El nuevo coronavirus ha desarrollado mutaciones que pueden modificar “sustancialmente” la forma en que provoca enfermedades, descubrió un equipo científico de China. Los investigadores identificaron 23 mutaciones en el virus SARS-CoV-2 en 11 cultivos aislados obtenidos de pacientes, 19 de las cuales son nuevas, afirman.
El estudio, publicado de manera preliminar en el sitio web medRxiv.org, no ha sido revisado por pares para evaluar sus métodos y sus hallazgos. Por esa razón, las conclusiones se deben tomar con precaución. Sin embargo, éstas parecen coincidir con otras investigaciones sobre las mutaciones del SARS-CoV-2, el virus que provoca el COVID-19.
Es importante comprender cómo pudo haber mutado el virus y si lo hará en el futuro para entender cómo se ha propagado y como lo hará en el futuro, además de si tendrá implicaciones en el desarrollo de una vacuna.
El equipo, encabezado por Hangping Yao, del Primer Hospital Afiliado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zhejiang, en China, secuenció los genomas de 11 cepas del virus de pacientes infectados al inicio de la pandemia. También evaluaron el nivel de virulencia de cada una de las cepas, es decir, su capacidad de provocar enfermedades, mediante pruebas de laboratorio.
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Los resultados mostraron varias mutaciones del virus, entre ellas, las que podrían hacer que algunas de las cepas resulten más mortíferas. Descubrieron que la gravedad de la enfermedad se relaciona con mutaciones de ciertas cepas. Encontraron que había “una variación importante” entre las distintas muestras aisladas en relación con la forma en la que invaden las células hospederas, lo que se conoce como efecto citopático (ECP), así como en la carga viral.
“Aportamos pruebas directas de que el SARS-CoV-2 ha experimentado mutaciones capaces de modificar sustancialmente su patogenicidad”, escribieron.
En todo el mundo se han producido más de 2.5 millones de casos confirmados de COVID-19 y casi 180,000 muertes, de acuerdo con el rastreador de la Universidad Johns Hopkins. Actualmente, se ha propagado a 185 países y regiones, llegando a todos los continentes, excepto la Antártida. El país más afectado es Estados Unidos, con más de 825,000 casos identificados.
Los hallazgos del equipo mostraron que existe una diferencia de 270 veces entre algunas de las cepas en relación con su carga viral y su ECP. “Las mutaciones observadas en nuestro estudio, y posiblemente en las muestras virales aisladas recolectadas en todo el mundo, pueden tener un impacto importante en la patogenicidad del SARS-CoV-2”, escribieron.
En un correo electrónico enviado a Newsweek, el autor del estudio Chao Jiang, de la Universidad de Zhejiang, señaló que, al no contar con la primera cepa de SARS-CoV-2 para su secuenciación, es difícil determinar la forma en que estas mutaciones pudieron haber alterado la capacidad del virus de afectar a los seres humanos: “Solo podemos decir que estas mutaciones probablemente pueden hacer que el virus sea más fuerte o más débil, según cuál se esté analizando”, dijo.
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Sobre la forma en que estos hallazgos pueden obstaculizar el desarrollo de una vacuna, explicó: “Según la naturaleza de las mutaciones, algunas de ellas podrían debilitar el efecto de la vacuna si no se tienen en cuenta. Dado que las vacunas tienen distintas estrategias que abordan distintos elementos del virus, es difícil hacer una declaración general. Sin embargo, actualmente tienen lugar al mismo tiempo numerosos procesos de desarrollo de vacunas, por lo que nos sentimos optimistas”.
Yong Gia, de la Universidad Murdoch en Perth, Australia, que no participó en el estudio pero también estudia al SARS-CoV-2 y sus posibles mutaciones, afirmó que los recientes hallazgos “representar una aportación importante a nuestra comprensión del COVID-19”.
Declaró a Newsweek que aún quedan muchas preguntas sin responder acerca del virus, y que cualesquier hallazgos o datos deben ser valorados. “Anteriormente, los científicos creían que [el SARS-CoV-2] tiende a presentar un bajo índice de mutación, e indicaron que quizás no tendrían que preocuparse demasiado sobre el desarrollo de una vacuna. El estudio actual podría hacer que se reconsidere esta idea. De hecho, mientras el virus continúa propagándose e infectando a una gran población de personas, el número de mutaciones podría acumularse hasta alcanzar un nivel alto, a pesar del bajo índice de mutación”.
Gia afirmó que no era de sorprender que las nuevas mutaciones se hubieran identificado en las 11 cepas. Lo que le parece interesante fue la amplia variación de la virulencia entre dichas cepas. Señaló que las pequeñas mutaciones no significan necesariamente que las vacunas o los medicamentos para tratar el virus sean ineficaces. “La posibilidad de una o varias mutaciones puntuales que harían que las vacunas fueran inútiles generalmente es baja”, afirmó.
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El estudio tiene la limitación de que el equipo no explicó la forma en que las mutaciones pudieron haber producido los cambios en la virulencia, dijo.
Lisa Ng, Catedrática de Inmunología Viral de la Universidad de Liverpool en el Reino Unido, que no participó en el estudio, dijo que los hallazgos son interesantes pero preliminares. “No es raro que los virus muten”, declaró a Newsweek. “Algunas mutaciones no tienen ningún impacto en el fenotipo de la enfermedad, aunque es importante que los desarrolladores de la vacuna se mantengan totalmente actualizados para detectar cualquier cambio. En el caso de este estudio, sería interesante relacionar las mutaciones con el resultado clínico de los pacientes de los que se obtuvieron las muestras”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek