que escuchemos el doble de lo que decimos…” conforme crecimos me fui dando cuenta que es verdad. Al menos para mí, yo si siento como cambia mi marea; por las noches los sueños se hacen más vívidos, siento que cambia la intensidad de mis niveles de energía, estado de ánimo y hasta mi apariencia física. Cuando las emociones quieren salir por mi cuerpo cual abejas kamikazes después de un golpe al panal recuerdo el sabio consejo de mamá y pienso dos veces antes de lanzar mis aguijones, a veces, cuando logro quedarme callada, en el silencio me encuentro, me descubro, porque sin importar las fases de la luna al final siempre se trata de mí, cada reacción habla sobre mi mundo interno y cada momento puede convertirse en una oportunidad para dar luz a los aspectos más escondidos de mi misma. Mis claroscuros.
Con los eclipses se puede ver esto de manera más obvia, la alineación juega con la luz y trae a la superficie lo que normalmente no se ve, por eso es que los rituales de inicios o cierres durante estos fenómenos han sido históricamente una constante en casi todas las culturas. Y en lo personal no es la excepción; los aprovecho cual signos de puntuación, a veces para dar inicio a un nuevo capítulo y otras veces, como hoy ; para poner puntos finales en el lugar que tienen que ir, aunque no siempre quiera dejar de escribir ese capítulo. Para evitar que pase cómo con las secuelas innecesarias que sólo terminan arruinando la historia. La vida está compuesta de pequeños ciclos que son parte de otros más grandes y que están tan conectados entre sí, y entre todos que el movimiento de un lado afecta irremediablemente al otro, por eso me gusta la astrología porque me recuerda constantemente que estamos hechos de lo mismo que está hecho el mundo. Dos hemisferios, porcentaje de agua de agua compartido y los mismos elementos en distinta cantidad, aquí vaya que el orden de los factores si ha alterado el producto.
Ha sido un año complicado, me atrevo a decir que para todos; incluso para quienes no haya sido necesariamente negativo. Ha estado cargado de cambios y revoluciones, tanto al interior como en la escena internacional. El mundo como lo conocíamos es otro y sigue transformándose y llevándonos a marchas forzadas con él; quizá porque no tiene más remedio, ni nosotros tampoco. Nos hemos visto desafiados a cambiar nuestros patrones de comportamiento, nuestros hábitos y sobre todo a conectarnos más con nuestra naturaleza y la de los demás. Al deshacernos de aquello que ya no suma, podemos hacer espacio para lo que ahora somos capaces de percibir como lo realmente importante. No importa si son fanáticos de la astrología como yo o no, está de más hablarles de los nodos, los sextiles o citas su ascendente si no es algo con lo que estén en sintonía, pero lo que es una realidad es que al estar hechos de la misma sustancia que el universo somos pequeños satélites para nosotros mismos, así que no está de más revisarnos y ponernos en sintonía para sólo tomar aquello que nos haga mejores versiones de nosotros mismos, por y para nosotros primero y por añadidura para los demás.
Me acepto en todas mis fases pero me desafío a dar luz a las áreas que a veces por comodidad dejo en la oscuridad, porque no es fácil verse con los ojos bien abiertos, una vez que se iluminan esas áreas hay que trabajarlas, hacerse responsable y tomar acción. No hay rituales mágicos que te sanen de forma instantánea, la magia eres tú, soy yo. Yo soy magia, amor, salud y empatía ¿Tú que eres hoy? Cada momento es una oportunidad para rediseñarnos desde dentro, aprovecha este momento para más que soltar , agradecer y dejar ir con amor todo aquello que ya no te sirve aunque en su momento lo haya hecho, sin espacio disponible no se puede crecer y sin apertura al cambio es imposible transformarse. El amor es como la luna, no siempre brilla con la misma intensidad pero está ahí todos los días, pasa por distintas fases pero depende de la perspectiva y tu lugar en el mundo, y por más que esté ahí cada noche no deja de asombrarme.