“La población migrante sigue siendo víctima. Durante la pandemia eso no ha cambiado, lo vemos en testimonios directos de migrantes”, afirmó Nino Caradonna, coordinador de campo para el proyecto de migrantes de la organización Médicos Sin Fronteras (MSF), al hablar de los padecimientos en salud mental que predominan en este grupo de personas durante la pandemia.
Algunos de los males mentales que sobresalen en la población migrante son ansiedad, angustia y depresión resultado del estrés psicológico al que están sometidos a causa de la incertidumbre por el COVID-19 y la poca respuesta a las solicitudes de asilo que tramitan en la frontera norte del país.
Aunado a ello, cabe recordar que la población migrante viene de un estado de represión y sufrimiento que empeora con la situación actual.
El estrés y angustia se presentan al saber que no están en posibilidad de continuar su camino ni de volver atrás, porque tampoco esta es una opción para ellos.
“Han sufrido violencias y acoso. Nuestro proyecto da atención a víctimas de tortura y violencia, además atiende a personas que han desarrollado ideas suicidas”, recalcó Caradonna.
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De acuerdo con el coordinador del proyecto en campo de MSF, en su trayecto —y aún en plena pandemia— las poblaciones migrantes siguen siendo víctimas de violencias y secuestros, a pesar de que el flujo migratorio ha bajado.
“Las personas migrantes que han hecho ese recorrido me han dicho que no han alcanzado la meta final de su viaje y, a pesar de eso, deciden iniciarlo, pese a los obstáculos que les esperan”, añadió.
Para los especialistas de MSF que trabajan con la población migrante y refugiada atrapada en México, las personas que emprenden este viaje continúan siendo víctimas, pues muchas veces son devueltos a su país y regresan a las situaciones de violencia.
El estrés psicológico y el malestar en la población solicitante de asilo también aumenta en las personas ante la incertidumbre de no tener una fecha segura ante su demanda.
ATENCIÓN MÉDICA INTEGRAL A LA POBLACIÓN MIGRANTE
Médicos Sin Fronteras cuenta con puntos de atención dirigidos a las personas migrantes y solicitantes de asilo en México, con cuidados médicos dirigidos en atención en salud primaria, en salud mental y atención a víctimas de violencia, así como el trabajo social que requieran.
Estos centros de atención integral proporcionan ayuda a las personas migrantes que fueron víctimas de tortura extrema y violencias que les impidan seguir con su camino, donde psicólogos, psiquiatras y médicos, además de trabajadores sociales, atienden a las personas tanto en Ciudad de México, donde se encuentra la sede de atención, como en las ciudades de la frontera norte y sur del país.
“Vemos un aumento en incertidumbre y ansiedad en los migrantes. Una de las consecuencias también resulta de la clausura de alguno de los albergues que normalmente hospedan a los migrantes o la imposibilidad de poder ingresar a más personas en estos albergues”, señaló Valerio Granello, coordinador de proyecto para MSF en Reynosa y Matamoros.
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De acuerdo con Granello, estas medidas se toman ante la dificultad de contacto entre las personas para evitar contagios y, así, garantizar condiciones de prevención para evitar la propagación de la enfermedad del nuevo coronavirus SARS-CoV-2, causante de la pandemia por COVID-19.
POBLACIÓN INFANTIL, UNA DE LAS PRIORIDADES
Al llegar a alguno de los puntos de atención fronterizo, la población migrante viene de un largo y cansado viaje y consciente de las diferentes formas de violencia a las que han sobrevivido. Ello, independientemente de la pandemia, les causa estados de ansiedad y depresión, donde el equipo de MSF les provee apoyo en medicamentos, dependiendo de la situación de cada persona.
Los niños también viven estas situaciones, pero con la diferencia de que poseen mecanismos de defensa más frágiles que un adulto. Los infantes incluso llegan a ser víctimas de abuso durante la ruta o en su estancia tanto en albergues como en campamentos consecuencia de la inseguridad en las zonas fronterizas, según informó Valerio Granello.
En un comunicado emitido el pasado mes de mayo por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se señaló que la protección sigue siendo desafiante en las zonas fronterizas.
La pandemia del COVID-19 obligó a los gobiernos a implementar medidas extraordinarias para limitar la transmisión del virus; sin embargo, también es importante garantizar que dichas medidas sigan los principios fundamentales de los derechos humanos, las normas para la protección de las niñas y los niños y las normas para la protección de las personas refugiadas.
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Algunas disposiciones corresponden al principio de no devolución (non-refoulement) y el acceso al territorio para las personas solicitantes de asilo. Tanto la ONU como la Unicef recomiendan la suspensión temporal de las deportaciones y la liberación de las personas refugiadas y migrantes detenidas, especialmente de niñas y niños no acompañados, a fin de prevenir la transmisión del virus y proteger la salud de las personas refugiadas, de la población migrante y de sus comunidades.
De acuerdo con MSF, durante el COVID-19, cuando se presenta algún caso sospechoso por esta enfermedad en los albergues, se tiene particular sensibilidad con los migrantes tras verse estigmatizados, se enfatiza en explicar el porqué del aislamiento y se presta atención en los cuidados de salud mental de las personas que, muchas veces, están encerradas o deben separarse en otros espacios.
“Se trabaja con ellos para que entiendan la situación de esas personas y lo que viven, así como los protocolos de control y prevención”, concluyó Nino Caradonna.