Stormi Rodriguez dice que nunca antes le habían dicho un epíteto racial. Al crecer en Mission, Texas, a 112 kilómetros de la frontera con México, la muchacha de 21 años e hija de una madre soltera mexicanoestadounidense, tuvo lo que ella llama una “vida normal, sin muchos incidentes”, en una parte tremendamente hispánica del país. Eso cambió un día de 2016, cuando publicó una fotografía suya en Facebook usando una gorra roja de Hacer a Estados Unidos Grandioso de Nuevo. La estudiante de la Universidad Estatal de Texas dijo que rápidamente fue bombardeada con abusos de parte de la izquierda que odiaba a Trump y le dijeron una variedad de epítetos, incluido “espalda mojada”. “En la universidad, algunos de mis compañeros de clase me llamaron traidora a la raza”, dice.
Apoyar públicamente a Donald Trump no es fácil para los votantes jóvenes, en especial después de los tiroteos masivos en El Paso, Texas, y Dayton, Ohio. La cultura pop ridiculiza a Trump a diario. También lo hacen muchos de los medios de comunicación masivos. Los estudiantes universitarios a favor de Trump como Rodriguez dicen que sus profesores son uniformemente hostiles con Trump, y también lo es la mayoría de sus compañeros estudiantes. Se necesita de una buena cantidad de temple para ser joven y partidario de Trump, incluso en un baluarte republicano como Texas.
Pero los más de una docena de jóvenes partidarios de Trump con quienes habló Newsweek eran firmes en su compromiso con el presidente y tienen claras sus razones. No consideran a Trump racista y rechazan la etiqueta para sí mismos. Están hartos de la “cultura de cancelar” —cuando los críticos en redes sociales llaman a un boicot contra alguien que ha dicho o hecho algo considerado ofensivo— y la corrección política. “Nos lo restriegan en la cara todos los días, en la escuela y luego en la cultura pop”, dijo a Newsweek en julio Isabel Brown, graduada de la Universidad Estatal de Colorado. Ellos no comparten la atracción del socialismo que parecen sentir muchos en su población base. Y la personalidad sin filtrar de Trump les encanta.
También lee: Trump peleará contra su juicio político, ¿le servirán sus viejos trucos para evitar ser destituido?
Se ven a sí mismos en el papel que políticamente jugaban los jóvenes por tradición: son los rebeldes, los inconformistas, dispuestos a defender lo que creen que está en oposición de la clase dominante. Solo que esta vez la clase dominante —en el campus universitario y en la sociedad más amplia— es una cultura que exige obediencia fiel a lo que Brown llama “ideas de extrema izquierda”. Sea cual sea la razón, explica, la mayoría de las personas de su edad “no son rebeldes, y no son especialmente reflexivos. Sienten la necesidad de adherirse a una agenda ‘progresista’ políticamente correcta”. En este ambiente, argumenta, “la verdadera rebelión es simplemente decir ‘no estoy de acuerdo’. Pienso que se esperaba que los conservadores fuesen calladamente corteses, y esperábamos que la gente fuera calladamente cortés a su vez. Ahora hemos aprendido que, a menos de que luches audazmente por lo que crees, la cultura y el país se verán muy diferentes”.
Los seguidores jóvenes de Trump no son una mera curiosidad política. Los votantes entre 18 y 29 años son uno de los grupos demográficos a escala nacional que tal vez sean la clave para la reelección de Trump, según Brad Parscale, gerente de campaña de Trump para 2020. (Los independientes moderados y las mujeres republicanas conforman el otro grupo.) La meta no es ganarse al grupo demográfico de los jóvenes votantes completamente —la campaña sabe que eso no sucederá—, sino más bien limitar el margen con el candidato demócrata en estados claves, y al hacer esto tal vez inclinar la elección en favor de Trump.
