El Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) es el instrumento de Andrés Manuel López Obrador para borrar desde sus cimientos al Seguro Popular.
La ocurrencia cobró forma el uno de enero de este año, cuando se declaró por lo alto que estaba en condiciones de atender la friolera de 69 millones de personas, desapareciendo las estructuras del Seguro Popular, claro.
López Obrador no colocó a un experto en Salud o al menos, a un financiero experimentado para manejar un presupuesto equivalente a 1.4 veces el Presupuesto de Egresos del estado de Oaxaca en 2020 o, a la compra de una computadora nueva para cinco millones 600 mil emprendedores, micro y pequeñas empresas en todo el país.
El tabasqueño designó como director de esa enorme institución a un exfuncionario del Instituto Nacional de Antropología e Historia: Juan Antonio Ferrer Aguilar. Las críticas sobre su inexperiencia para manejar semejante proyecto están justificadas.
Va un dato: el nuevo titular del INAH, Diego Prieto, dijo que su presupuesto para 2020 es de tres mil 171 millones de pesos.
Si Ferrer Aguilar hubiera dirigido las finanzas del INAH, ahora mismo estaría administrando un presupuesto casi 36 veces mayor, que es lo que se destina a salud.
El Insabi no tiene Reglas de Operación, lo que justifica claramente el que no pocos gobernadores exijan datos claros respecto a cómo está funcionando esa institución, particularmente en el marco de la peor pandemia de México en los últimos cien años.
Pero ahí viene lo peor: el CIDE calculó antes de la pandemia que el Insabi necesitaría un presupuesto de unos 800 mil millones de pesos para cumplir con su labor.
Unos 251 mil millones para enfermedades infecciosas; 473 mil millones para salud reproductiva y enfermedades no transmisibles y, 67 mil 508 millones para prevención. Más el gasto administrativo correspondiente.
El Insabi ha demostrado hasta el momento que no está consolidado como institución, los mayores problemas de la pandemia de Covid han sido su pésima administración y han tenido que intervenir el Seguro Social, el Ejército y la Marina para atender la emergencia sanitaria.
Si en este momento solicita algún servicio a un hospital público lo más seguro es que no se lo presten aunque como ciudadano mexicano legalmente tenga derecho a ello.
Ferrer Aguilar se irá: el problema es que puede llegar alguien peor que él a dirigir al Insabi, de ese tamaño el problema de salud pública en México.
De las anécdotas que se cuentan
La crisis económica de 1994 fue una sacudida para el país.
A menos de un mes de que tomara posesión Ernesto Zedillo se vino una devaluación y México enfrentó la insolvencia de pagos.
La justificación del entonces secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche, fue que Carlos Salinas de Gortari había dejado la economía mexicana en alfileres.
La respuesta del expresidente fue revés para su sucesor:
-¿Para qué le quitan los alfileres?-
El país se convulsionó.
Ahora que el presidente López Obrador crítica todo lo que le dejaron, en especial el Seguro Popular al que sustituyó con el Insabi, sin que funcione ni el pasado ni el presente, vale la pena preguntar ¿por qué le quitaron los alfileres?
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Con información de Diario Puntual