El escritor peruano Gustavo Rodríguez concibió su más reciente novela, Madrugada, a partir de una anécdota personal: enterarse de que, a su hermano mayor, de casi 60 años, repentina e inexplicablemente le apareció una hija de 30.
Esa noticia, que tomó por sorpresa a su círculo familiar, lo hizo fantasear con cómo sería esa desconocida mujer, qué vida habría tenido y qué implicaciones tendría su aparición en sus relaciones familiares.
Por esa razón, Madrugada, publicada por la editorial Alfaguara, es la historia de una heroína moderna, Trinidad Ríos, que busca a su padre para que le salve la vida. Toda su vida, desde la madrugada en que quedó huérfana en la jungla de Madre de Dios, en la selva sur de Perú, hasta que tuvo que escapar a la ciudad de Lima, Trinidad ha tenido que luchar contra tratantes de mujeres, mineros ilegales, trabas machistas y una sociedad extremadamente racista. Empero, cumplidos 30 años, teme a ser rechazada por su padre.
Una enfermedad producida por contaminación de mercurio es el motivo que la ha obligado a buscar a la única persona en el mundo que puede salvarla a través de un trasplante de riñón. Pero ¿su padre aceptará como su hija a una desconocida y estará dispuesto a salvarla ahora que sus anhelos musicales están por cumplirse?
“Sin darme cuenta, este argumento me permitió tratar y procesar muchísimos temas que cursan la sociedad peruana y latinoamericana en general: el machismo, la violencia contra la mujer, el clasismo, el racismo incluso”, expresa Rodríguez en entrevista con Newsweek México.
Y es que, añade, esta es una tragicomedia en la cual transcurren los horrores que son usuales en las sociedades latinoamericanas: “Pero he tenido que tratarlos con humor y ternura para que puedan ser digeribles, porque, si no, sin el tratamiento del humor y la ternura, las cosas terribles que ocurren en la novela no podrían asimilarse”.
Gustavo Rodríguez nació en Lima hace 51 años. Entre otras, es autor de las novelas La risa de tu madre, La semana tiene siete mujeres, Cocinero en su tinta, República de La Papaya y Te escribí mañana. También ha escrito libros infantiles y juveniles que se leen en escuelas.
—¿Qué matiz imprime a la novela en conjunto el título Madrugada?
—En realidad, a pesar de los horrores que puedan encontrarse en la narración, yo tiendo a dejar siempre una puerta abierta al final por donde ingrese la luz. Esta novela terminó llamándose Madrugada porque, en primer lugar, a la protagonista, Trinidad Ríos, las peores atrocidades que le ocurren transcurren de madrugada, pero también es en la madrugada cuando más se presiente que el sol va a salir, cuando más oscuro está. La obra termina siendo un retrato esperanzador de los problemas que tenemos hoy como sociedad.
—Cuando el ser humano duerme tiene un propósito, pero en la madrugada puede que se confirme o que cambie por completo. ¿Es así?
—Podría ser otra lectura totalmente válida. Lo maravilloso de la literatura es que un escritor entrega una obra, y el lector lee otra de acuerdo con sus propias expectativas y vivencias. La novela que yo he escrito es distinta a la que tú vas a recibir según tu propia formación, apetencias, expectativas. Entonces, la interpretación que puedas darle a Madrugada es tan válida como la mía.
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—¿Eso enriquece al autor, dar una interpretación y que el lector entienda otra?
—Sí, claro, porque, en primer lugar, la lectura es un proceso tan creativo como el de quien escribe y, por otro lado, yo soy un ferviente creyente de que la literatura no debe de darte respuestas, debe de darte preguntas, para que tú al respondértelas proceses lo tuyo también.
—¿Cuáles son las preguntas primordiales que plantea Madrugada?
—Una pregunta importante es hasta qué punto nos hamaca la vida, sin darnos cuenta, el hecho de haber tenido un padre ausente, no solo física, sino emocionalmente. Otra pregunta se forma a partir de un dilema, pues el padre de Trinidad se ha pasado toda su vida ejerciendo de cantante de fiestas, de covers, e imita muy bien a los dj, y justo cuando está a punto de lograr el sueño de su vida, que lo escojan para un programa de televisión donde imitan a cantantes, se le aparece la hija diciéndole: quiero que me dones un riñón. Entonces la pregunta es: ¿qué hacer?
“Esa disyuntiva —continúa Rodríguez—, una hija que no conoces con una petición tan difícil, es el dilema moral que tiene la novela. Y hay otros tantos: ¿qué tan racista puede ser una sociedad como la peruana o la mexicana? ¿Y qué tan clasista? ¿Cómo una mujer como Trinidad puede vencer uno a uno todos los obstáculos, siendo el último la muerte que la ronda, a menos de que su padre le done un riñón?”.
—¿En qué consiste, entonces, la gracia de sobrevivir al estilo de Trinidad Ríos?
—En hacerlo con elegancia. En realidad, Trinidad es una chica muy sufrida que ha sorteado la trata de personas desde niña, la minería ilegal en la selva peruana, ha sorteado el racismo, el clasismo, la violencia contra la mujer, y ha sorteado el caos de una ciudad como Lima. Y todo lo ha hecho sin quejarse, sin mucha alharaca, con elegancia, con tranquilidad, con el mismo silencio con que luchan las plantas cuando son trasplantadas y sus raíces conocen el vacío. A eso me refiero.
—¿En qué grado Madrugada proyecta la identidad peruana? Ya mencionamos que de alguna manera es un reflejo de América Latina…
—Cuando presenté esta novela en España, un periodista del diario El País me decía que hacía mucho que no leía una novela que reflejara la sociedad peruana contemporánea. Entonces, en ese caso, lo que refleja de Perú específicamente es un racismo muy particular que hay ahí, probablemente en México lo entiendan de alguna forma, somos una sociedad con un apartheid asolapado por el cual el blanco siempre va a tener privilegios, aunque no se dé cuenta de que los tiene.
“Aquí Trinidad, la protagonista —prosigue el autor—, sufre ese apartheid asolapado, eso es muy peruano. Y lo otro es que la protagonista también encarna el surgimiento de una nueva clase media que se ha dado en Perú en los últimos 20 años, cosa que no había ocurrido antes; en los años 1980, parte de 1990, Perú tuvo la peor crisis de su historia, económica y social, con el Estado colapsado, con el terrorismo poniéndonos bombas en todos lados, un país inviable, sin clase media, desaparecida totalmente; y recién, en los últimos 20 años, ha emergido una clase media que es mestiza y representa a esta nueva clase, que no la teníamos identificada. Y un tercer rasgo sería el machismo terrible que vivimos en la sociedad”.
—¿La novela de nuestra época necesariamente debe englobar las problemáticas sociales? ¿Es un rasgo particular de este género literario?
—No. Yo creo en la libertad de cada escritor de contar aquello que lo conmueve y lo afecta. Somos tan distintas las personas, los escritores, que me parecería encorsetador tener que decirle cómo escribir a cada quien. Yo no sé lo que pueda conmover a un colega mío, no le puedo exigir cómo deben ser sus preocupaciones o cómo procesarlas a través de la lectura.
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—En conclusión, ¿cómo hallas en general la novela de hoy en día?
—La novela actual la hallo plural, creativa, alimentándose de las nuevas tecnologías, está en una etapa de procesamiento. También la hallo compitiendo con Netflix, es decir, la hallo en una etapa interesante de su historia en la cual tiene que absorber las formas de comunicación que nos rodean para seguir subsistiendo.