UNA AYUDA CONSIDERABLE
Eso es cercano a lo que ocurrió en 2016, aunque no por una acción sofisticada de la campaña de Trump. Hillary Clinton obtuvo solo 55 por ciento del voto joven, menos del 60 por ciento que Barack Obama obtuvo en 2012; por decirlo suavemente, muchos jóvenes no veían a Clinton como una candidata inspiradora. (En 2008, Obama obtuvo un extraordinario 66 por ciento del voto entre los menores de 30 años.)
“En lo que posiblemente sea otra reelección cerrada, si Trump puede lograr un mejor resultado entre los jóvenes que en la vez anterior, ello podría ser crucial”, dice Mary Snow, analista de encuestas en la organización de encuestas presidenciales de la Universidad de Quinnipiac. “Hay escenarios plausibles en los cuales esto podría ser decisivo”.
La campaña de Trump ganó 37 por ciento del voto joven en 2016 en una campaña que fue caótica y mal financiada. No lo será esta vez. La campaña de Trump para 2020 ya ha recaudado más de 125 millones de dólares y la campaña está haciendo un esfuerzo concertado para enfocarse en votantes jóvenes de estados en disputa. Parscale, quien encabezó las acciones en medios digitales de Trump en 2016, dice que esto sucederá a través de las redes sociales, su fuerte, pero también con “el tipo de organización tradicional de gente en el terreno”.
Tanto en las acciones virtuales como en las del mundo real, la campaña tendrá una ayuda considerable de grupos externos, un apoyo que no tuvo en 2016. Uno de ellos es Turning Point USA, fundado hace siete años por Charlie Kirk, entonces de 18 años. El grupo organiza lo que Kirk llama “conservadores” en campus universitarios de todo el país, pero “conservador” en este sentido significa partidarios de Trump. El grupo tiene más de 1,000 divisiones universitarias y afirma tener más de 40,000 miembros. Kirk los encabezará el próximo año en una acción que, reconoce, está basada en la campaña “Obama por Estados Unidos” de 2012 enfocada en los jóvenes votantes. La acción de Turning Point se tratará por igual de “tablas sujetapapeles y zapatos tenis” en los campus como de redes sociales, en lo que Kirk promete que será una acción “sin precedentes” para congregar el voto a favor de Trump en todo el país. “Nunca antes ha habido una acción a favor de los republicanos en esta escala, enfocada en jóvenes votantes”, comenta. “Se puede hacer. Marcaremos la diferencia”.
La organización conservadora en campus universitarios no es, por supuesto, un concepto novedoso. Jóvenes Estadounidenses por la Libertad (YAF), un grupo fundado por William F. Buckley en 1960, ha tenido divisiones en campus estadounidenses por décadas. YAF fue fundado sobre y ha continuado predicando el catecismo conservador estándar: apoyo al libre mercado y el libre comercio, gobierno limitado y un compromiso estadounidense fuerte en el exterior (originalmente arraigado en un anticomunismo acérrimo). YAF se ve a sí mismo como el promotor del “verdadero” conservadurismo, en el molde de Buckley y Ronald Reagan, razón por la cual algunos de sus antiguos miembros tuvieron problemas para tragarse la campaña de Trump en 2016.
Donald Trump no es y nunca será un verdadero conservador —razón por la cual siempre habrá una porción de “nunca Trump” entre los republicanos—, pero a muchos jóvenes votantes no les importa la pureza política. La cantidad de miembros de YAF ha aumentado en 5 por ciento desde 2016. Como lo reconoce Kirk, no hay uno o dos asuntos definitorios entre los jóvenes partidarios de Trump del modo en que la economía de libre mercado e intimidar con la mirada a la Unión Soviética motivaron a los partidarios de Reagan hace más de una generación. El atractivo de Trump es, a lo más, actitudinal.
