¿Quién escribió las reglas de la vida? ¿Quién dictó los pasos a seguir para que socialmente un hombre o mujer sean considerados exitosos o buenas personas? Si alguien lo conoce por favor póngase en contacto conmigo, ya que le tengo un par de preguntas.
El 31 de diciembre del 2019 a las 23:59:59 nos unimos todos en alegría para gritar “Feliz año nuevo!” y cómo lo dicta el cliché, nos abrazamos y deseamos todo lo que se debe de desear en ese momento específico: Paz, amor, prosperidad, nuevos proyectos, etc.
Que equivocados estábamos…
Jamás he sido un hombre fiestero, no es que no me guste y sea un amargado, simplemente no lo busco, pero eso si, cuando voy de invitado a una fiesta y es gente de confianza o conocidos de años, lo disfruto, me tomo un vinito, si hay música y el espacio lo permite, saco a bailar hasta a la abuelita de la casa. Esta celebración de año nuevo la consideraba distinta, aunque económicamente no fue excelente, no me fue mal durante el año, además mi hija Valentina nació en los primeros días de Enero y para mi ese ya era un gran motivo para celebrar, algo me decía que el próximo año vendría aún mejor y creo mi familia también sentía lo mismo, que el 2020 sería distinto, pero no de esta manera.
Enero y Febrero fueron increíbles, el dicho de “Los bebés vienen con torta bajo el brazo” se estaba cumpliendo en su totalidad, mi esposa regresó a trabajar e inmediatamente la subieron a un mejor puesto que le permitía incluso tener más tiempo libre, yo en cambio, me la pase viajando esos meses, cerrando contratos para mi empresa, en esos dos meses vendimos más que en los últimos dos años, todo parecía cuento de hadas y en medio de esta buena racha, yo no podía dejar de pensar en que no me lo merecía, que todo había sido por suerte y no por años de dedicación, esfuerzo y sacrificio que al fin estaban dando frutos, la psicología le llama a este fenómeno el “Síndrome del Impostor” donde minimizamos el éxito y al parecer en nuestra sociedad es muy común, lamentablemente sociedad y políticos han hecho ver al éxito como algo malo, como robado, para enmascarar su falta de capacidad en crear las oportunidades para que todos seamos exitosos, en estos tiempos donde se premia la mediocridad, el ser feliz y exitoso es un acto de rebeldía.
Este sentimiento y pensamientos de culpabilidad me llegaban de manera aleatoria, no estaba disfrutando de lo que hacía, de mi familia y de los logros obtenidos, fue en uno de esos momentos, mientras iba volando de regreso a México, que me puse a ver por la ventana las nubes, miles de nubes, hileras de nubes, más allá del horizonte, de todas formas y tamaños, algunas multicolores por el reflejo del sol y me puse a jugar, a buscarles formas, ponerles nombres, no era la primera vez que lo hacía, con mi hija y sobrinos en algún domingo acostados en el pasto del jardín, nos pusimos a ponerle nombres a los animales que veíamos en las nubes, mi hija a todo decía que era un “efante”, quizá porque su juguete favorito es un peluche de Elefante y de las primeras palabras que aprendió.
Y fue en ese momento, a diez mil metros de altura, mirando una nube que parecía Jirafa que me di cuenta, que esos pequeños momentos tan simples con mi hija era lo que me hacía feliz, no cerrar contratos y avanzar profesionalmente, eso me alegraba pero no me hacía feliz, la sonrisa de mi hija mientras mi esposa le canta canciones de cuna y la tranquilidad de mi familia eso era lo que me realmente me hacía feliz.
Llegó Marzo y llegó el caos, los primeros días de encierro no pesarón tanto, lo considere como una pequeña pausa para ordenar mis prioridades, acercarme a mi esposa y disfrutar a mi hija que cada día aprendía nuevas cosas y palabras, mi esposa y yo empezamos a hacer planes para las vacaciones de verano creyendo que esto sería solo un mes, máximo dos y luego todo volvería a la normalidad y al igual que con los deseos de año nuevo, que equivocados estábamos..
Fue a finales de Abril que nos dimos cuenta que quizá no volveríamos pronto a la “normalidad” porque desde un inicio, esa “normalidad” no estaba funcionando para todos, fue en esas fechas que muchos de nuestros familiares empezaron a verse en problemas económicos, perdieron sus negocios o empleos y estaban agotando sus recursos, algunos ya desesperados vendiendo sus posesiones.
El balde de agua fría pasó en Mayo, cuando un amigo muy cercano decidió tomar su propia vida, durante estos meses sus negocios cerraron y lo perdió todo, incluso las ganas de vivir, para los parámetros que nos enseñaron en la antigua normalidad, mi amigo fracaso, no lo logró, no llenó el molde de lo que es ser un “hombre de éxito”. Los socidad juzga el suicidio como un acto de “Egoísmo cobarde” pero ¿Qué mayor acto de coraje que quitarte tu propia vida? Los egoístas somos nosotros al no darles tiempo ni atención al que lo necesita, los cobardes somos nosotros al juzgar sin saber todos los hechos que orillaron a una persona a tomar esa decisión.
Nuestras vidas no son solo nuestras, estamos conectados con todos, pasado y presente y con cada injusticia o acto de bondad le damos nacimiento a nuestro futuro.
Si en “La nueva normalidad” seguiremos anteponiendo el valor material antes de todos los pequeños detalles que nos hacen humanos y nos hacen felices, la pandemia nunca terminará, el virus se podrá ir pero nos quedaremos con la pandemia de tristeza, desconección y sentimiento de vacío, de nunca sentirnos completos ni felices por no llenar un molde de lo que socialmente es considerado bueno y exitoso.
Mucho podríamos seguir discutiendo de lo que depara la “Nueva Normalidad” y de la oportunidad que tenemos para construir una mejor, pero ya son las 5 P.M y mi hija ya está en el patio lista para seguirle poniendo nombre a las nubes…
Mi vida no es más que una gota en este inmenso océano llamado vida, pero ¿Qué no los océanos no son más que una multitud de gotas?