La Casa Blanca anunció este viernes el levantamiento de la prohibición, instaurada durante el mandato del presidente Barack Obama, sobre el uso de minas antipersona fuera de la península de Corea para garantizar la seguridad de los militares norteamericanos.
Dicho acto provocó la indignación de las ONG contra el uso de estos artefactos, como Humanity & Inclusion, que describe la medida como “un giro letal que supone una sentencia de muerte contra los civiles”.
En un comunicado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, justificó la decisión argumentando que la prohibición obstaculizaba “su firme compromiso a la hora de garantizar la capacidad de las fuerzas norteamericanas para defenderse de cualquier amenaza”.
“El Departamento de Defensa ha concluido que estas restricciones podían generar una grave desventaja en un posible conflicto contra nuestros adversarios”, añadió después la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Stephanie Grisham, “y el presidente no está dispuesto a asumir este riesgo”.
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De acuerdo con la nueva política, los mandos norteamericanos podrían desplegar las minas “en circunstancias excepcionales” y siempre y cuando los artefactos estén equipados con mecanismos de autodestrucción: minas “no persistentes” que estallan tras cierto tiempo si no las detona el enemigo.
El anuncio supone una nueva ruptura con la política internacionalista de Obama, que durante su mandato decidió respetar parcialmente, aunque no integrarse, en la Convención para la Prohibición del Uso, Almacenamiento, Producción y Transferencia de Minas Antipersona, de la que forman parte 160 países, entre ellos Francia y Reino Unido.
China y Rusia, rivales norteamericanos, no son firmantes de la convención.
Los críticos del uso de las minas denuncian que rara vez estos artefactos cumplen con su misión. En realidad, y según un estudio del organismo Control de Minas Antipersona y Munición de Racimo, en 2018 un 71 por ciento de las víctimas mortales de estas minas fueron civiles.
Humanity & Inclusion considera esta decisión como catastrófica. “Una sentencia de muerte para los civiles”, ha lamentado su director ejecutivo para EEUU, Jeff Meer.
“Hay actos de guerra que simplemente quedan fuera de límites, y armas que solo causan lesiones superfluas y sufrimiento innecesario. Las minas terrestres caen directamente en esta categoría. No logran nada que no se pueda conseguir por otros medios sin matar a civiles de forma tan indiscriminada”, añadió.
En cuanto al uso de “minas no persistentes”, H&I avisa de que estos artefactos suelen fallar y el hecho de que solo uno de ellos siga activo más allá del tiempo estipulado es un crimen intolerable. “Que nadie se llame a engaño”, avisa la responsable de Protección de Civiles de la ONG, Alma Taslidzan.
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“Todo lo que el hombre crea tiene una tasa de fracaso”, añade. “¿Qué sucede si no se neutralizan según lo previsto? Nuestros efectivos siguen constatando errores en estos artefactos. La idea de que las llamadas minas terrestres “avanzadas” serán más seguras que los tipos de dispositivos más antiguos es absurda”, lamenta.
“Nos oponemos en los términos más enérgicos a la idea de que los comandantes militares puedan estar facultados para usar minas”, señala Meer. “La mina terrestre más segura es la que nunca se produce”, concluye el director nacional de H&I.