“NOS ENCANTA”
En una era de corrección política sofocante, en particular en los campus universitarios, la incorrección del presidente es, para muchos, no solo refrescante sino liberadora. “Él es patriota, está a favor de Estados Unidos, quiere traer de vuelta el espíritu americano y no tiene miedo de decirlo, y yo estoy a favor de todo eso”, dice Brown, exmiembro de Turning Point USA y que trabajó para la Universidad Prager, un sitio de educación en línea iniciado por Dennis Prager, el conservador anfitrión de programas de entrevistas. En septiembre, ella empezó sus estudios de posgrado en la Universidad de Georgetown en política y defensa de ciencias biomédicas. Las varias maneras en que Trump ha roto con las convenciones no repele a estos jóvenes partidarios; los atrae. Ve su adicción a Twitter. A Brown, de 22 años, quien creció en un hogar conservador en Colorado en el que sus padres enfatizaban la “importancia de forjar tu propia opinión a una edad temprana”, le encanta el hecho de que Trump tuitee casi diario: “Es la manera en que él se comunica directamente con sus partidarios”, comenta. “Nos encanta”.
Casi todos los jóvenes votantes entrevistados para este artículo elogiaron el patriotismo franco de Trump. “Trump ama Estados Unidos”, dice Kearyn Bolin. “Me encanta eso de él”. La estudiante mestiza de la Estatal de Texas fue criada en Houston por una madre soltera. A ella no siempre le interesó la política (y era demasiado joven para votar en 2016), pero su madre le prestó atención a Trump. “Ella siempre dijo que Estados Unidos es un negocio y sería bueno que un empresario lo dirigiese”.
En 2017, Bolin, de 20 años, asistió a una reunión de Turning Point USA y le gustó lo que oyó, en especial al compararlo con la retórica contra Trump con la que se topaba todo el tiempo en el campus. “Trump cumple sus promesas. Sí quiere decir lo que dice y dice lo que quiere decir. Pienso que eso es lo que debería hacer un presidente”.
Muchos seguidores de Trump tienen historias de haber sido acosados; un intercambio de opiniones no parece ser posible, comentan. Cuando Stormi Rodriguez inició una división de Turning Point USA en la Estatal de Texas, dice que fue amenazada físicamente. “Había algunos manifestantes afuera de la reunión, incluido un tipo que se me acercó y se golpeaba el pecho como si quisiera pelear. Me dio muchísimo miedo. Créeme, sea cual sea la ideología política con la que se asocie ese tipo, no quiero ser parte de ella”.
“¿Qué le ha pasado a la izquierda para hacerla tan cerrada de mente?”, pregunta Brown. “Si no estás de acuerdo hasta en lo más mínimo con su agenda política eres reprendido como un xenófobo racista y malo y quieren acabar con la discusión”. Ella ha perdido relaciones con amigas e incluso familiares que no pueden tolerar su apoyo a Trump. Ella maneja esto, a su decir, siguiendo adelante, concluyendo que cualquiera que permita a la política interponerse en una amistad o amor familiar y el respeto, “no es alguien que necesite en mi vida para empezar”.
Las historias de amistades perdidas son comunes. Allison Ackles, de 21 años, una estudiante de último año en la Universidad de Alaska-Anchorage, dice que era muy cercana a un grupo de diez amigas en la escuela cuando fue a un evento de Turning Point USA en Dallas hace dos años. Sus amigas eran las típicas izquierdistas universitarias, y cuando regresó de la conferencia —“un evento transformador”, como lo llama—, “les dije a mis amigas que ahora pensaba más conservadoramente. Al final, las diez dejaron de hablarme”.
“¿QUÉ HAY QUE NO GUSTE?”
Para muchos jóvenes partidarios de Trump, la izquierda simplemente se ha “vuelto loca”, como lo dice Kirk, en toda una gama de asuntos. Ve la economía: en la convención de Turning Point USA de este verano en Washington, Rand Paul, senador por Kentucky, puso de pie a un salón de baile abarrotado cuando, haciendo eco de Trump, proclamó que “Estados Unidos nunca será una nación socialista”.
