Un grupo de científicos piensa que los embriones de tortuga pueden moverse dentro del huevo para determinar su sexo de una manera que podría ayudar a estos animales a eludir los efectos “potencialmente desastrosos” del cambio climático.
En un proceso conocido como determinación sexual dependiente de la temperatura (DSDT), el hecho de que algunos reptiles sean machos o hembras depende de las condiciones en las que se desarrollan los embriones. Un aumento de 2 °C en la temperatura puede cambiar el sexo de una tortuga, explicaron los autores de un estudio publicado en la revista Current Biology.
Por esa razón, el calentamiento global es “potencialmente desastroso” para las poblaciones de ciertos animales como las tortugas, los cocodrilos y los lagartos, ya que las futuras madres podrían no ser capaces de pronosticar las condiciones a largo plazo en las que se incubarán sus huevos, advierten los autores. Esto podría producir un desequilibrio entre sexos, y a su vez, un pronunciado descenso en las poblaciones.
Si bien las madres pueden tratar de controlar las temperaturas a las que están expuestos sus huevos, por ejemplo, al depositarlos a la sombra o a una gran profundidad en la tierra, no pueden controlar las condiciones del período de incubación, el cual puede durar varias semanas.
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Entonces, se preguntó el equipo, ¿cómo han sobrevivido las tortugas a fluctuaciones climáticas con más calor del que se espera para el próximo siglo?
Los científicos piensan que los embriones podrían ser capaces de influir en su sexo gracias a un proceso denominado “termorregulación conductual” para equilibrar los cambios en las proporciones de sexos, provocados por el calentamiento global.
El profesor Wei-Guo Du, de la Academia China de Ciencias y coautor de la investigación, comentó en una declaración: “Nosotros demostramos previamente que los embriones de reptiles pueden moverse dentro del huevo para regular su temperatura, por lo que tenemos curiosidad de averiguar si esto podría influir en la determinación de su sexo.
“Queríamos saber si esta conducta podría ayudar a amortiguar el impacto del calentamiento global en las proporciones de sexos de las crías de estas especies, y de ser así, cómo se produce este fenómeno”.
El equipo estudió huevos y embriones de tortugas de agua dulce, incubados en el laboratorio y en pozas exteriores seminaturales.
Para comparar las proporciones de sexos de los embriones que podían regular su temperatura y aquellos que no, el equipo aplicó a algunos huevos una dosis de un químico que bloquea los sensores de la temperatura. Los investigadores utilizaron los datos resultantes para pronosticar la forma en que el cambio climático podría influir en la proporción de sexos de las tortugas.
En el interior de un huevo, la temperatura puede variar 4.7°C, mucho más de los 2 grados que se requieren para que un embrión cambie su sexo.
Los nidos de embriones que no pudieron reaccionar a la temperatura del nido y se movieron dentro del huevo produjeron machos o hembras casi en su totalidad. Sin embargo, los nidos donde los embriones podían reaccionar tuvieron una proporción más equilibrada de crías hembras y machos.
“Nuestro análisis indica que, a través de la termorregulación conductual, los embriones pueden atenuar los impactos del cambio climático en la proporción de sexos en las crías y, por tanto, en la viabilidad de la población”, escribieron los autores.
El equipo llegó a la siguiente conclusión: “Los embriones de las tortugas de agua dulce con DSDT regulan su temperatura activamente, con lo que influyen en su propio destino sexual”.
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Du declaró a Newsweek: “El resultado más emocionante es que un pequeño embrión puede influir en su propio sexo moviéndose dentro del huevo.
“Nuestra investigación muestra que el embrión de un reptil no es solo una víctima pasiva del calentamiento global. En cambio, el embrión puede moverse dentro de su huevo para encontrar la llamada ‘Zona de Ricitos de Oro’, ni demasiado caliente ni demasiado fría, que le permita atenuar las condiciones térmicas extremas impuestas por los cambios en la temperatura.
“Sin embargo, el control de los embriones sobre su propio sexo podría no ser suficiente para protegerlos del cambio climático mucho más acelerado, provocado por la actividad humana, y sobre el cual se pronostica que habrá de generar poblaciones con una cantidad mucho mayor de hembras”.
Asimismo, la termorregulación embriónica podría no producirse si los cambios en la temperatura interior del huevo son demasiado pequeños como para ser detectados por los embriones, explicó Du. Los embriones más jóvenes podrían no tener la capacidad de detectar los cambios y moverse, mientras que los fetos más desarrollados podrían ser demasiado grandes para desplazarse.
Sin embargo, el profesor Fredric Janze de la Universidad Estatal de Iowa, que también ha estudiado la determinación sexual en las tortugas, pero que no participó en esta investigación, se mostró escéptico con respecto a la conclusión, y dijo que sería improbable que un fenómeno de esa naturaleza tuviera una función prominente para compensar los efectos del cambio climático en la proporción de sexos.
“Se nos pide que creamos que los embriones eligen/migran preferentemente hacia las temperaturas más frescas para convertirse en machos cuando este es el sexo más infrecuente, y que eligen/migran preferentemente hacia temperaturas más cálidas para convertirse en hembras cuando este es el sexo más infrecuente”, declaró a Newsweek.
“Y todo esto, mientras navegan a través de una enorme yema rodeada por una membrana impenetrable, lo cual deben hacer dos veces al día debido a que las temperaturas actúan de manera sinusoidal, cuando a) no tienen un cerebro totalmente desarrollado ni b) un medio de ‘saber’ qué sexo deben asumir”, argumentó.
“Aún si aceptamos que los embriones migran de manera activa y adaptativa, esto parece ocurrir en tan solo un par de milímetros, dentro de huevos de 34 mm, lo cual difícilmente podría constituir una diferencia térmica”, afirmó.
En estudios anteriores se ha indicado que las madres de especies DSDT se adaptan a las condiciones locales, por ejemplo, colocando nidos en los lugares más sombreados de sitios con temperaturas más altas, señaló Janze.
“Sin embargo, también sabemos, a partir de estudios de campo de numerosas especies con DSDT, que las temperaturas estacionales del aire, aún si están un par de grados por arriba o por debajo del promedio, producen proporciones de sexos muy sesgadas desde el nido”. Con frecuencia, eso significa que, en un año determinado, una cohorte entera de crías se compone enteramente, o casi, de miembros de un solo sexo.
“Entonces, resulta claro que los embriones de estas especies no contrarrestan ahora mismo ni siquiera estas variaciones térmicas relativamente modestas, y mucho menos se espera que lo hagan en las condiciones térmicas mucho más extremas que se experimentan conforme el planeta se calienta”, señala Janze.