“Es realmente extraño que muchísimos demócratas parezcan abrazar el socialismo cuando la economía está tan fuerte”, dice Ackles. Trump “está haciendo un gran trabajo… El desempleo es bajo para todos: afroestadounidenses, hispanoestadounidenses, todos. Hay muchos empleos. ¿Qué hay que no guste?”.
Spencer Ross, de 23 años y graduado recientemente de una universidad en Richmond, Virginia, está de acuerdo. Creció en un sólido hogar republicano, dice, y piensa que el argumento a favor del capitalismo es evidente por sí mismo: “Tendrías que haber estado dormido en clase de economía o solo ser ignorante” para apoyar algunas de las políticas que favorecen los principales precandidatos presidenciales demócratas, opina. “Atención médica gratuita para inmigrantes ilegales… ¿en serio?”, dice Ross. “¿Todos ellos en verdad levantaron la mano para apoyar eso?” (En el debate del 27 de junio en Miami, los diez candidatos en el escenario hicieron precisamente eso.) “Todos ellos al parecer creen en el mágico árbol del dinero que pueden sacudir y obtener lo que sea para pagar por todo. Es una locura”.
Aun así, Kirk reconoce que la “economía de Santa Claus”, como la llama, de los demócratas es un desafío para cualquiera que trate de llevar a la gente joven a la causa de Trump. La universidad pública gratuita y perdonar la deuda universitaria encabezan su lista de cebos peligrosos. Lo último, en particular, “es un gran problema, y uno al que es difícil oponerse. Nuestro mensaje es: tomen mejores decisiones; hay una buena cantidad de estudiantes que eligieron no asumir una deuda universitaria. ¿Así que vas a cobrarles un impuesto a ellos y sus familias para pagar la deuda de alguien más?”. No está claro cómo verán ese mensaje los graduados recientemente con una pesada deuda universitaria. Una encuesta reciente de Quinnipiac mostró que más de 70 por ciento de los graduados universitarios recientes favorecen algún tipo de alivio a su deuda.
El asunto más duro para los partidarios jóvenes de Trump es la raza y la inmigración. Los críticos de Trump lo acusan de usar un lenguaje que motiva a los supremacistas blancos y quienes se oponen a los latinos. Los críticos arguyen que estos “mensajes velados” son por lo menos parcialmente responsables del ambiente que produjo los tiroteos masivos en El Paso, Texas —llevado a cabo por un supremacista blanco que tenía a los hispanos en la mira— y Dayton, Ohio. Algunos canales de la prensa tradicional ahora se refieren rutinariamente a algunos de los tuits de Trump como “racistas”, como lo hizo The Washington Post al reportar su tuit de julio, dirigido a cuatro representantes demócratas de color, que regresaran a “los lugares totalmente estropeados e infestados de crimen de los que vinieron”.
Ningún partidario joven de Trump afiliado con alguna organización conservadora entrevistado para este artículo cree que el presidente sea racista. Pero algunos expresan incomodidad con su retórica y aspectos de su política. Jason Rivas, de 22 años y estudiante de tercer año en el Colegio Saddleback en el condado Orange, California, dice que su apoyo a Trump en una escala de 1 a 10 está “alrededor de 6.5”.
“A veces no me gusta lo que dice: la manera en que tuitea y la manera en que habla”, señala. Pero Rivas, quien votó por el libertario independiente Gary Johnson en 2016, dice que los aspectos positivos de Trump superan por mucho a los negativos. “Él es fuerte con la frontera, está en contra del aborto, y definitivamente me gusta que favorezca el capitalismo y esté dispuesto a buscar estímulos fiscales para ayudar a mover la economía”.
EL ANZUELO RACIAL
Otos entrevistados por Newsweek hacen el mismo cálculo: ¿lo bueno sobrepasa lo malo? Diego Morales, de 20 años y estudiante del propedéutico de derecho en la Universidad de Texas-El Paso, se autodenomina como “a favor de Trump en ocasiones”. Creció en un hogar sólidamente demócrata, no le entusiasma mucho el enfoque del presidente con la inmigración y culpa a Trump de no enfatizar su apoyo a la inmigración legal. Trump “debería aumentar significativamente la cantidad de inmigrantes aceptados legalmente cada año. Se dice a favor de la inmigración legal, pero debería hacer más para demostrarlo”.
Te interesa: Elecciones presidenciales de EU en 2020: bajo ataque
Pero Morales aplaude al presidente por “traer de vuelta el espíritu americano, el modo americano de pensar. Él está a favor de Estados Unidos. A la gente le gusta eso, y a mí también”. A Morales, un estudiante del propedéutico de derecho y contrario al aborto, también le gustan los nombramientos judiciales de Trump. “Definitivamente ha hecho algunas cosas buenas. Lo cual significa que, en 2020, definitivamente me inclino por votar por Trump”.
La creencia popular sostiene que Trump usa el anzuelo racial y el golpeteo a los inmigrantes para animar a su base, pero algunos partidarios creen, en cambio, que son los críticos de Trump quienes usan esos asuntos para sus propios fines. Ben Okereke, un afroestadounidense de 27 años que regresó a estudiar en la Universidad Estatal de Georgia después de un periodo de cuatro años en el ejército, ridiculiza la idea de que Trump sea racista.
“La gente que dice eso no tiene un argumento; no pueden defender sus ideas y posturas [políticas]”, opina. “No están dando un argumento; están tratando de evitar una discusión”.
Muchos partidarios jóvenes de Trump están de acuerdo con ese sentir. Pero algunos tratan de tener la conversación sobre Trump con sus detractores de todas formas. Sergio Velasquez, de 19 años y estudiante de segundo año en la Universidad de California Los Ángeles, es un “soñador”, traído por su madre a Estados Unidos desde Guatemala cuando él tenía dos años. Su condición no le permite votar en la elección del próximo año, pero tiene la intención de ser activo en su apoyo a Trump de todas formas, el cual, dice, está basado en “la honestidad de Trump, su autenticidad. Él dice lo que cree y no se desdice, y eso en verdad resuena en mí”. Tanto así que él ha empezado a llamar a la gente en nombre del presidente en el campus. El 11 de septiembre, él y un grupo de amigos colgaron una pancarta en el medio del campus que decía: “Trump no es tan malo. Hazme cambiar de parecer”. La meta, comenta, era “suscitar una conversación honesta, un debate honesto”.
De forma similar, Stormi Rodriguez dice que su tarea es “refutar” los argumentos más comunes. Por ejemplo, señala la controversia sobre el comentario de “gente muy amable” de Trump después del disturbio en Charlottesville en 2017. El presidente no se refería específicamente al grupo neonazi que protestaba por el derribo de una estatua del general confederado Robert E. Lee, comenta.
Sus partidarios también rechazan la visión de que la cantidad creciente de homicidios llevados a cabo por supremacistas blancos tenga algo que ver con Trump. “Eso es culpar por asociación”, dice Brown. “Es un argumento pueril hecho por gente intelectualmente deshonesta”. Rodriguez cree que los tiradores son los únicos responsables de las muertes, y que cualquiera que diga lo contrario está tratando de “distraer del hecho obvio y hacer un argumento político barato”.
Otra cosa en la que los partidarios jóvenes de Trump se sienten seguros es que su hombre ganará en 2020. No les preocupan las encuestas recientes que dicen que Joe Biden le lleva ventaja o muestran al presidente detrás de Bernie Sanders, Elizabeth Warren y Kamala Harris. “Solo me guio por el tamaño de sus mítines”, comenta Rodriguez. “¿Quién en el bando demócrata atrae siquiera la cantidad de gente que él atrae?”.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek